Las dos caras de la tragedia.

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SARAH:

Me pongo una blusa negra y jeans que me han prestado, tengo sumo cuidado en no mover el vendaje, Sammuel y los demás me estaban esperando en la planta baja para irnos, todos ellos han alistado nuestras cosas para partir de aquí, he aceptado muy a regañadientes, tengo ganas de quedarme, para arrancarles los huevos a los cabrones que han formado parte para la muerte de mis padres, a pesar de que solo han pasado unas horas no puedo llorar y ese sentimiento me revienta el pecho, pero sé que tengo que ser fuerte a mi nada me lastima.

Salgo de la habitación, bajo por las elegantes escaleras, la mansión en la que me encuentro le pertenece a Nona, una es enfermera del ejército que ahora trabaja para Michael tras a ver perdido a su marido en manos de la mafia. La casa es muy grande y espaciosa, todo está elegantemente decorado, nada fuera de su lugar y si lo está parece estratégicamente acomodado.

-Es hora de irnos.- anuncia Michael.

No entiendo el porqué de irnos si bien podríamos quedarnos a pelear, pero ante eso solo se quedaron callados mientras me miraban con ojos de lastima, aborrecía esas miradas, me hacían sentir débil como si el mundo se me fuera a caer cuando en realidad aquí no pasaba nada.

Llegue cojeando hasta donde estaban todos, Sammuel me tomo de la mano pero me la quite de inmediato. Tome la delantera saliendo primero.

-¿A dónde nos dirijamos?- pregunto.

-Nos quedaremos en una casa lejos de aquí.-

-Eso no responde mi pregunta.- me quejo.

-No completamente, pero si es lo único que sabrás.- ruedo los ojos y subo a la camioneta.

Sammuel intenta sentarse junto a mí pero me pego lo más que puedo a la puerta para que no me toque, el nota mi lejanía y decide bajar del auto –para buena suerte mia-.

Nadie habla durante las dos primeras horas de viaje y solo me dispongo a mirar por la ventanilla, la obscuridad se traga mi tristeza aventándola tan lejos que lo único que me queda es rabia, las estrellas brillan en el cielo y todo parece tan normal, como si nada de esto hubiera pasado y es ahí donde me doy cuenta que mi mundo puede estarse cayendo y la tierra seguirá girando, no me esperara, nadie me dejara su vida por mí y yo tendré que seguir con mi dolor, ciertamente me siento sola y no porque no este nadie a mi lado sino porque no quiero que nadie este, si vuelvo a mostrar debilidad atacaran de nuevo.

Los demás chicos se han quedado dormidos, solo quedamos un impaciente Tom, Michael que es quien maneja y yo.

Michael carraspea la garganta.

-Deberías dormir un poco.- se asoma en el retrovisor y me encuentro con su mirada, niego con la cabeza.

-Michael tiene razón el viaje será muy largo.- insiste Tom.

No sé qué se tramaban estos dos con su afán de que me durmiera.

-Okay, Okay.- levanto los dos brazos rindiéndome, aunque sé que es casi imposible llegar a conciliar el sueño, me acomodo el cinturón de seguridad y recargo mi cabeza en el vidrio, a pesar de que es bastante incomodo cierro los ojos y me dejo llevar por el movimiento del auto.

SAM:

Sentado en el asiento de atrás deje escapar un suspiro de frustración, durante la noche cuando fue a buscarme fue otra totalmente, un tanto distante si pero seguía buscando mis brazos para refugiarse, en ese pequeño lapso de tiempo la esperanza se abrió camino en mi pecho diciéndome que aún tenía la oportunidad de que las cosas entre nosotros fueran mejor.

Cuando le pregunte que si estaba llorando me mintió diciendo que todo estaba bien, aunque nada lo estuviera; lo sentí su lagrima rodando hasta mis dedos que descansaban acariciando su mejilla, pero no quise hacer nada que provocaran que se fuera por lo tanto solo me dispuse a cerrar los ojos sin llegar a conciliar el sueño dándome otra noche más de desvelo.

Enamorada del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora