capitulo 3

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Regina se acomodó en el sofá de su sala, con una taza de té en las manos y la mente sumergida en recuerdos. Mientras el aroma del té llenaba la habitación, sus pensamientos la llevaron a los momentos felices y tristes que compartió con Emma antes de la ruptura. Cerró los ojos, permitiendo que los recuerdos la inundaran. 

Regina y Emma estaban en el pequeño apartamento que compartían, no muy lejos de la casa de los Nolan. Era una tarde tranquila de domingo, y estaban acurrucadas en el sofá viendo una película. Emma, siempre perceptiva, había notado las diferencias en Regina desde que eran niñas. Sabía que Regina no disfrutaba demasiado del alcohol y prefería ambientes más tranquilos. 

 

En una de las salidas con amigos, estaban en un bar celebrando el cumpleaños de uno de ellos. Emma abrió una botella de cerveza y, como siempre, sirvió a Regina menos de la mitad en un vaso. Los amigos de Emma solían burlarse de la pequeña cantidad que Regina tomaba, pero Emma siempre les respondía con una sonrisa despreocupada, diciendo que compartían la bebida. Regina apreciaba este gesto; le hacía sentir querida y protegida. 

 

A medida que pasaba el tiempo, las salidas en pareja comenzaron a reducirse. Regina no disfrutaba de los bares llenos de gente y la música a todo volumen, que a menudo le provocaban sobrecargas sensoriales. Emma lo entendía, pero a veces se irritaba porque quería socializar más. Una noche, durante una de las celebraciones del pueblo, Regina experimentó una sobrecarga sensorial. La multitud, las luces y los sonidos eran demasiado. Emma la sacó del evento y la llevó a casa, pero no pudo ocultar su frustración. 

 

“Regina, no tienes que obligarte a ir a estos lugares,” dijo Emma, tratando de mantener la calma. “Podemos hacer otras cosas.” 

 

“Lo sé, Emma,” respondió Regina con un suspiro. “Pero no quiero que te sientas limitada por mi culpa. Debes disfrutar con tus amigos.” 

 

Las discusiones se hicieron más frecuentes. Regina siempre sonreía y le decía a Emma que debía salir y disfrutar, pero las peleas surgían por el comportamiento de Regina en los eventos sociales. Emma, aunque cuidadosa y comprensiva, a veces se sentía abrumada por la situación. En una de esas discusiones, Emma perdió la paciencia. 

 

“¡Regina, deberías intentar ser más normal! ¡Deja de encerrarte en tu diagnóstico!” gritó Emma, su voz llena de frustración y dolor. “¿Cómo hacías antes de esto?” 

 

Las palabras de Emma hirieron profundamente a Regina. Había vivido años enmascarando su verdadero ser, intentando encajar y no llamar la atención. Pensó que Emma, de todas las personas, entendería. Pero la decepción fue grande al escuchar esas palabras. 

 

Después de esa discusión, Regina decidió que era tiempo de enfrentar la situación. Una tarde, después del trabajo, se sentó con Emma en la sala de su apartamento. 

“Emma, necesito hablar contigo,” comenzó Regina, su voz temblorosa pero decidida. “No puedo seguir así. Sé que es difícil para ti, pero también lo es para mí. Me duele ver que no me entiendes como pensé que lo harías.” 

 

Emma miró a Regina, sus ojos llenos de tristeza. “Regina, yo… lo siento tanto. No quería lastimarte.” 

 

“Lo sé,” dijo Regina, sintiendo lágrimas en sus ojos. “Pero necesito que entiendas que esto es parte de mí. No puedo seguir en una relación donde me siento juzgada y no comprendida.” 

 

Emma bajó la mirada, sus manos temblando ligeramente. “Entonces, ¿esto es el final?” 

 

Regina asintió, aunque el dolor en su corazón era casi insoportable. “Sí, Emma. Creo que es lo mejor para ambas.” 

 

Con esas palabras, la relación llegó a su fin. Emma se fue del apartamento esa misma noche, dejando a Regina con una sensación de vacío y tristeza profunda. Los días siguientes fueron un torbellino de emociones, pero Regina sabía que había tomado la decisión correcta. 


Regina abrió los ojos, regresando al presente. El dolor de esos recuerdos aún era palpable, pero también había aprendido mucho sobre sí misma y sobre lo que necesitaba en una relación. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba decidida a seguir adelante, un paso a la vez. 

A veces sólo debemos seguir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora