Capítulo 20

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Unos días después, Jennie se plantó ante la puerta de la casa de Mina para una improvisada sesión de cine con sus amigas. Estaba agotada después de haber estado hasta la madrugada trabajando en el nuevo plan de diseño con Lisa varias noches seguidas. Tenía muchas ganas de pasar una noche tranquila con sus mejores amigas, con un poco de vino, en el mullido sofá de Mina y viendo una peli mala de la que burlarse sin piedad.

Acababa de levantar la mano para llamar cuando lo oyó.

Gemidos.

Procedentes del interior del piso.

—Sí —dijo la voz entrecortada de Mina—. Justo ahí. Dios, Sana, sí.

Jennie se llevó la mano a la boca y casi trastabilló hacia atrás. Mina nunca hacía nada a la discreta y al parecer eso incluía lo ruidosa que era durante las sesiones de sexo con su nueva novia.

—Joder, sí. Dios, qué lengua tienes. Así, sí.

Era lo que conseguía por llegar siempre temprano. Su madre le había inculcado la puntualidad con tanto fervor que incluso cuando era puntual, la ansiedad se le disparaba y caía en una espiral de miedo a decepcionar o incomodar a quien pudiera estar esperándola. Por eso siempre madrugaba.

En ese momento, sin embargo, habría preferido por mucho llegar tarde que encontrarse en aquella incómoda situación. No quería quedarse allí esperando a que Mina y Sana terminaran, pero tampoco quería darse la vuelta e irse, porque ¿a dónde iría? Cuando Mina les había enviado un mensaje al grupo para sugerir una noche de pelis y tacos, les había dicho a las seis y media. Eran las seis y veinticinco.

Y sin embargo, los gemidos continuaron.

—¿Te gusta? —le llegó la voz aterciopelada de Sana.

—Me gusta. Joder, sí, me gusta muchísimo. Por favor, quiero que me comas el...

Jennie salió corriendo por el pasillo en dirección a las escaleras antes de que Mina terminara la frase. Tenía las mejillas encendidas, el corazón le latía con fuerza y... Dios.

Sentía una tirantez en el vientre, una presión entre las piernas que no podía ignorar. Sí podía, pero Dios. No había salido esa noche esperando ponerse cachonda. Mina siempre había sido muy abierta con su vida sexual, pero nunca la había oído en vivo y en directo.

Se quedó en lo alto de las escaleras, con la botella de Riesling bajo el brazo, mientras se retorcía para intentar librarse de las punzadas que sentía entre los muslos. Cerró los ojos, pero no sirvió de nada, pues la perfecta boca de piñón de Lisa se materializó en su mente y empezó a imaginar los callosos dedos de la carpintera por su piel...

Mierda. Necesitaba tomar el aire.

Hacía una noche agradable. Esperaría en la calle a que Rosé y Jisoo llegaran, no pasaba nada.

Estaba a medio camino por la escalera cuando Lisa Manoban apareció dando saltitos desde la planta baja, con un pack de seis cervezas artesanales en la mano.

En la otra llevaba el teléfono e iba leyendo la pantalla. Jennie sintió una repentina oleada de alegría al verla, lo cual era ridículo, teniendo en cuenta que hacía apenas una hora que habían estado juntas en el hotel.

Habían pasado mucho tiempo juntas en los últimos días: de nueve a cinco, más varias noches en el taller de Lisa, buscando muestras de tela y tonos de pintura y navegando por Etsy, rodeadas de envases de comida para llevar.

En algún rincón de su mente, sabía que debería sentirse un poco amenazada o incluso territorial con su trabajo. Juntas, Lisa y ella habían repasado los planes de diseño de ambas para toda la casa y, para cada habitación, la opción de Lisa terminó siendo el diseño predominante. Sí, muchos de los planos de Jennie también se habían colado, como una pared de contraste con patrón espigado por aquí, unas fotografías en blanco y negro de la Isla Jeju por allá, pero a veces costaba recordar a quién se le había ocurrido cada idea.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora