¨Siento molestarte," susurró Regina desde el asiento, mirando por la ventana. Habían estado en silencio durante todo el camino a casa de la morena. Sentía una mezcla de cansancio y culpa. "Sé que posiblemente tenías planes con Elsa después del trabajo," dijo, volteando a verla con una expresión de disculpa. "Siento interferir. No debiste molestarte en venir; podía ir a casa yo misma."
Emma la observó, viendo el cansancio en sus ojos. "Para hacerlo debías tomar el bus y no creo que todo ese estrés te haga ningún bien ahora. Está bien, no tenía nada con Elsa... nada importante, mejor dicho. Solo iríamos a casa juntas," le dio una sonrisa, intentando tranquilizarla. "No es una molestia ayudarte, ya casi llegamos."
Regina respiró hondo, intentando calmar la sensación de opresión en su pecho. "Pudiste llamar a Zelena o a mamá, incluso a uno de tus padres... bueno, solo a tu madre; David está de servicio en la comisaría," dijo mientras se acomodaba mejor en el asiento, sus manos temblando ligeramente.
Al llegar, se detuvieron frente a la mansión blanca. Emma pagó el auto y dijo suavemente: "Llámame por cualquier cosa que necesites, no importa la hora, ¿está bien?"
Regina seguía sentada en el auto, mirando su regazo. Sentía un nudo en la garganta. "No te entiendo."
"¿De qué hablas?" Emma frunció el ceño, preocupada.
"Cuando terminamos, lo hicimos por esto," Regina levantó la mano, deteniendo lo que fuese que Emma diría. "No soportabas lo que era, lo que soy, estos episodios, tener que venir después del trabajo directo a casa porque no podía soportar más contacto con las personas." Su voz temblaba, cargada de emociones. "Según lo que recuerdo, querías que ‘debería intentar ser más normal.’ Siendo sincera, gracias por traerme a casa, pero no quiero que te preocupes más. Como dijiste antes, ‘¿cómo hacía cuando no sabía de mi diagnóstico?’" Tomó sus cosas y salió del auto. "Adiós, Emma," dijo mientras daba la vuelta y se marchaba, sus pasos resonando en la acera.
Emma se quedó en el auto, sintiendo una mezcla de culpa y tristeza. Observó a Regina alejarse, deseando poder arreglar las cosas, pero sabiendo que las heridas aún estaban abiertas.
Regina estaba en su lugar seguro, su casa, disfrutando de un momento de tranquilidad. Sentada en el sofá, se permitía realizar las estereotipias que usualmente reprimía en público: palmeaba sus piernas y hacía movimientos rítmicos con los dedos. Para ella, estos movimientos eran una forma de autorregulación y una expresión de sus emociones. Su familia estaba acostumbrada a verla así y nunca la miraban de mala manera. Incluso Emma, su pareja, lo había aceptado con naturalidad al descubrirlo, entendiendo que era una parte integral de Regina.
Todo cambió un día cuando Henry, el hijo adoptivo de David y Mary Margaret, la vio en uno de esos momentos. Regina sabía que Henry era pequeño y que tal vez no comprendería, pero no esperaba la reacción que tuvo. "Mamá," dijo Henry con inocencia, "ella es rara." Sus palabras, aunque simples y sin malicia, le dolieron profundamente. A partir de ese día, Henry comenzó a mirarla de una manera que la incomodaba, una mirada que no había sentido desde sus días de escuela.
Regina recordó aquellos días difíciles cuando era niña, antes de saber por qué hacía esos movimientos con las manos. En la escuela, los otros niños eran crueles, burlándose de ella por ser diferente. Aprendió a reprimir sus estereotipias, a no emocionarse en público para evitar las burlas. Pero esos recuerdos no se olvidaban fácilmente, y la mirada de Henry los había traído de vuelta con fuerza.
Una tarde, mientras Regina lidiaba con una sobrecarga sensorial, su sobrina le preguntó a su madre: "¿Por qué la tía Gina mueve las manos así?" La pregunta era inocente, pero para Regina, era un recordatorio de la incomprensión que había enfrentado toda su vida. zelena intervino, explicando con calma que esos movimientos ayudaban a Regina a sentirse mejor, pero el dolor de ser vista como "rara" por el hermano de su pareja seguía ahí.
Regina sabía que Henry era solo un niño y que no lo hacía con maldad, pero no podía evitar sentir la herida de su mirada y de sus imitaciones. "Es solo un maldito niño, déjalo pasar," se decía a sí misma. Pero no era tan fácil. Las cicatrices del pasado eran profundas y las palabras de Henry, aunque inocentes, habían tocado esas viejas heridas.
Una tarde, mientras Regina lidiaba con una sobrecarga sensorial, su sobrina le preguntó a su madre: "¿Por qué la tía Gina mueve las manos así?" La pregunta era inocente, pero para Regina, era un recordatorio de la incomprensión que había enfrentado toda su vida. Zelena intervino, explicando con calma que esos movimientos ayudaban a Regina a sentirse mejor, pero el dolor de ser vista como "rara" por el hermano de su pareja seguía ahí. Aunque su sobrina no se extrañaba de ver a su tía haciendo ese tipo de cosas, Regina tampoco lo ocultaba con ella.
Regina quería descansar. Estaba tan cansada, en realidad, la palabra correcta era agotada. Sus extremidades se sentían pesadas. Se duchó, se cambió de ropa y se metió en la cama, cayendo en un sueño sin descanso. Cora recibió la llamada de Emma, quien la puso al tanto de lo sucedido. Sabía que Regina estaba bien; sabía lo que haría luego de sus episodios, aunque eso no significaba que la descuidaría. A pesar de que su hija era una adulta de 32 años con un diagnóstico tardío, desde que Regina compartió con ella sus sospechas y el camino hacia su diagnóstico, Cora comenzó a escuchar.
Siempre supo que Regina no se comportaba como las demás niñas o niños en general. Siempre callada, tímida y a veces algo retraída. Le gustaba estar en silencio en casa o aprender cosas por sí misma que llamaban su atención. Tenía dificultad en el aprendizaje, aunque siempre se arrepiente de no haber prestado más atención y de haberla descuidado. Quizás conseguir ayuda y su diagnóstico a temprana edad le hubiese ayudado a desarrollar sus habilidades un poco más y no estar tan perdida en el mundo, como una vez le había dicho su hija.
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A veces sólo debemos seguir
FanfictionRegina es una mujer que recibió un diagnóstico tardío de autismo a los 30 años. A medida que comienza a descubrirse y aceptarse a sí misma, enfrenta desafíos constantes en su vida personal y profesional. Como maestra, enfrenta la discriminación y la...