Capítulo 12

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Jennie iba en la parte de atrás del Prius de Rosé, Mina a su lado en el asiento central y Sana, la nueva y guapísima novia de su amiga que vivía y trabajaba como abogada en Sinchang Windmill, al otro lado. Tenía el pelo corto y rubio, que parecía tener mente propia, pero lo compensaba con trajes impecables y un estilo butch. Esa noche, se había dejado el traje en casa, o en el piso de Mina, y se había decantado por unos vaqueros, unos zapatos de vestir marrones y una americana azul marino sobre una camiseta blanca. Rara vez hablaba, pero cuando lo hacía, siempre soltaba alguna perla, como mi empresa tiene asientos de palco en el Met, deberíamos ir todas alguna vez, como si eso fuera lo más normal del mundo.

Hasta Jisoo pensaba que Sana era un poco extravagante a veces, y eso que había vivido doce años en la concurrida ciudad de Seúl.

La relación era reciente y Mina estaba muy enamorada. Tras una ruptura relativamente sosegada con Jaebum el otoño anterior, su novio desde hacía casi tres años, se había alejado del mundo de las citas hasta que Sana había entrado en su tienda hacía un mes. La mujer le había dicho que la había encontrado en Instagram y que estaba dispuesta a pagar mucho dinero por una agenda personalizada.

Mina había confeccionado el planificador en un tiempo récord, una agenda de lesbiana poderosa, como la había llamado, y Sana y ella se habían acostado en cuanto había terminado el encargo.

Por supuesto, Jennie conocía todos los detalles de su romance, como que Mina quería arrancarle el traje a medida a Sana en cuanto la veía, porque su amiga carecía de ningún tipo de filtro verbal.

En todo.

Jennie escuchaba mientras sus amigas charlaban sobre cómo les había ido el día. Rosé comentó que nunca había conectado al escritor Jungkook Manoban con los Manoban de la Ciudad Jeju.

—Yo tampoco —dijo Mina—. La verdad es que no me había parado a pensarlo. Su libro es pura autocontemplación de señor blanco.

—No lo es —aclaró Rosé—. A mí me gustó. Y la mitad de los personajes son queer.

—Vale, eso te lo compro —dijo Mina—. Me sigue recordando demasiado a Franzen.

—Por Dios, qué mala eres —añadió Rosé y se rio—. Jungkook escribe personajes femeninos cis mucho mejor que Franzen. Ni siquiera incluye escenas de sexo gratuitas en las que los pechos de las mujeres tiemblan como si tuvieran mente propia.

—Entonces, ¿para qué leerlo? —preguntó Jisoo desde el asiento del copiloto.

Rosé soltó una risita y le agarró la mano para besarle los dedos.

—Jungkook no escribe novelas románticas.

—¿Las tetas sintientes son románticas? —preguntó Jisoo.

—Me encantaría verlo escribir romántica —dijo Mina.

—Dudo mucho que fuera capaz —comentó Sana con su voz suave.

—Exacto —dijo Mina y la miró como si la mujer hubiera inventado el sexo.

Jennie pensó que seguro que Sana tenía un collar de un clítoris. Se le escapó una carcajada.

—¿De qué te ríes? —preguntó Mina.

Ella hizo un gesto con la mano y se volvió hacia la ventana. Rosé se aclaró la garganta.

—Me alegro de que hayas invitado a los Manoban esta noche, Minari.

Jennie apretó los dientes. Le había dicho a Mina varias veces durante la comida que a ella no le había hecho ninguna gracia la improvisada invitación, lo que era más o menos lo único que le había contado de la mañana que había tenido. Su amiga, por supuesto, había querido saber todos los detalles del rodaje con Taeyeon, así como por qué Lisa Manoban hablaba de guerras cuando se las encontró fuera del hotel. Había intentado quitársela de encima con frivolidades efusivas como Taeyeon es genial y solo son diferencias creativas, pero lo cierto era que no había dejado de pensar en la pintura azul y en que Kim Taeyeon había calificado su diseño, mucho más moderno, de falto de inspiración.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora