Capítulo 20

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Llámame amor...   


—Amor, despierta. —escucho decir a una reconocida voz. No sé porque se me hace muy familiar este momento, como si alguna otra vez me lo hubiesen dicho de la misma manera, misma entonación... 

Abro mis ojos adormilada y miro a mi alrededor. Seguimos en el avión. Giro rápidamente mi vista a la ventana y, estamos parados en el aeropuerto, vuelvo mi vista a la persona de mi costado, la cual me mira con ternura. 

—Ya hemos llegado campeona. —añade mientras esboza una sonrisa. 

—¿Cuánto he dormido? —murmuro desconcertada, a su vez, frotandome los ojos intentando volver a mi persona. 

—Todo el vuelo, amor. —ríe y se desabrocha el cinturón. 

Imito su acción, ya que era nuestro turno para salir y nos levantamos a coger las maletas y dirigirnos hacia fuera del vehículo, específicamente, de nuevo al túnel transparente. Pasamos por varios pasillos hasta poder llegar a la zona de entradas de vuelos, por la que llegábamos a la calle esquivando a toda la gente que esperaba a familiares o seres queridos llegar. Este momento, ver a las personas esperando por otras, ver abrazos, sonrisas, lloreras, ver y sentir tantas emociones bonitas en un mismo lugar, me emociona y me crea un sentimiento querido. Como si quisiera haber vivido algo así. Lo que no entiendo es el por qué lo siento ahora, si alguna que otra vez  lo he vivido. 

Salimos del aeropuerto y cogemos un taxi para que nos llevara a Fira, la capital, aproximadamente unos diez minutos, según el conductor y mapas. Así que, pusimos rumbo a dónde tenemos el alojamiento por éstos cinco días. 

—Wow. —exclamo mientras miro cada detalle por fuera de la ventanilla del taxi. 

—Tiene un aire a ti, eh. —añade de forma misteriosa. 

—¿A mí? —pregunto queriendo saber más. 

—Sí, así bonito y eso... —responde con cierta indiferencia, para no darle mucha importancia a lo que acaba de decir. 

Sonrío y niego con la cabeza para continuar viendo el camino hacia nuestro segundo destino. 

—Bueno no, bonito no, precioso. —añade y río mientras giro a verle.

—¿Aún estás con eso? —pregunto aún riéndome.

—Sí, es que no me has dicho nada, con lo bonito que ha quedado. —dice indignado. 

—Amor, te quiero, ¿vale? —digo y poso mis labios sobre los suyos. 

—Así está mejor, te perdono. —responde divertido. 

Al poco tiempo, el taxista estaciona en uno de los laterales y nos comunica el importe del viaje. Pagamos y bajamos de éste, para poder ver la pequeña casita en la que íbamos a pasar los siguientes días. Frente a nuestros ojos, se encuentra una pequeña estructura, blanca como la nieve, con su cúpula azul oscuro, y lo que menos me esperaba, junto a una de las playas más bonitas que he podido ver jamás. 

—¿Enserio? —digo observando cada detalle de ésta. 

—¿Enserio el qué? —pregunta confundido. 

—¿Aquí nos vamos a quedar cinco días? —pregunto, esta vez, posando mi mirada en la suya.

—¿Te parece mal? —pregunta preocupado. 

—¿¡MAL!? —pregunto anonadada.

—Bueno es de las típicas de aquí y supuse que estando al lado del mar pues... —explica intentando justificarse. 

—¡ME ENCANTA! —respondo y me lanzo sobre sus brazos, para formar un dulce e intenso abrazo. 

—Me encanta que te encante. —añade sonriendo. 

Dicho esto, entramos a la que sería nuestra casa, durante esta estancia, y la sorpresa va aumentando cada vez a mejor y muchísimo mejor. Nada más entrar se encuentra un corto pasillo con un pequeño estante para dejar las llaves o el bolso. Una vez lo pasamos, encontramos unas escaleras para subir a la planta superior y, en la zona izquierda, tenemos el salón y la cocina. Todos los muebles son blancos, las paredes también, el suelo también... Es una fantasía llena de viva y pura luz. En el salón encontramos varias ventanas con sus respectivas cortinas, alrededor de todo éste y, entre medias, del mueble con la televisión y una pequeña mesa de estar, junto con su azulado sofá frente a éstos. Las paredes tiene una forma redondeada, no son cuadradas como acostumbramos a ver, hecho que le da mucha más finura y sofisticación al ambiente. En la parte derecha del salón, encontramos la cocina, abierta y reluciente. La única separación que hay entre las dos piezas, es la encimera decorada de mármol. Detrás de ésta, encontramos la nevera, el horno, el microondas, varios armarios, incluso cafetera. Esa va a ser mi nueva amiga cada mañana. 

—Ven, vamos arriba a dejar las cosas. —dice Brix cogiendo las maletas y empezando a subir los primeros escalones.

Le sigo por detrás y llegamos a la que ahora será nuestra habitación. 

—Esto es increíble. —añado boquiabierta, sintiendo los brazos de Brix rodeando mi cintura desde atrás. 

La habitación es preciosa. Transmite intimidad y paz. La cama está ubicada en el centro de ésta, con una mesita de noche, pequeña y redondeada, en cada lateral. Varios tipos de antorchas en cada rinconcito, en lugar de tener luces habituales, y en frente, a nuestra mano derecha al subir las escaleras, hay una enorme cristalera, la cual nos da lugar a una ámplia terraza. Las vistas son espectaculares, se aprecia toda la playa al final de todo y las cúpulas azuladas alrededor de ella, como si estuvieran marcando el camino hasta allí. Los atardeceres deben ser de ensueño.

—Gracias. —digo observando lo que mis ojos pueden apreciar frente a mí. 

—Gracias a ti, por darme la oportunidad. —dice besando mi mejilla. 

—No te doy la oportunidad por esto, por el viaje, sino porque me estás demostrando de verdad. Sea aquí, sea en casa. —digo tornando mi vista a él. 

—Me sale solo. —añade imitando mi acción anterior. —te quiero. —pronuncia. 

—y yo a ti. —respondo y nos hundimos en un cálido beso. 

Rodea mi cintura con sus brazos, intensificando el contacto entre ambos. Rodeo los míos por su cuello, haciendo que se acerque más a mí. Así lo quiero tener siempre, así de cerca, aunque no pueda ser en el sentido literal. Camina varios pasos hacia mí, sin soltarme, poniendo a prueba mi equilibrio, por lo que pierdo éste y caigo sobre la colcha de la cama. Acto seguido, cae encima de mí, sin dejar de besarme. 

—Amor... —susurro. 

—¿Sí? —pregunta sin ponerle freno alguno.  

—Tenemos que hacer muchas cosas antes de esto... —añado divertida. 

Sé perfectamente cómo acabaríamos si continuáramos y, también sé, que nos quedaríamos tumbados lo que queda de tarde, haciéndonos mimos, caricias, hasta quedarnos fundidos en sueño.

—Tienes razón, que sino luego no paramos. —murmura a regañadientes, en sentido divertido. 

—¡Brix! —llamo su atención, por la barbaridad que ha sacado por la boca, y le pego un ligero golpe en el brazo, sin poder evitar reírme. 

—Venga va, vamos a vestirnos, damos un romántico paseo y cenamos por la playa... ¿te parece? —planea levantándose de la cama. 

—¡Wow! No recordaba tu lado romántico hasta ahora. —añado riendo, obteniendo una burla por su parte. 

—¡Lil! —exclama mientras imita mi tono de voz, de hace par de segundos. 

Ruedo los ojos y me levanto de la cama para abrir mi maleta y escoger modelito. Me decantaré por un vestido blanco, veraniego, y unas sandalias cómodas y playeras. 

Sueños EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora