Cruzando la puerta hacia lo que no vemos.

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Carlos y Antonia aún no se recuperaban del todo de su accidente, el cual seguían manteniéndolo en secreto. Ha dos semanas de los trágicos hechos ninguno de los dos se contuvo al recibir la noticia sobre Pedro y Raúl. En un comienzo se molestaron por haberles ocultado tal suceso, pero pronto entendieron que lo habían hecho para que sus corazones no estallaran llevándolos nuevamente al límite de la muerte. Las lágrimas se apoderaron de sus rostros junto con lamentaciones por no haber podido estar presente en ese último momento y quizás el haber ayudado, pero sobre todo sintieron un gran pesar por el sufrimiento a los cuales fueron sometidos.

— Entonces, ¿fuimos nosotros los que activamos todo? — preguntó Carlos tomando de la mano a Antonia que lo miraba confusa después de escuchar a sus amigas.

— ¿Realmente lo crees? — respondió Gabriela.

— O ¿lo que nosotros pensábamos fue solo creación de nuestra imaginación y se aprovecharon de nuestro propio engaño? — volvió a preguntar.

— Sí, pero no creen que se abre la posibilidad de que otros puedan fácilmente lograr lo mismo. Me cuesta... — dijo Antonia con nerviosismo.

— Lo sé. Es tan confuso todo y... — interrumpió Mónica intentando evitar un inevitable pensamiento.

— Y terrorífico — replico Antonia apretando la mano de Carlos.

— Tranquilos. Pedro y Raúl fueron asesinados por un humano. Bueno, eso tampoco es tranquilizador. Un humano horrendo. ¿María víctima o asesina?, ¿Todo fue obra de un grupo de extraños sádicos que supo lo que nos pasaba? ... — dijo Mónica nuevamente tratando de no asustarlos, sin embargo abrió interrogantes que causaron todo lo contrario.

No les había contado del cuaderno que encontró en la casa de Pedro, nadie además de ella y Gabriela tenían conocimiento de su existencia y del contenido el cual revisaron juntas. No quería que la enjuiciaran por no haberla entrado a la policía, ni que hasta no entender bien las anotaciones se prestara para algún mal entendido.

Gabriela la entendió. Comprendió que a pesar que era una muestra de que todo puede ser obra de una secta terrenal, en esas páginas aparecen nombres y situaciones que no solo podían inculpar a María y sus amigos, sino que a ellos mismos como cómplices de algo demoniaco. En algunos puntos se podía inferir que la abuela de Mónica junto a la mamá de Carlos tenían conocimiento de que algo más allá de la realidad. ¿Cómo justificarían que no fueron ellos o que tuvieron algún conocimiento y estaban involucrados en algo sectario?. En lo poco calmadas que estaban sus mentes, ambas amigas creyeron encontrar respuesta a esas interrogantes; por lo que no quisieron correr ese riesgo y prefirieron mantenerlo en secreto. Aún quedaba la opción de que ese cuaderno lo no escribiera María.

— Realmente esto es confuso ¿Qué es peor saber que es algo paranormal o desquicio de la humanidad? — Preguntó Mónica mirándolos y revelando su nerviosismo.

— Esa es la pregunta que nos tuvo y tiene en este momento con la mente perdida — respondió Carlos mirando a Antonia y luego a sus amigas —, pero sabemos que hay algo más, ustedes lo saben, Pedro y Raúl lo sabían; y personalmente nosotros...lo sabemos.

Carlos y Antonia habían estado de acuerdo en no contarlo, pero era el momento de desahogarse. No querían ir al siquiatra y que los medicaran, no era sano; no era lo que deseaban. Antonia comenzó a contar lo que estaban pasando hace casi tres semanas, desde poco antes del accidente que casi les costó la vida.

Mónica y Gabriela quedaron heladas al oírlos y notar como les era difícil esconder sus emociones a medida que avanzaban en la historia. Si ellas fueran totalmente escépticas hubieran quedado encantadas con lo que escucharon y vieron en sus rostros, en sus gestos, en sus voces temblorosas y en sus húmedos e irritados ojos; cuando hablaban con tanta naturalidad y con tanto miedo. Sin embargo, no fue así. Querían no creer lo que escuchaban, querían despertar, querían aferrarse a que todo lo que pasaron y lo que le contaban sus amigos aún era parte de una sugestión colectiva y la locura de unos trastornados que se aprovecharon de ellos, pero no podían. Sus mentes ya estaban incrustando la idea de que todo era cien por ciento humano, pero Carlos y Antonia las caer nuevamente en un temporal mental. Por más que lo intentaban no lograban separar lo racional con lo irracional, lo real con lo fantasioso, y lo peor era que no sabían a que tener miedo. ¿Maldad paranormal o maldad humana? O algo peor, una mezcla de ambas.

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