Un soleado día noticioso

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Raúl se sentó en una de las sillas dispuestas hacia el mesón del local que no solo servía de vitrina para pequeños objetos a la venta, sino que además cada mañana era el altar del desayuno. Había llegado hace treinta minutos, pero se preparó una taza de café con leche con toda calma y recién se estaba sentando. Abrió un paquete de galletas, sacó cinco que dejó sobre un pequeño plato. Con el periódico del día en la mano dio el primer sorbo y su cuerpo se paralizo. Lo caliente que sintió el líquido al tocar su boca no fue suficiente para calmar el frio que invadió su cuerpo al ver la noticia que lo llevó a la página cuatro. El padre Jacinto había sido encontrado sin vida dentro de una de las salas de la parroquia donde por más de 30 años había estado trasmitido la palabra de Dios.

Dejó la taza a un lado y se concentró en leer la crónica. Había fallecido la noche anterior con causa desconocida. No encontraron pruebas de participación de terceros por lo que se sospechaba de un ataque cardiaco, pero aun no estaban seguros debido a la forma en quedo el cuerpo. La reseña señalaba la primera impresión de los bomberos y policías: "Todo indica que habría fallecido rezando. Sus rodillas aun tocaban el piso con su cuerpo ladeado hacia un costado, con uno de los brazos recogido y el otro estirado, con ambas palmas hacia arriba. Es extraño, pero están investigando si fue por el humo u otra cosa".

Se imaginó la postura y un nuevo remezón se dejó sentir en su cuerpo. La noticia trajo a su recuerdo cuando la señora Marcela le conto sobre la muerte de su esposo, el abuelo de Mónica. Le narró lo sucedido el día en que Raúl le contó que presenció a un señor en la calle desplomarse repentinamente alertando a los que estaban cerca. Cuando llegaron los enfermeros lo atendieron continuando con el procedimiento que comenzó un transeúnte. Un ataque cardiaco señalaron antes de llevarlo rápidamente a urgencias.

La señora Marcela se emocionó, miró a Raúl y comenzó a contarle sobre esa tarde.

<<Antonio murió en la cocina de la casa una tarde como cualquiera. El certificado de defunción señaló asfixia, pero fue muy extraño, ya que daba señales de que había algo más y al comienzo pensábamos que fue un ataque cardiaco, pero.... ¿Asfixia de qué? ¿Cómo?. Nunca supimos. No estaba comiendo nada, no sufría de ninguna enfermedad a los pulmones y nadie lo...atacó.

<<Ese día estaba Mónica y Carla con nosotros, nuestra nieta e hija, tú las conoces — dijo esbozando una sonrisa. Él se levantó a buscar una botella de bebida a la cocina y servirnos un poco. Cuando sentimos el sonar de los vasos al romperse contra el piso. Lo llamamos bromeando, pero no respondió. Mónica se levantó y lo encontró. Con el grito nos levantamos con Carla y...lo vimos.

<<Estaba de pie mirando y estriando las manos como si estuviera sosteniendo un pocillo hacia algo que solo él podía ver. Balbuceaba palabras que no entendimos y después comenzó a susurrar como si rezara hacia eso que tenía al frente. Se arrodillo levantando la mirada hacia un mueble donde guardamos los platos. Junto a mi hija y nieta nos quedamos sin saber qué hacer, en un principio pensando que se trataba de una broma, pero cuando giro la cabeza vimos sus ojos desorbitados, enrojecidos y luego completamente blancos. La respiración era tan agitada que ahogaba los susurros. Me acerque junto a Carla mientras Mónica corrió a llamar a la ambulancia temiendo lo peor. Lo tomamos de los brazos abrazándolo para tranquilizarlo, temblaba y sudaba como si estuviera horrorizado por algo. No pudimos levantarlo, su cuerpo estaba tan tenso que nos fue imposible cambiarlo de posición. Comencé a llorar pensando que tenía un ataque cardiaco, Carla se preparó por si debía reanimarlo, pero nos alejó con un manotazo. Llego Mónica y las tres nerviosas nos quedamos junto a él que seguía como ido, sin signos de dolor, parecía que no estaba ahí, estaba en otro lado, nos veía, sabía que estábamos con él, nos señalaba que miráramos hacia una esquina donde no había nada. Carla nuevamente intento moverlo pero él nos rechazó airadamente. Era claro que no estaba con ataque y menos con algo relacionado con asfixia. <<¿Lo ven? ¿Lo escuchan?>> nos dijo con voz segura, <<¡¿No lo ven?!>> Nos gritó.

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