Una experiencia como cualquier otra

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El despertador dio el aviso de que era hora de levantarse con una suave, pero efectiva melodía. Mónica abrió los ojos e intentó no hacer caso a la pesadez de sus parpados que tendieron a cerrarse para seguir durmiendo. Pasó una larga noche, primero compartiendo con los padres de Gabriela, luego con ella y termino con sus pensamientos errantes antes de conciliar un sueño que no fue para nada reparador.

Estiró el brazo intentando apagar el despertador, pero no lo alcanzó sino hasta que se despegó de la almohada. Se sentó en la cama mirando el gran espejo que tenía al frente notando que el cansancio se reflejaba en su semblante. Caminó lentamente para mirar su rostro más de cerca. Un sonido que le pareció venir de la cocina le dio la idea de que ya estaban preparando el desayuno. Cerró los ojos con toda naturalidad y respiró hondo entregándose a un nuevo amanecer. Al abrirlos volvió a mirarse en el espejo intentando ver en sus ojeras las marcas del mal dormir, pero se alejó rápidamente al percibir por el reflejo que algo se movió detrás de ella. Miró a su alrededor sin ver nada extraño. Volvió su mirada notando nuevamente en el reflejo que algo se movió sobre su hombro, pero esta vez no volteó. Se quedó quieta mirando fijamente su cuerpo reflejado y atenta ante cualquier movimiento a su alrededor. Se quedó esperando que alguien se acercara en forma sigilosa, pero avanzaban los segundos y nadie apareció. Sin darse cuenta su mirada fija casi sin pestañar comenzó a perderse en la figura de su cuerpo y en lo que lo rodeaba. Su vista se nubló, pero no le impidió ver como la superficie del cristal empezó a ondularse y el contorno que rodeaba el reflejo de su cuerpo se tornaba cada vez más oscuro, aguanto la respiración y una brisa de aire tibio que pareció salir de las negras ondas que se formaban la envolvió. Sintió los parpados cada vez más pesados y la cálida brisa que sentía con más fuerza casi la paralizó. Posó sus manos sobre su cara restregándolas en su frente, mejillas y sobre los parpados intentando despertar de lo que creyó ser parte de una divagación de la mente por la somnolencia, desconectándola del momento y haciéndole volar la imaginación, pero no lo logró. Le dio la sensación de estar totalmente inmersa en un sueño consciente cuando el contorno de su cuerpo reflejado se oscureció por completo provocando que su corazón comenzara a palpitar más de prisa. Cerró los ojos para calmarse tal como lo haría si estuviera meditando, pero la primera reacción fue sentir un vahído que la hizo temblar y casi caer al piso. <<No es real>> se dijo abriendo y cerrando nuevamente los ojos. Sus palpitaciones aceleradas golpeaban con fuerza y su mente se nubló al abrirlos y ver la figura de otra persona. No dejando de mirar el espejo, levanto la mano y lentamente toco su cara sintiendo los pliegues de las arrugas que se mostraban delante de ella. <<Soy yo, pero estoy soñando despierta, tranquila>> pensó, pero el tacto en su piel la descolocó, grito pero su voz era silenciosa. En el espejo vio como del rostro de esa anciana arrugada un hilo de sangre se deslizaba desde la nariz. Como acto instintivo llevo su mano a la cara sintiendo la humedad de su líquido vital y mirando inmediatamente su mano. No solo tenía una mancha roja en sus dedos, sino que su mano estaba tan arrugada como lo estaba su cara reflejada. El azote de un helado miedo recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Quiso gritar, pero en el intento de controlarlo sintió que algo presiono su pecho con fuerza. <<No es real, no es real...no hay nadie más>> repetía en su mente al tiempo que movió los labios directamente hacia esa imagen en el espejo. Cerró los ojos inhalando lentamente mientras en su mente se repetía <<No es real, no es real...>>.

Exhaló, y volvió a inhalar sin dejar de pensar en que lo que estaba viviendo solo era producto de su imaginación. Aguantó la respiración quince segundos y su cuerpo se relajó llegando a olvidar donde estaba y que hacía. Al abrirlos se miró en el espejo. Nuevamente su imagen reflejada era normal y la temperatura del ambiente se hacía muy agradable. Se vio las manos, toco la cara, el pelo y todo era normal, sin rastros de arrugas, de sangre ni de miedo. Solo le quedaba el sudor y el palpitar acelerado del corazón que poco a poco volvía la calma.

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