Capítulo 2

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Lisa Manoban avanzó casi dos kilómetros por la carretera antes de tener que parar. Intentó contenerse y tragar el nudo que se le estaba formando en la garganta, pero a la mierda, porque ¿para quién intentaba mantener la compostura? Desde luego, no para sí misma. Ya llevaba un año siendo un completo y absoluto desastre, más si empezaba a contar desde el diagnóstico de Joohyun, así que era un estado al que ya se había acostumbrado.

Estaba a unos ocho kilómetros de donde se alojaba en casa de su abuela. Jungkook ya la estaba acribillando a mensajes para preguntarle cuándo volvería con su preciado café y no le apetecía llegar con chorretones de rímel en la cara.

Detuvo la camioneta, Adora, en el arcén de la carretera de dos carriles que salía de la Ciudad Jeju, rodeada por nada más que árboles de hoja perenne empapados por la lluvia hasta donde alcanzaba la vista y alguna que otra montaña de la que no sabía el nombre en la distancia.

Muy diferente de Bangkok. Aunque, claro, de eso se trataba.

Puso a Adora en punto muerto y el motor protestó; el viaje a través del país de hacía una semana había dejado a su preciosa camioneta para el arrastre. Joohyun y ella le habían puesto el nombre de la protagonista de su serie favorita, She-Ra, cuando Lisa había empezado a trabajar de carpintera en House's Dalloway & Daughters cuatro años atrás.

Joder, ¿solo habían pasado cuatro años? Le parecía toda una vida.

Lisa apoyó la cabeza en el asiento de piel y dejó que las lágrimas le resbalaran por la cara. Todo era un desastre; la mudanza, o la segunda oportunidad, como le gustaba llamarla a Jungkook. Su hermano mellizo llevaba casi seis meses insistiéndole para que se fuera de Bangkok.

—Está maldito, Lis —le había dicho más de una vez.

—Claro que está maldito —ella siempre respondía—. Es una de las ciudades más embrujadas de Tailandia.

—Sabes a qué me refiero, listilla.

Lo sabía, pero antes muerta que reconocerlo. Sin embargo, en los meses posteriores, desde que había empezado a enviarle postales, todas de alguna ciudad o un país nuevo y emocionante (¡San Francisco! ¡Japón! ¡París!); su vida en Bangkok no había hecho más que empeorar. Se había vuelto descuidada en el trabajo, lo que le había cultivado varias quejas de clientes, decenas de armarios hechos a medida y piezas de mobiliario únicas arruinadas por culpa de errores de cálculo, de la niebla mental de la que era incapaz de deshacerse.

Hasta su psicóloga le había dicho que le vendría bien cambiar de aires.

—Creía que el objetivo de la terapia era enfrentarse a los problemas, no huir de ellos —había dicho Lisa en una sesión dos meses atrás, cuando Minnie le había sugerido con mucho tacto que a lo mejor Jungkook tenía razón.

—No es lo mismo huir de algo que huir hacia algo —le había dicho—. Necesitas un cambio, Lisa. No estás viviendo. Estás atrapada en una vida que lleva un año muerta. O lo estás intentando, porque claramente no funciona. Es una vida que ya no se puede vivir.

Lisa se había marchado del despacho de Minnie como una exhalación después de aquel consejo, sin despedirse ni mandarla a la mierda ni nada. Aun así, las palabras de la psicóloga la habían atormentado, más que ninguno de los famosos fantasmas de Bangkok, hasta el día en que las cosas se descontrolaron un poco en el trabajo.

Quizá «descontrolarse» era un eufemismo, dado que le había prendido fuego a una restauración multimillonaria en Chatham Square.

A propósito.

Un incendio pequeñito.

Había arruinado la instalación de unos magníficos armarios de roble; en concreto, se le había caído una pieza de una esquina tras rechazar la ayuda de su ayudante Molly y la preciosa madera se había hecho pedazos contra el suelo, así que estaba frustrada, como poco. Por lo visto, según los testigos, había sacado unas cerillas de la caja de herramientas, había encendido unas cuantas y las había arrojado a la pila de madera mientras voceaba algo parecido a: ¡A la mierda, a la mierda, a la mierda!

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora