Capítulo 15

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Resultó que Jennie era una borracha muy divertida. A Lisa le preocupaba que una película muda no captara su atención, pero la mujer era como un tigre cazando un antílope y captaba todas las expresiones faciales exageradas de todos los actores. El resultado fueron dos mujeres muy achispadas a las diez de la noche, cuando salieron del cine y se adentraron en la cálida noche de abril.

Lisa sabía que debería haber parado después de dos copas para que pudieran volver a casa, pero no había querido hacerlo. Hacía mucho que no se sentía así con otro ser humano. Después de que Joohyun se marchara, las amigas que Lisa y su mujer habían tenido en común habían intentado incluirla, pero ella no se había sentido capaz.

No se había sentido capaz de nada.

Y sigo igual, se dijo a sí misma, un mensaje pregrabado que no encajaba bien con su cerebro alterado en ese momento. Puñetero bourbon. Nunca tomaba buenas decisiones cuando bebía bourbon. De ahí que se hubiera desahogado y le hubiera contado que Joohyun la había abandonado, ni siquiera por otra persona, sino que la había dejado sin más, a alguien que, en esencia, era su enemiga.

Sin embargo, cuando Jennie extendió los brazos bajo la brillante marquesina del Andromeda y las luces le tiñeron la piel de rosa y oro, no la vio como a una enemiga. Ni por asomo. Aquella era una mujer muy distinta de la que se había ensañado con Lisa por derramarle el café una semana antes, pero no tanto de la que había descubierto esa noche o de la que había blandido el mazazo hacía unos días. No, aquella Jennie solo era un poco más suave y la rígida coraza que la recubría se había resquebrajado un poco.

Lisa se preguntó si su propio caparazón también se habría roto.

—¿Lista para irnos? —preguntó mientras Jennie seguía girando como una patinadora sobre hielo y otros espectadores la rodeaban con expresión divertida.

La mujer se detuvo, sin aliento, y la luz de los fluorescentes se le reflejó en los ojos cuando parpadeó para mirar a Lisa.

—Ni un poquito.

Lisa se rio.

—Mejor, porque ninguna de las dos está en condiciones de conducir ahora mismo. Podríamos pedir un Lyft.

—Pero luego tendrías que volver a buscar la furgoneta mañana.

—Un viaje al que sin duda vendrías conmigo, Doña Vamos A Tomar Otra.

Jennie soltó una risita, una risita de verdad, y dio unas cuantas vueltas más. A Lisa le entraron náuseas solo de verla girar.

—No serás una de esas personas asquerosas que nunca tienen resaca ¿verdad? —preguntó.

Jennie se encogió de hombros.

—No lo sé.

Giró, giró y giró.

—Un momento —dijo Lisa y se acercó a Jennie, no tan recta como le habría gustado. La agarró por los brazos para detenerla—. ¿Nunca te has emborrachado?

Jennie arrugó la cara, fingiendo que pensaba. Era jodidamente adorable, excepto que no lo era, porque Jennie Kim no era adorable, maldita sea.

—Jessica Kim-Jung no aprueba la embriaguez —dijo Jennie y le dio un toquecito en la nariz con el índice—. Obviamente.

—¿Embriaguez?

—Jessica Kim-Jung nunca usaría la palabra borracha.

Joder, su madre sonaba a todo un personaje.

—¿Y en la universidad? —preguntó Lisa.

Jennie se balanceó y Lisa se dio cuenta de que todavía le estaba agarrando los brazos. La soltó, pero entonces la otra mujer se inclinó hacia un lado de forma peligrosa, así que volvió a sujetarla.

—La universidad... —Jennie agitó una mano con aire despreocupado—.Mucho que hacer. Todo sobresalientes y salir con niños bonitos.

—Suena como una tortura.

Jennie se rio.

—Lo era. Mina siempre intentaba... —Pero entonces se interrumpió y se fijó en algo detrás de Lisa—. Hay unos columpios.

Ella se rio.

—¿Perdona?

—¡Columpios! —dijo Jennie. Entrelazó los dedos con los suyos y la arrastró hacia un pequeño parque al final de la calle—. No podemos conducir. Pues vamos a columpiarnos.

«Pues vamos a columpiarnos» era algo que nunca había esperado oír de la boca de Jennie Kim y mucho menos unido a tropezarse borracha por un parque a orillas de un lago.

Tampoco esperaba que la mano de Jennie le resultara tan cálida y suave, que sus dedos apretaran los suyos con la fuerza justa.

El parque era pequeño, un montón de zonas verdes que bordeaban un sendero y una zona de juegos minimalista a unos cinco metros del agua. Había un columpio, un balancín y un tobogán naranja brillante dispuestos alrededor de un gran roble. Cuando llegaron, Jennie le soltó la mano y enseguida se lanzó a un columpio azul de plástico. Sus movimientos eran tan inestables que Lisa se sorprendió de que consiguiera sentarse.

—¿Hasta dónde crees que puedo llegar? —inquirió la castaña y empezó a mover las piernas como una niña de primaria.

Lisa sonrió sin contenerse.

—No tan alto como yo.

—¿Quieres apostar?

—Ya lo creo, Kim. —Se acomodó en el columpio de al lado mientras Jennie ya se elevaba en el aire—. Aunque sería negligente por mi parte si no mencionara que el balanceo y el alcohol no siempre se llevan bien.

Jennie se limitó a sonreír y pronto estaban volando en el aire nocturno. El repiqueteo de su risa cuando los colompios se sincronizaron hizo que Lisa se sintiera...

¿Joven?

¿Esperanzada?

Feliz.

Eso era. Estaba feliz, un poco borracha, sí, pero no tanto como para no darse cuenta de que la risa que le burbujeaba en el pecho era muy real.

Jennie extendió una mano, con una sonrisa radiante y amplia, y atrapó los dedos de Lisa. Se quedaron así, oscilando de un lado a otro, con las manos entrelazadas bajo el cielo de Jeju.

 Se quedaron así, oscilando de un lado a otro, con las manos entrelazadas bajo el cielo de Jeju

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She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora