Regina estaba jodida. Sabía lo que estaba sucediendo, y esto era solo las 7 de la mañana.
Debía controlarse, pero su cuerpo no estaba escuchando ni obedeciendo a su cerebro, algo no raro en ella. Intentó regular su respiración; Emma había vuelto, y ella debía concentrarse en eso. Emma estaba sonriendo, su cabello dorado brillaba como rayos de sol, y su sonrisa iluminaba el lugar. Esto calentaba el corazón de Regina y sus ojos, que amaban el color jade de esos ojos felices y vivos. Emma era su ancla; su presencia calmó sus latidos y permitió que la sangre fluyera de nuevo.
(Momentos antes)
Cuando el señor Green empezó a levantar la voz, Regina sintió un nudo en el estómago. Los sonidos de la discusión se mezclaban con el murmullo constante del aula, y la tensión en el aire se volvía casi palpable. Su sensibilidad a los estímulos se intensificaba, haciendo que el eco de las palabras de los padres resonara como un tambor en su mente. Esto le traía recuerdos de su juventud, cuando era estudiante y sus compañeros la rechazaban, burlándose de su rareza.
Sabía que debía mantener la calma y controlar la situación, pero el desdén de los padres y las críticas abiertas la hacían sentir como si estuviera caminando sobre vidrios rotos. Los detalles de los comentarios despectivos se repetían en su cabeza, complicando aún más la tarea de centrarse en la conversación. Consciente de que sus respuestas debían ser claras y firmes, luchaba por organizar sus pensamientos mientras el volumen de la discusión aumentaba.
El tono de voz del señor Green era como arañazos en sus oídos; el volumen alto y rudo, las facciones de su rostro que mostraban desagrado, le resultaban abrumadores. Quería llorar, pero ella no iba a hacerlo. Era adulta y podía controlarse. Sabía que su momento de llorar cada vez que alguien le levantaba la voz quedó en el pasado, recuerdos desagradables que deseaba olvidar.
A medida que el señor Green se acercaba, Regina notó que su visión periférica se volvía borrosa; el rostro de los demás se mezclaba en una mancha de movimiento y color. Su forma habitual de enfrentar estos momentos, centrarse en las palabras en lugar de las emociones, se volvía difícil debido al caos sensorial.
—Lo siento, señor Green, pero ya escuchó a la maestra Mills. Su reunión es después del horario de clase, junto a su hijo. En caso de que no pueda presentarse, puede enviar a otro responsable o se tendrá que enviar un justificante y reprogramar —dijo alguien. Era Emma, con su cabello dorado, que se había colocado frente a ella en ese momento.
El tono impersonal en su voz ayudaba a suavizar el impacto emocional de la situación, un truco que Regina había aprendido para protegerse de la sobrecarga sensorial. Aunque su mente seguía girando con pensamientos desordenados, su exterior permanecía sereno, un escudo contra la presión externa.
El señor Green, notando la determinación en su voz, se detuvo y observó a Regina con desdén. La intervención del señor Gold llegó justo a tiempo para reforzar la posición de Regina y aliviar algo de la tensión que ella sentía. Aunque su corazón seguía latiendo con rapidez, haciéndole creer que en cualquier momento se saldría de su pecho, y sus manos estaban frías, sus colegas estaban ahí para defenderla. Ella lo sabía; aunque no era sociable con la mayoría, había aprendido a valorar a aquellos que respetaban su espacio. Apreciaba eso.
(Flashback)
El recuerdo se desencadenaba como un sueño perturbador, llevándola de regreso a esos pasillos de la escuela secundaria, donde las paredes parecían cerrarse alrededor. Regina, una adolescente tímida y reservada, había sido seleccionada para exponer sobre un tema en la clase de química.

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A veces sólo debemos seguir
FanfictionRegina es una mujer que recibió un diagnóstico tardío de autismo a los 30 años. A medida que comienza a descubrirse y aceptarse a sí misma, enfrenta desafíos constantes en su vida personal y profesional. Como maestra, enfrenta la discriminación y la...