Tiernos momentos.

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Pedro al llegar a su casa encendió el computador con la intención de buscar en internet información que lo acercara a la práctica de ese último momento con el cuerpo. Quería encontrar algo que lo aterrizara, que lo sacara del pensamiento de sus amigos que lo llevaba por un camino paranormal, uno que a él no le convencía. Sin embargo en su interior escondía un extraño sentimiento el deseaba toparse con algo más allá de la realidad, algo que lo sitúe en experiencias perturbadoras y quizás con embrujos o maldiciones que solo veía en películas. El gusto por conocer la historia de las cosas que podía vender o comprar lo llevo a pasar más de dos horas leyendo y viendo imágenes digitales de muertos junto a sus seres queridos. <<De no tener nada que ver con lo que creemos que sucede, quizás no es mala idea venderlas>><<Esas fotos de miembros parecen ser extrañas, quizás eso eleve su precio>> <<Quizás con esas marcas las hace especiales para algún coleccionista>> pasó por sus pensamientos mientras leía lo que encontraba.

 Si no fuera por todo lo que estaban pasando toda esa información e imágenes le hubieran fascinado aun más. Se impresionó al ir profundizando sobre todas las cosas que rodean la muerte, rituales, creencias, sentimientos, esperanzas y miedos. Pero no encontró fotografías como las que estuvieron revisando, con cuerpos casi al natural, cuerpos cercenados mostrando los miembros como trofeos, con marcas, con extrañas palabras o con alguna secta que las marcara con sangre. Tampoco encontró en los grupos de coleccionistas o de anticuarios comentarios relacionados. Eso le encanto ya que sabía que podía tener algo realmente extraño y al mismo tiempo lo lleno de inquietud por lo que habían tenido en sus manos.

Estaba tranquilo. Esa calma lo incitó a preguntarse ¿Qué llevó a las personas a tener esa práctica? ¿Lo hacían por amor o por el morbo?. Aunque no lo rechazaba le costó entender esa antigua costumbre y cuando lo hizo, supo que el amor por tener ese último recuerdo antes de que el cuerpo desapareciera para siempre escondido dentro de un ataúd los inspiraba a aprovechar los encantos que le presentaba la nueva tecnología de esa época.

De pronto su imaginación se trasladó a ese tiempo. En cómo se sentían las personas que posaban con muertos. Recordó que hace unos años le toco estar con un familiar antes de que fuera llevado a la iglesia. En ese momento pudo tocar, abrazar, besar y dar la última muestra de cariño a su helado cuerpo con una naturalidad especial que hasta ese momento nunca lo imaginó.

El traer a su memoria el cuerpo inerte, la palidez de su piel, la dureza de sus helados músculos y el apacible silencio de su corazón lo hicieron caer en un profundo pozo de melancolía que lo sensibilizo de tal manera que miró a todos lados como esperando que alguien apareciera entre las sombras que se formaba por la tenue luz que salía desde la lámpara sobre su escritorio. Algo lo hizo caer de nuevo en las profundidades donde podía sentir en su piel hasta el más leve contacto con el aire produciéndole una impresión de frio desde su nuca hasta los pies. Los pensamientos de ese momento, de esa dura mañana de despedida no se iban.

Sus ojos comenzaron a humedecerse al recordar posar sus labios en la helada frente que horas antes estaba tibia y reluciente de vida. El ataúd, esperaba en otro cuarto listo para comenzar un triste viaje. Pedro se estremeció al acordarse de ese instante inmortalizado en su memoria tan vívidamente. Esos recuerdos que se atesoran en el alma en una danza de melancolía y alegría por todos los limos momentos juntos. Ese día intentó controlar que sus manos no se movieran temblorosas al tomar los rígidos músculos de su ser amado para despojarlo de las ropas que lo envolvieron en la despedida de este mundo y ponerle su último traje en la misma habitación que lo vio vestirse tantas veces a lo largo de su vida.

Las imágenes pasaban por su mente como si volviera estar ahí. Esa vez por el shock Pedro se contuvo, pero ahora dejó empapar sus ojos a medida que el recuerdo avanzaba, como una película tridimensional en su cabeza, con cada prenda que le sacaba con esfuerzo y por un sentimiento que lo carcomía por dentro al ver primero su torso desnudo y luego sus piernas por última vez. Se quedó paralizado unos segundos pensando sin pensar. Acercó la ropa escogida y suspiro. Lo fue vistiendo con un tornado de emociones al sentir el tacto de sus dedos en el helado y rígido cuerpo, y esa mirada durmiente que no se turbaba ante los bruscos movimientos al no poder colocar la camisa con facilidad. Pedro sonrió en su mente, lo hizo al sentir que el inerte rostro se iluminaba esbozando una de las ultimas sonrisas, casi como riendo por la situación. Besó su frente sintiendo el golpeteo de su corazón. Le puso los pantalones, la camisa, la corbata, calcetines y la chaqueta lentamente, en un intento por detener el tiempo y retrasar lo más posible introducirlo en ese cajón de madera que esperaba más allá del lúgubre pasillo. Entendía que cuando todo terminara no lo vería ni podría tocarlo nunca más. <<Listo>> se escuchó en su recuerdo con la misma temblorosa voz de aquel día, abriendo paso al momento de llevarlo al ataúd.

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