Lena es lo que yo quiero.

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SARAH:

Mi cuerpo estaba exhausto, los días habían pasado rápidamente y no parábamos de estar de arriba para abajo, algunos de esos días Byron se pasaba por la cafetería a la que fuimos aquella vez y solo nos tomábamos una taza de café antes de que tuviera que regresar a su trabajo, otros había cosas que hacer con todo eso de los papeles, Charlie nos había estado informando de todos los movimientos de Pantera, y Lizet nos mantenía al tanto de las cosas allá.

Algunos de los cercanos a nosotros habían preguntado sobre nuestra ubicación y las distintas especulaciones comenzaban a retumbar entre las voces chismosas de los lugareños, como era de esperarse de un lugar pequeño como ese. La escuela ya nos había dado de baja puesto que llevábamos casi un mes fuera, también se nos había dado por desaparecidos, pero como nadie había ido a la comisaria para reportarnos como tal ese chisme fue callado.

Fuera de eso lo que me mantenía despierta por las noches eran las incesantes pesadillas sobre mis padres y su muerte.

Sam y yo no habíamos mejorado en lo absoluto, cada vez era más difícil compartir la misma habitación y poco a poco este se iba apartando de mí, durante esta semana durmió en la alcoba continua, una parte de mi lo agradeció ya que no soportaba pelear por tanta estupidez, por cualquier cosa la vea como tema de discusión, a veces me hartaba tanto que solo me daba la vuelta y lo dejaba hablando solo. La promesa de nunca dejarlo se volvía más difícil de mantener, simplemente no soportaba tanta de su mierda.

Trato de liberar mi mente de tantas cosas de mi cabeza pidiendo otro trago, esto de beber se convirtió parte de mi antes de que pudiera detenerlo ya estaba aquí tres días a la semana, mi identificación falsa picaba en mi bolsillo y el temor de ser descubierta me carcomía pero una vez que estaba por el quinto trago era sopesarle, además de que eso me ayudaba a tener la mente en otra cosa que no fuera mi ex compañero de habitación.

-¿Qué sucedió esta noche cariño?- pregunta Liv mientras limpia la barra frente a mí.

-Lo de siempre.- azoto mi vaso frente a mí.

Había conocido a la mesera Liv en una de mis noches por aquí, Sam había irrumpido pidiéndome que regresara con él a casa de Darcy pero me negué, quiso hacer una escena pero ella saco su estúpido trasero más rápido de lo que jamás había imaginado.

-Si ese chico es una piedra en el trasero ¿por qué simplemente no lo dejas?- doy otro sorbo.

-Porque soy una idiota.- respondo ya con los ojos pesados.

Se reí por lo bajo – Estoy segura que ni siquiera tienes la edad para estar sufriendo así por un imbécil.- la miro fijamente, algo me dice que ha descubierto mi edad y eso me aterra. – Tu rostro lo dice cariño, pero mientras nadie más lo descubra será nuestro secreto. Ahora antes de que no puedas mover ese trasero ebrio te ayudare a conseguir un taxi a casa.- me queje pero sabía que era la correcto, el lugar aún no estaba ni la mitad de lleno pero en cuanto lo estuviera sería un problema si estoy así.

Me bajo del taburete y camino a la entrada despidiéndome del único contacto femenino que podría llamar amiga que tengo aquí.

La chica es muy linda, no muy alta pero con una mirada y expresión que aterraría a cualquiera, se encuentra alrededor de sus 25 y es hermosa como nadie, solo que la cicatriz que le atraviesa la mejilla izquierda no ayuda mucho tanto a resaltar su belleza como a hacerla menos intimidante.

SAM:

Rondo como huérfano por la casa impaciente para la hora en la que llegue, llevo dos semanas eternas con unas terribles ganas de abrazarla y besarla hasta que los labios se nos quemen pero como voy jamás volveré a tocarla, pelear cada vez se me hace más difícil, sin embargo tengo que seguir con esto sí quiero que salga bien.

Enamorada del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora