Uno de los recuerdos más vívidos de su niñez son las palabras de su padre cuando se quejaba de ella, haciéndola responsable de cosas que no eran su culpa. Regina, una niña pequeña de ojos grandes y oscuros, siempre pensó que estaba haciendo todo bien. Amaba a su padre profundamente y se esforzaba por demostrarlo; lo abrazaba cada vez que podía, como cuando se sentaban juntos a ver la televisión y ella se acurrucaba a su lado. Intentaba tener conversaciones con él durante la cena, contándole sobre su día en la escuela con una voz llena de entusiasmo infantil.
Sin embargo, a Henry no le importó.
El día que se fue, Henry se volvió hacia ella con una expresión de cansancio y frustración en su rostro. "Estoy cansado de que mi propia hija no me muestre ni un mínimo de cariño," dijo, con una voz dura y fría. "No me abraza, ni siquiera me saluda cuando llego del trabajo."
Regina, con lágrimas en los ojos, no podía entenderlo. Pensaba que lo había hecho bien, que sus esfuerzos habían sido suficientes. Después, su mamá, con un tono amargo, le explicó que Henry solo decía esas cosas para justificar su marcha. A pesar de eso, para una pequeña Regina, esas palabras dejaron una cicatriz profunda. Se sintió como si su mundo se estuviera desmoronando, con un dolor que perforaba su joven corazón.
Se encargó de recordarle cada vez que podía a su madre y a su hermana que las amaba. Supone que quizás si lo decía lo suficiente, no se cansarían de ella y no la dejarían. Regina siempre se ha sentido culpable, siempre tratando de hacer las cosas bien, pero sin saber realmente cómo.
A veces piensa que su padre es igual a ella, o quizás ella es igual a su padre, solo que intenta no lastimar a los suyos. Siempre discutía con su madre. Cora discutía por cualquier pequeña cosa. A veces, cuando Regina no veía razón para discutir o tomar una culpa que no era suya, contestaba, y la discusión terminaba con ambas sin hablarse por semanas.
Ella aprendió a callar.
Supo después que la palabra era imprudencia, y muchas veces en que lo fue sin saberlo la atormentaban en la adultez. Así que aprendió a callar, en clase, en casa, en reuniones familiares o donde había mucha gente. Estaba en silencio. Tal vez ser introvertida le facilitaba serlo. Se acomodó al silencio, aprendió a disfrutar de él aun estando rodeada de gente. No toda la gente a su alrededor era agradable, pero cuando lo era, no era necesario decir palabra alguna para disfrutar el momento. Lástima que muchos no lo entienden o lo ignoran y quieren que hable hasta por los codos, arruinando la comodidad y haciendo que quiera correr de ahí.
La nula forma de decir las cosas con moderación la metía en problemas, en su niñez y su adolescencia, hasta que descubrió la palabra Asperger y el comportamiento que tenia esa persona en su libro llegabdo a identificarse en su sentir al ver el mundo . Eso le llamó la curiosidad e investigó, dando paso a la palabra autismo, y terminó identificándose mucho mas. se realizó test en Internet dando puntos más allá de lo que la prueba consideraba normal para un neutotipico.
Posiblemente fue la primera vez que sintió alivio. El aire empezaba a entrar por sus pulmones de manera agradable.
Descubrió que habian más personas como ella, no estaba rota ni era un fenómeno que no servía en esta vida. Había probabilidad de que ella fuera autista y había más personas viviendo con eso.Quizás solo quizás el pensamiento de acabar con todo ya no era necesario.
Regina, a sus 20, intentó averiguar cómo hablar con su madre sobre esto. ¿Con quién tendría que ir? ¿Con un psicólogo? Su madre no tenía dinero para eso, ni ella tenía trabajo todavía. Pero primero, lo primero: hablar con mamá. No fue tan difícil que ella escuchara.
Unos meses después, una sobrina de Cora habló con la familia y dijo que su hijo de 2 años había sido diagnosticado con autismo. Esto abrió una puerta para la conversación con su madre, y así fue.
Cora la escuchó, pero cayó en la parte de negación. Aun escuchándola y preguntando a su sobrina, simplemente dejó el tema. Intentaron con una psicóloga amiga de mamá, pero la verdad, no supo qué se supone que hizo. Regina habló de todo con ella: sus movimientos raros con las manos desde pequeña, su dificultad para expresarse en público, estudiar, memorizar, sentirse rechazada incluso por su familia, e incluso le dijo que años atrás contempló la opción de ya no estar más aquí.
Pensó que hablaría con su madre sobre el tema, que le daría seguimiento, pero no fue así. Usó la típica "cuando eras pequeña yo te miraba normal". Regina supo que no pasaría nada a partir de ahí, su madre no dijo nada y ella decidió dejarlo. Una vez dijo: "Bueno, no es tan importante, tú solo quieres que te digan si eres o no eres, ¿eso es, no?".
Eso dolió, en su mente respondió que ojalá fuese así de sencillo.A pesar de la falta de acción sobre el posible diagnostico de autismo de Regina, la relación entre ella y Cora cambió para bien. Su madre se mostró más receptiva a ella, poniendo de su parte para no obligarla a situaciones incómodas. Aprendió a comunicarse mejor y a señalarle cuando Regina decía cosas que herían, a no estar o no hablar con alguien con quien no se sentía cómoda, lo que Regina agradecía, ya que así podía disculparse y corregir lo que trataba de decir con mejores palabras.
Podría ser más abierta a sus inseguridades en la parte social con su madreCora le daba la opción de elegir si asistir o no a lugares donde no se sentiría cómoda, incluso consideraba los alimentos que a Regina le resultaban desagradables al gusto y olor, como la calabaza y frutas como el melón. Además, la apoyó en su deseo de cambiar de carrera, ya que no se sentía cómoda con la actual, y la animó a seguir biología.
Fue durante una noche de insomnio, mientras navegaba por foros en línea y leía testimonios de otras personas, cuando se encontró con el término "autodiagnóstico de autismo."
"El autodiagnóstico es cuando una persona llega a la conclusión de que puede estar en el espectro autista, basándose en su propia investigación y autoobservación, antes de recibir un diagnóstico formal de un profesional," leyó en un artículo.
Las descripciones de las experiencias de otras personas resonaban profundamente con ella: la dificultad para socializar, la necesidad de rutinas estrictas, y las estereotipias o stims, como el movimiento repetitivo de sus manos. Sentía que por fin había encontrado una pieza clave del rompecabezas que siempre había sido su vida.
Regina comenzó a investigar más sobre el autismo en adultos y los síntomas que se presentan. Cuanto más leía, más convencida estaba de que había encontrado la respuesta a su sensación de no encajar.
Durante su viaje en el autodiagnóstico, no solo Regina empezó a escucharse a sí misma, proporcionandole una sensación de alivio y autocompresión, sino que indirectamente su madre y hermana también comenzaron a comprenderla mejor aun sin saber lo que realmente sucedia en su cabeza. La relación con su hermana también se fortaleció, creando un ambiente más comprensivo y solidario en casa.
Ella se autodiagnosticó, sabía que era algo no científicamente certero hacerlo, muchos estaban en contra, pero al hacerlo se sintió mejor. Pudo respirar, podía tener una luz al final del bosque oscuro en el que se encontraba.Regina sabía algo muy claro: no todos los autistas son inteligentes ni genios, como los mini Einsteins que la gente suele imaginar. Aborrecía esos estereotipos. ¿Eran todos unos genios? ¿Lo era ella? Regina ni siquiera pudo terminar su primera carrera debido a sus dificultades de aprendizaje, así que guardó su autodiagnóstico en secreto durante años. Bueno, para ella y su mejor amiga, Emma.
ESTÁS LEYENDO
A veces sólo debemos seguir
FanfictionRegina es una mujer que recibió un diagnóstico tardío de autismo a los 30 años. A medida que comienza a descubrirse y aceptarse a sí misma, enfrenta desafíos constantes en su vida personal y profesional. Como maestra, enfrenta la discriminación y la...