Capítulo 16

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El sol quería matar a Jennie Kim.

Al menos, eso sintió al despertarse a la mañana siguiente cuando la luz entró a raudales a través de las cortinas de gasa de la ventana de su habitación y asaltó sus párpados doloridos.

Algo zumbaba infatigable a su izquierda. Algo horrible que la odiaba a muerte.

Ese algo resultó ser su teléfono, que carecía de la conciencia necesaria para despreciarla, pero la emoción permaneció inalterable. Levantó el aparato de la mesita de noche y miró la pantalla con los ojos entrecerrados. Una foto de Mina lanzando un beso le devolvió la mirada.

Tardó cinco segundos en darse cuenta de que su amiga la estaba llamando.

—¿Qué? —espetó cuando por fin consiguió deslizar el dedo por la pantalla.

—Vaya, así que sigues viva.

—¿Por qué me llamas?

Ya nadie llamaba por teléfono y Mina lo odiaba más que nadie.

—Los cuarenta mil millones de mensajes no parecían surtir efecto —dijo.

Jennie se apartó el móvil de la oreja y parpadeó. Una amalgama de variaciones de ¿dónde narices estás? saturaba sus mensajes.

—Lo siento —dijo y volvió a apoyar la cabeza en la almohada mientras se frotaba las sienes con el pulgar y el índice.

—¿Dónde te habías metido?

Jennie hizo una pausa y las imágenes de la noche anterior se le agolparon en el cerebro. Se olió el pelo; olía a una extraña mezcla de palomitas de maíz y pinos. La boca le sabía a pantano.

También estaba desnuda.

Se incorporó.

Rápido. Demasiado rápido.

La habitación empezó a dar vueltas y tenía una sensación horrible en el estómago.

Y estaba desnuda. Totalmente desnuda.

Jennie nunca dormía desnuda.

Respiró hondo varias veces para contener las náuseas y trató de descifrar lo que había sucedido la noche anterior. La película, el ridículo tallo de cereza, el alcohol.

¿Habían ido a un parque? Recordaba vagamente un asiento frío de plástico y el olor metálico de las cadenas del columpio. La mano de Lisa mientras se elevaban en el aire.

El estómago se le revolvió al recordarlo.

¿Era real?

El revoltijo se convirtió en una sacudida cuando recordó que había saltado del columpio para vomitar en un arbusto.

Después de eso, Lisa había recuperado la sobriedad mucho antes que ella. Tenía un vago recuerdo de haberse subido a la camioneta, luego Lisa le había puesto una botella de agua en las manos. Las ventanillas bajadas, el aire fresco de la noche en la cara. Luego...

Nada.

Miró alrededor en busca de señales de lo que había hecho al llegar a casa. La ropa de la noche anterior estaba doblada en el sillón acolchado del rincón, pero no como ella la habría doblado, con las mangas bien metidas. No, las mangas de la blusa estaban visibles, como si alguien hubiera cortado la camisa por la mitad a lo largo, cosa que Jennie jamás hacía. Además, era muy probable que la prenda estuviese sucia y hubiera que meterla en la bolsa de la tintorería.

También había un vaso de agua en la mesita que no recordaba haber puesto ahí, junto con un bote de ibuprofeno.

Vale. Quizá Lisa había entrado y la había ayudado un poco. La había metido en la cama. Nada del otro mundo.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora