Algo desconocido que golpea la mente

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El día había comenzado con un cielo despejado, pero con el avance de las horas se cubrieron recordando a todos que aunque no lloviera, estaba por comenzar el invierno y las bajas temperaturas con cielos cubiertos llegaron para quedarse.

Gabriela y Mónica salieron temprano. Ambas se acompañaron en sus compromisos y quehaceres que programaron la noche anterior. Primero fueron a una junta de Gabriela con el proveedor de nueces para el negocio de venta y distribución de frutos secos de su padre y luego fueron a la casa de la abuela de Mónica para terminar de ordenar antes de que volviera al Sur a ver a su madre y proyectar juntas la instalación final del sueño de su abuela, abrir una sucursal del negocio de pasteles que tiene su madre y la amiga de ella en el Sur.

La estadía en la casa fue tranquila, el nerviosismo inicial por lo que podían sentir se fue desvaneciendo a medida que pasaban los minutos. No sintieron ni vieron nada extraño. Quizás por la hora, el mantener sus mentes distraídas al estar pendiente de la música que salía de la vieja radio la cual prendieron desde un comienzo y a que se movieron siempre juntas conversando y riendo. <<Sí no lo pensamos sintiéndolo, no lo traemos>> dijeron tomándose de las manos antes de entrar. En las casi tres horas que estuvieron no pasó nada dejándolas tranquilas y pensando en que todo debe ser obra de la imaginación.

Llamaron a Pedro sentadas en el sofá contándole que estaban ahí y que todo estaba tranquilo. La noticia lo alegró y tranquilizó.

A esa hora los padres de Gabriela terminaban de almorzar. Como era la costumbre de todas las tardes don Mario preparó su café y una infusión de limón para doña Clara; y ambos se fueron a descansar al sofá donde pasaban un momento conversando, leyendo o viendo la televisión si es que encontraban algo bueno.

Estaban sentados en sofás individuales uno al frente del otro separados por una pequeña mesa de madera. El ceño fruncido de la madre de Gabriela respondía por sí solo cada vez que su marido la interrumpía en la lectura. Pero esta vez miró con curiosidad a su esposo comunicándole con una sonrisa que evidenciaba su inquietud. Estaban seguros que algo escucharon. Sin embargo, al no volver a oír lo desestimaron y continuaron en lo suyo. Diez minutos después don Mario bajo el volumen de la televisión y la volvió a interrumpir, pero esta vez llamo la total atención de su esposa. Se miraron y ambos casi al mismo tiempo levantaron las mejillas frunciendo el ceño en reacción al extraño olor que invadió la habitación. A los pocos segundos el aroma aumento en intensidad provocándoles aquedad en cada respiración. Un nuevo ruido hizo que don Mario silenciara el televisor y con una mano se tapó ineficientemente nariz y boca colocando atención al silencio que invadía la habitación. La poca tranquilidad que tenían se quebró por un fuerte golpe que sin duda venía detrás de la señora. Doña Clara miró a su esposo llenándose de nerviosismo al ver como el rostro de su amado reaccionaba ante lo que estaba viendo detrás de ella. Raudamente giró para observar lo que su marido seguía mirando con asombro y advirtió que uno de los vasos sobre la mesa del comedor se desplazado un centímetro para luego quedarse totalmente quieto. Una mezcla de emociones los envolvió, pero el nerviosismo por lo que enfrentaban los hizo mantenerse en silencio e inmóviles por unos segundos. Con la tensión olvidaron momentáneamente el nauseabundo olor, lo que acababan de ver inhibía toda percepción por sus otros sentidos. De pronto, un histérico grito se dejó sentir en toda la casa terminando con cualquier gota de serenidad. El vaso nuevamente se deslizo por la superficie de la mesa, sin embargo esta vez no se detuvo, cayendo y destrozándose con fuerza en el piso.

Comenzaba a caer el sol cuando Gabriela y Mónica se acercaron a la reja de entrada que da paso al jardín de la casa. Les llamó la atención notar que la luz del patio delantero estaba prendida antes del anochecer. Al ingresar su atención creció ya que no solo era esa, sino que todas lo estaban y una música que salía del interior se escuchaba con alto volumen. Al entrar a la casa notaron claramente que el sonido venia de la cocina. Don Mario salió a recibirlas y mediante un sutil gesto con su cabeza las invito a entrar a la cocina. Gabriela con algo de extrañeza caminaba lentamente hasta que llanto la alarmó. Apuró el paso y vio a su madre sentada en una silla con una taza de té caliente entre las manos y en un estado de mucho nerviosismo. "un ataque nervioso" le dijo su padre.

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