Capítulo 18

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La noche no había salido como había planeado. La intención de Jennie había sido ir al hotel, pasar un rato a solas en las habitaciones y pensar en su siguiente paso. Durante todo el día se convenció a sí misma de que no estaba evitando el Lloud a propósito, de que le daría igual ver a Lisa en un ambiente profesional después de la noche que habían pasado juntas, después del sueño y de todo lo que había hablado con Jisoo. Sin embargo, cada vez que pensaba en estar en la misma habitación con ella, se le erizaba la piel, se le revolvían las tripas como si fuera una adolescente con su primer flechazo y temía que fuera a vomitar de verdad.

En aquel momento se sentía igual, pero ya no había nada que hacer al respecto. Lisa la había sorprendido y Jennie se esforzaba por no vomitar delante de ella.

La otra mujer se frotó la nuca, pensativa. Algo en el movimiento volvió a acelerarle el estómago, la forma en que se le marcaba la clavícula bajo la piel, cómo levantaba una cadera ligeramente más que la otra.

Por Dios, qué ridiculez. Jennie no era así. No perdía la cabeza por un flechazo. No tenía flechazos y punto. Desde luego, Kai nunca le provocó este tipo de sentimientos. Tendría que remontarse a la escuela secundaria, cuando enamorarse era toda una novedad, para encontrar una comparación adecuada a cómo su cuerpo se estaba comportando al mirar cómo el cabello dorado de Lisa le cubría la frente.

Vaya lío en el que estaba metida.

—¿Me dejas el iPad? —preguntó Lisa.

—¿Qué?

—El iPad. —Señaló con la cabeza el aparato que Jennie tenía en la mano—. Así te lo enseño.

Se lo entregó sin decir palabra y observó cómo Lisa daba golpecitos en la pantalla al mismo tiempo que caminaba por la habitación, hasta que se acomodó en el chirriante banco de madera de la ventana. Jennie la siguió y se sentó sobre las piernas para no rozar a la carpintera.

El intento resultó en vano. Tras unos cuantos golpecitos más, Lisa se inclinó dentro del espacio de Jennie para que ambas vieran el iPad y arrastró consigo ese aroma embriagador a pino y flores, con un hombro apenas apoyado en el suyo y la estimulante presión del calor corporal.

Jennie respiró despacio por la nariz, pero entonces el sueño le volvió a la mente. Por Dios, tenía que controlarse.

—Bien, esta es la habitación Lapis.

Lisa inclinó un poco más el iPad y la castaña vio que había iniciado sesión en el mismo programa de diseño que ella usaba para trazar sus planos.

Salvo que la pantalla mostraba un diseño completamente distinto.

En la imagen tridimensional, el azul oscuro, casi brillante, recubría las paredes, como era de esperar, y unas cortinas de damasco blanco y plata enmarcaban las ventanas. La cama estaba en la pared de la derecha y tenía un cabecero de tela blanquecina. Las sábanas eran blancas, pero la colcha casi hacía juego con las paredes, de un azul intenso y sedoso, con cojines decorativos del mismo tono, salpicados de blanco, gris y dorado, formando un mosaico.

Una gran alfombra se extendía sobre el suelo de madera, blanca con círculos de color azul, gris, blanco y dorado. En una esquina, había dos sillones dorados, con cojines blancos y grises para adornar. Los muebles, una mesa entre los sillones, dos mesitas de noche, una cómoda y un armario, eran de roble oscuro, y las paredes estaban salpicadas de apliques pequeños de color ámbar, junto con marcos para cuadros que parecían ser en su mayoría blancos y grises.

Para dar luz, pensó Jennie.

Pensó muchas cosas mientras analizaba el diseño, desde los colores hasta la ornamentada lámpara de araña que colgaba del techo. Pensó en que a la habitación le faltaba un poco de textura, algo que le diera un toque más personalizado. Pensó en que normalmente no le gustaban nada los muebles de madera oscura.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora