Capítulo 34

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El miércoles por la tarde, Jennie convocó una reunión de emergencia del aquelarre. Se reunieron en casa de Rosé y Jisoo, donde las cuatro se apiñaron alrededor de la mesa de la cocina, con los portátiles, papel y bolis esparcidos por la superficie de madera, junto con latas de agua con gas y un bol de palomitas que apenas habían tocado.

Jennie se había pasado los dos últimos días desde que había dejado el trabajo ignorando las llamadas de su madre y haciendo listas. Tenía una lista de su situación económica; contaba con unos buenos ahorros, además del dinero de su padre, pero no podría acceder a él hasta los treinta y cinco, así que por el momento no la ayudaba mucho. Tenía una lista de agentes inmobiliarios que no estaban en el bolsillo de su madre; si conseguía un trabajo pronto, no tendría que vender la casa, pero cada vez sentía más ganas de venderla. Empezar de cero. Por supuesto, también tenía una lista de posibles carreras profesionales, que incluían cualquier cosa que se le ocurriera.

—Como te saques la licencia de agente inmobiliaria y cuelgues un cartel de tu cara con una sonrisa tan falsa como la de las Kardashian en toda la Isla, se acabó —dijo Mina mientras ojeaba la última lista—. Dejaré de ser tu amiga.

Jennie gimió y enterró la cara entre las manos.

—No quiero ser agente inmobiliaria.

—Pues no lo seas —dijo Jisoo. Agarró un bolígrafo y tachó la opción de la lista.

—¿Recepcionista? —preguntó Rosé al mirar otra de las opciones—. No es que tenga nada de malo, cariño, pero no creo que te hiciera feliz.

Jennie levantó las manos, derrotada.

—Necesito dinero, Rosé. Ser feliz...

—Es la clave de todo —dijo Mina—. Por eso has dejado el trabajo. Por eso estamos aquí. No todo el mundo tiene esa oportunidad y es una posición increíblemente privilegiada, querida.

—Tienes razón. Sé que la tienes — volvió a gemir Jennie.

Era afortunada. Tenía una cuenta de ahorros decente y amigas que harían cualquier cosa por ella.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres? —preguntó Jisoo.

Abrió la boca para volver a excusarse, porque, afortunada o no, la pregunta aún la asustaba, pero su hermanastra levantó la mano para acallarla.

—No, ya basta. Si pudieras hacer cualquier cosa, ¿qué sería?

Un nombre flotó por su mente. Un patio trasero con una hamaca bajo las estrellas, unas manos callosas en las caderas mientras preparaba algo en la cocina. Una boca de piñón en el cuello.

Jennie negó con la cabeza y se concentró en los trabajos. Había algo en el fondo de su mente, cubierto de telarañas. Pero era tan descabellado como que la propia Jennie se hiciera cantante de Disney.

—Tal vez no sea posible.

—¿Y qué? —dijo Mina—. Lo que sea que pienses podría ser un comienzo.

Jennie suspiró y repasó la lista. Su sueño abandonado no estaba. No había tenido el valor de incluirlo.

Pero era lo bastante valiente. Había confesado la verdad sobre el diseño del Lloud a pesar de que le había roto el corazón hacerlo.

Se había enfrentado a su madre. Había dejado el trabajo. No solo eso. Había dejado su carrera. Todo por un mínimo destello de esperanza de que había algo más esperándola, algo que la haría feliz. Algo que la haría sentirse bien consigo misma, incluso cuando las cosas fueran difíciles.

Agarró un boli y añadió otra opción a la lista. Rosé, Mina y Jisoo se inclinaron para leerla.

Mina fue la primera en levantar la cabeza y la atravesó con la mirada.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora