Un oasis en un mar de preocupaciones

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El silencio en la casa era ideal para oír el pitido de la tetera avisara en cada rincón que el agua estaba hirviendo. Pedro estaba sentado en el sofá perdido en sus pensamientos por todo lo sucedido en el día, pero especialmente por una extraña llamada que recibió. Hace menos de media hora lo llamó Raúl con un tono de voz el cual descifró como preocupación, pero al consultarle si estaba con algún problema, le dijo que estuviera tranquilo.

— No te preocupes... estoy bien — le dijo Raúl con una voz que pareció contradecir sus palabras.

No era la primera vez que lo llama entrada la noche, pero era primera vez que lo hacía solo era para preguntarle cómo estaba y que por favor le avisara cualquier cosa que pensara o aconteciera. La voz, la hora y sobre todo la petición lo dejo pensativo e incluso con algo de preocupación. Raúl lo quería como a un hijo, pero ese tono, esa forma de hablar no era habitual en él y menos entre ellos. Incluso las veces han hablado seriamente han incluido ciertos improperios y una liviandad que en esa llamada se había perdido por completo.

Unos minutos antes también lo había llamado Gabriela que junto a Mónica lo invitaban a beber algo para soltar las ideas sobre lo que han estado pasando. <<Me van a disculpar, pero me siento muy cansado>> le dijo, y no mintió. La tensión por la noticia del padre Jacinto más lo que le conto Carlos lo habían estresado, y ahora, con la llamada de Raúl parecía que todo nuevamente se ordenaba en su cabeza para que creyera en que algo estaba con ellos. <<¿Raúl comenzó a sentir o ver cosas?>> pensó. Por un momento se arrepintió de no haber ido a tomar unas copas con ellas. No solo eran buenas amigas, sobre todo Mónica, sino que además siempre buscaban la mejor visión del problema para encontrar la solución más racional dentro de sus locas creencias. Y ahora requería de eso. <<¿Cómo lo harán?>> pensó al momento que nuevamente vino a su mente lo de Carlos, la sombra que vio, el padre Jacinto y la llamada de Raúl.

De pronto comenzó a sentir que se le oprimía el pecho al pensar en todo lo que puede estar pensando y que Raúl pueda ser una nueva víctima mental o física, tal como lo pudo ser el párroco. Su sentido se sumergió en un pozo de pesimismo ante la posibilidad real de que algo los estuviera acosando y que también peligraran personas que ellos estimaban. Su madre nunca le contó que fue lo que pasaba con ella cuando la encerraron por primera vez y nadie hizo comentario alguno. En este momento después de mucho tiempo se sentía casi como ella, en un viaje que se alejaba de la cordura y cuyo destino se vislumbraba desconocido, turbulento y espantoso. No podía sacar esas ideas de su cabeza.

Raúl siempre le decía y en especial en el tiempo en que lo conoció, que todo era mental, todo mal o bien estaba dentro de cada uno de nosotros. Sin embargo sabía que no era solo de él. Sus amigos también estaban pasando y pensando de manera similar aunque no lo dijeran tan abiertamente como lo hacían sus pensamientos. Eso lo acercaba a creer por primera vez que algo paranormal estaba asechando.

Intentando calmar las emociones dirigió su mirada hacia la pared fijándola en un cuadro que fue de su madre. Era una pintura de muchos colores que daban vida y alegría a una niña que disfrutaba sentada en unas rocas mirando la frondosa vegetación y recibiendo las refrescantes gotas que le llagaban desde de una pequeña cascada cercana. Sin darse cuenta su fijación comienzo a ir más profundo sumergiéndose en una somnolencia que lo hizo cerrar los ojos un par de veces.

Una pesadez se comienzo a apoderar de sus parpados mientras su mirada seguía fija en el cuadro. Sintió que a cada inhalación y exhalación profundizaba aún más los detalles, en cada color, en cada rasgo, en cada sentimiento de aquella joven sentada en ese lugar, y cada pincelada estampada en el cuadro se transformó en una liviandad y una tranquilidad que hace tiempo no sentía. Le pareció el cuerpo tan liviano que se llegó a sentir extraño como estar dentro de un sueño totalmente consciente. Un cosquilleo comenzó a expandirse desde sus manos transformándose rápidamente en una suave vibración en cada musculo de su cuerpo. La extrañeza y algo de miedo por esa nueva sensación dio paso a que moviera su brazo, piernas y luego impulsarse para levantarse de sofá. Sin embargo al hacerlo los pies no tocaron el piso. Se vio sentado desde las alturas rozando el techo a dos metros de donde estaba su cuerpo. Le pareció tan diferente a la realidad y tan incomparable a todo sueño que había tenido pareciéndole que toda tormentosa preocupación se había esfumado.

Miró a su alrededor y al hacerlo su visión se cruzó con la puerta de la cocina percibiendo el agudo sonido de la tetera devolviéndole el aliento y liberándolo esa fantástica liviandad. Al abrir los ojos se sintió envuelto en una relajación que no la tenía en su memoria. Su cuerpo estaba tendido en el sofá con una tranquilidad y tan liviano que le pareció flotar tendido sobre los cojines. Instintivamente miró a todos lados buscando alguna sombra, pero su relajo hizo que lo olvidara rápidamente. Respiró hondo al tiempo que se tocaba sus brazos, piernas y cara sintiendo el tacto de sus manos con su cuerpo. Se levantó hacia la cocina. Apagó el fuego, sacó su tazón, preparó una infusión de manzanilla y se dispuso tranquilamente para ir a dormir sin pensar en nada que lo perturbara.

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