Cruzando la dulce línea de la calma mental.

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Los nervios no la dejaban pensar. Caminaba lo más rápido posible. Ya estaba a pocas cuadras de la casa y no podía encontrar la copia de la llave que tenia de la puerta desde la época en que eran más que amigos. La usó hace menos de un mes, pero el nerviosismo y su negación de tenerla en el llavero le jugaron en contra. Presagiaba que algo malo había pasado, sobre todo después de saber que Carlos y Antonia que estaban entre la vida y la muerte. Pedro era su amor platónico y ella la de él, su amigo, su energía. Habían pasado tiempo separados, pero cuando se reencontraban el amor y la amistad los fusionaba en cuerpo y alma sin importar las circunstancias. Con la extraña muerte de su abuela y su madre, ambos sentían que el destino les decía algo. Su relación abierta siempre fue tema, pero ellos sabían que debían vivir el momento y cada vez que podían eran ellos, solo ellos, sin pasado, sin celos, sin novios, novias, sin nadie más. Ahora se dirigía a su casa debiendo esperar cualquier escenario, esa incertidumbre le hacía sentir una gran presión en su pecho que la dejaba casi sin aliento. Tenía que estar preparada para que la recibieran con un cálido beso y un fuerte abrazo o con una noticia que la desmoronaría por completo. Su cuerpo casi no reaccionaba, le costaba caminar, pensar, pero el deseo de saber que estaba pasando la impulsaba.

La casa estaba con todas las ventanas y cortinas cerradas, lo que le dio una mala señal. Encontró la llave en un pequeño bolsillo en el interior de la mochila, recordando que Pedro la había dejado ahí. <<Para que no se pierda, para cuando quieras...>> le dijo sonriendo esa vez. Con la mano temblorosa, pero con decisión, la introdujo en la cerradura. <<Quizás este teniendo sexo con alguien y los pille. Eso sería malo, pero al menos sabría que está bien>> pensó rápidamente en un acto inconsciente por encontrar una respuesta positiva. Giró la llave empujando la puerta suavemente.

El lugar estaba sombrío. La poca luminosidad que entraba atreves del genero de las cortinas alumbraba tenuemente el ambiente que bajo un gran silencio la tensionó aún más. Mónica entro llamando a Pedro, a Raúl y luego preguntó por María; pero nadie contesto. A pesar de que los dos últimos días han estado helados, el interior estaba caluroso casi sofocante con un extraño olor y el aire denso que le apretó el pensamiento. Dejó la mochila en el sofá más cercano, corrió las cortinas para que entrara algo más de luz. Se dirigió al comedor y luego a la cocina. De nuevo los llamó, sin respuesta. La sugestión y miedo que habían dejado hace poco volvió, su corazón se aceleró y el calor que se apoderaba de su cuerpo comenzaba a cegar los pensamientos.

Lentamente camino hacia el pasillo deteniéndose en la entrada y pudo observar que todas las puertas estaban cerradas. Un temblor en sus piernas se sincronizo con la fuerza de sus latidos, pero su determinación la hizo avanzar rápidamente hacia el final del oscuro pasillo donde estaba la puerta del dormitorio principal, mientras preguntaba nuevamente por ellos en voz alta. Se contuvo de entrar de inmediato deteniéndose en la puerta tratando de oír algo, pero nada. Golpeó, los segundos de espera intentando obtener una respuesta le parecieron una eternidad, pero nadie contestó. Controlando el miedo la abrió rápido, fuese cual fuese la escena en ese dormitorio quería entrar antes que la ansiedad la terminara por carcomer.

Al abrir la puerta un nauseabundo olor le golpeo la cara obligándola a fruncir el ceño y en un acto instintivo a taparse nariz y boca intentando suavizar el aroma. La cortina dejaba pasar la luminosidad mínima para darse cuenta de que estaba sola y lo suficiente para dejarla inmóvil con un estupor que la remeció. Su corazón le pareció explotar al igual que su cabeza perdiendo la noción del tiempo y del lugar donde estaba, su cuerpo comenzó a temblar bajo un frio sudor que le brotaba con olor a terror. La cama que la cobijo tantas veces estaba desecha como si alguien hubiese dormido ahí junto a velas rojas y negras que ya estaban consumidas por el calor. Las paredes empapeladas parecían gritarle con imágenes de objetos antiguos, con dibujos y escritos con pintura con el mismo color marrón que la conmovió en las fotos. Mónica observó su alrededor aturdida por todo lo que veía, olía y sentía. Miró el piso y en un rincón tres lámparas, un jarrón con varias varillas de inciensos en su interior y una figura de bronce, estaban dentro de un círculo similar al que María les pidió que hicieran para el ritual. Se acercó temerosamente tomándola. Un gran peso en su pecho la dejo casi sin aire cuando la vio, dejándola caer. En cada exhalación su cuerpo temblaba. No podía creer lo que estaba pasando, quiso gritar, llorar, correr, pero ya estaba ahí sumergida de nuevo en la oscuridad. <<Pedro que has hecho>> se dijo, pero dudaba de su pensamiento. <<El no sería capaz, al menos solo no...>> resonaba en su aturdida mente que intentaba calmarse ante los estremecimientos de su cuerpo y el fuerte latido de su corazón.

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