Capítulo 8

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Jennie no acostumbraba a asistir a las demoliciones. Odiaba el polvo, el caos, estar cerca cuando el equipo arrancaba armarios de las paredes y blandía mazos a lo loco. Pero el Lloud no era un proyecto cualquiera y había que documentarlo todo para Innside Korea, incluidas imágenes suyas supervisando parte de la demolición, o al menos fingiendo que lo hacía. Además, dada la ya precaria situación de su reputación con la carpintera, sabía que tenía que participar. Tal vez despegar uno o dos trozos de papel pintado la ayudaría a arreglar un poco las cosas con Lisa. Solo tenía que mantenerse tan serena como siempre.

Sin embargo, cuando aparcó frente al hotel y vio a Lisa y a Taeyeon riendo en el porche, los nervios la traicionaron. Entre el gran contenedor situado en el patio delantero y el equipo del programa interactuando con el de demolición, las cosas se estaban poniendo serias.

—Ya estás aquí —dijo Lisa cuando Jennie salió del coche y se dirigió hacia el porche, con el bolso de trabajo colgado en el codo.

Jennie se aseguró de que la sonrisa le llegara a los ojos. El pelo corto de Lisa estaba cubierto de polvo y a saber qué más. En la cabeza llevaba unas gafas de seguridad y un gastado cinturón de herramientas le rodeaba la cintura, ceñido alrededor de otro mono de trabajo de tela vaquera gris oscura, con nada más que un sujetador deportivo de color rosa brillante debajo.

Sintió que se le revolvía el estómago; la piel expuesta siempre la incomodaba, un desafortunado subproducto de tres décadas de lecciones de etiqueta de mano de Jessica. Era perfectamente consciente de que mostrar ciertas partes del cuerpo en situaciones que no implicaban agua ni bañadores era algo normal y aceptable para muchas personas, pero era incapaz de deshacerse de años y años de cruzar las piernas por los tobillos, la derecha sobre la izquierda. Aun así, inclinó la cabeza hacia la otra mujer y admiró la suave piel que le asomaba por los costados del mono mientras se preguntaba qué se sentiría al ser tan libre.

—¿Hola? —dijo Lisa y le agitó una mano delante de la cara.

—Perdón, hola —respondió Jennie y se puso las gafas de sol. Se sentía mejor con una barrera que las separase como un muro extra de protección—. ¿Cómo va todo?

Buscó con la mirada a Jaehyun, el contratista que los Manoban habían contratado y cuyo equipo iba a ocuparse de la demolición. Cuando se encontraban en trabajos, Jennie interactuaba con él lo menos posible y se limitaba a enviarle por correo electrónico los esquemas del diseño con un escueto aquí tienes como cuerpo del mensaje. Como ex de su mejor amiga Rosé y padre de su hija, Rami, Jaehyun era una presencia inevitable en el círculo de Jennie, pero no tenía por qué caerle bien. Le había hecho suficiente daño a Rosé en el pasado como para que su nuevo sentido de la responsabilidad, adornado con un negocio propio y una residencia permanente en Jeju, no sirvieran para convencer a Jennie. A pesar de todo, su equipo estaba allí, tirando fregaderos y armarios antiguos al gran contenedor verde del jardín delantero, así que tenía al menos que concederle eso.

—Todo va bien —dijo Lisa—. La destrucción de la casa de mi infancia va viento en popa.

—Mierda, Lisa —dijo Taeyeon, con un tono risueño—. Guárdate esos comentarios para las cámaras.

Lisa también se rio y Jennie se obligó a unirse a ellas, aunque el acto le pareció desesperado, como si fuera una preadolescente que suplicaba que la dejaran sentarse en la mesa de los chicos populares. Aun así, ¿Taeyeon quería que interpretara un papel? Pues lo haría. Se le daba de maravilla.

Dejó que la risa se desvaneciera.

—Entonces, ¿qué? ¿Quieres quedarte con esa bañera de patas con el anillo de herrumbre y...? —Entrecerró los ojos para distinguir los detalles de la bañera que dos obreros cargaban al contenedor—. ¿Qué son los de los grifos? ¿Querubines? Aunque te encantan los relojes con hadas que bailan, así que tampoco me sorprendería.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora