Capítulo 29

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Lisa se quedó mirando cómo la madre de Jennie se esfumaba por la puerta principal, sin despedirse ni mandarla a la mierda ni nada. Qué mujer más encantadora. Sabía que Jessica Kim-Jung era todo un personaje, pero joder. Le temblaban las manos y apenas había pasado dos minutos en su presencia.

Se sentó en el sofá y observó a Jennie en el porche de atrás. Aún no había entrado, ni se había movido desde que su madre se había marchado hacía diez minutos. Fuera lo que fuese de lo que habían hablado, había sido breve y, por cómo la mujer encogía los hombros, no muy agradable.

Lisa se levantó. Volvió a sentarse. Quería ir a ver a Jennie, pero también quería dejarle espacio. Sabía cómo era que alguien no te dejase en paz cuando estabas perdiendo la cabeza, gracias a su hermano mellizo.

Por otra parte, a pesar de lo molesta que resultaba a veces la preocupación de Jungkook, no dejaba de ser una muestra de cariño. Era amor y eso era lo que Lisa quería mostrarle a Jennie en ese momento.

Se levantó de nuevo. Cuadró los hombros y se dirigió hacia el porche. Luego decidió que probablemente sería buena idea llevarle un poco de valor líquido, así que corrió a la cocina y llenó dos vasos de pinot grigio. Bien armada, abrió la puerta de atrás procurando no hacer ruido. Salir al exterior fue como entrar en otro mundo. Hacía un calor primaveral y las nubes se acumulaban en el cielo, pero contenían la lluvia, como un suave manto de calma sobre el día que se desvanecía.

Jennie no se volvió. Siguió mirando hacia el patio, pero Lisa vio que bajaba un poco los hombros.

—Hola —dijo al acercarse y ofrecerle una de las copas. Jennie la aceptó y se bebió la mitad. Se estremeció al tragar.

—Uf, ¿así de mal ha ido? —preguntó Lisa. Intentó usar un tono distendido, con la esperanza de que pudieran reírse de que Lisa hubiera abierto la puerta en ropa interior y se hubiera encontrado a la madre de su amante, que era como Julia Roberts, pero con un palo metido por el culo.

Jennie suspiró, temblorosa, y bebió otro trago.

—¿Puedo hacer algo? —preguntó Lisa.

Jennie negó con la cabeza.

—Se lo he dicho. Le he contado lo nuestro.

Lisa se pasó una mano por el pelo.

—Supongo que no le ha hecho gracia.

Jennie se encogió de hombros, con los ojos aún vidriosos fijos en el patio trasero.

—No le ha importado. Eso me ha dicho. No me importa con quién pases el tiempo, Jennie. Esas fueron sus palabras exactas.

Ahí fue Lisa la que bebió un trago de vino. En cuanto a experiencias saliendo del armario con los padres, no era la más horrible. Joder, había oído historias terroríficas entre su comunidad queer en Bangkok, sobre todo entre gente de la generación X, personas a las que sus padres habían echado de casa o las habían enviado a campamentos de conversión. Sabía que esas cosas aún ocurrían y que afectaba mucho más a los niños racializados y a los niños trans.

Aun así, cuando un padre reaccionaba con indiferencia ante una confesión vital bastante importante, no era bueno.

—Mierda —fue lo único que se le ocurrió decir.

Jennie asintió.

—Lo que sí le importa, sin embargo, es mi reputación.

—En plan, ¿qué pensara la gente de que salgas con una mujer?

—En plan... —se interrumpió y miró al interior. Lisa sintió que Jennie estaba a kilómetros de distancia.

—Oye —dijo y le apretó el hombro—. Salir con alguien que te gusta no va a arruinar tu carrera. Es...

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora