Capítulo 28

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Ocho.

Esos eran los orgasmos que Jennie había tenido hasta el momento y todavía era sábado por la tarde, el día después del encuentro en la despensa y de la primera incursión de Jennie en los cunnilingus con Lisa Manoban.

No era que llevara la cuenta.

Salvo que era justo lo que estaba haciendo, porque ¿ocho? No había tenido tantos orgasmos que no fueran auto inducidos en los últimos ocho años. Sin embargo, allí estaba Jennie Kim, desnuda y desmadejada en la cama, con las sábanas hechas un lío y la respiración agitada mientras se recuperaba del maravilloso número ocho. Estaba bastante segura de que estaba a punto de necesitar ponerse hielo en el clítoris.

La idea la hizo reír, el sonido le burbujeó en el pecho y se le escapó antes de poder detenerlo. Las últimas veinticuatro horas habían sido... Nunca se había divertido tanto.

—¿De qué te ríes? —preguntó Lisa.

Estaba tumbada a su lado, gloriosamente desnuda y apoyada en un codo mientras le acariciaba el vientre con las yemas de los dedos. Lucía una expresión fanfarrona, porque Jennie no se había esforzado precisamente por mantener el recuento de orgasmos en secreto.

La diseñadora se dio la vuelta y se apoyó también en un brazo mientras negaba con la cabeza.

—Es que ya entiendo por qué Kim Taeyeon lleva un collar de un clítoris, nada más.

Lisa se rio.

—Es bastante maravilloso.

—Mucho. ¿Sabías que el clítoris tiene ocho mil terminaciones nerviosas solo en la punta? Es el doble que un pene.

—Eh...

—Y está formado por dieciocho partes, es una intrincada mezcla de tejido eréctil, músculos y nervios.

Lisa parpadeó un segundo.

—Has investigado sobre el clítoris.

Jennie se mordió el labio.

—Puede que haya mirado algunas cosas.

Lisa le rodeó con el brazo la cintura desnuda.

—¿Algunas cosas?

—Es un órgano fascinante, que no tiene nada que ver con la reproducción. Existe por y para el placer. El clítoris es lo máximo.

Lisa sonrió.

El clítoris es lo máximo. ¿Me lo puedo tatuar en el brazo?

Jennie le dio un manotazo en el hombro, que rápidamente se convirtió en una caricia en el cuello y una profunda inhalación de la piel de Lisa.

—Esto está bien —dijo Jennie y hundió la nariz en su garganta. Ella le besó la coronilla.

—Sí.

—Nunca había hecho esto antes.

Lisa se rio.

—Ya lo habíamos dejado claro.

—No, no hablo del sexo. Hablo de esto.

Agitó la mano para señalar la habitación. Varias copas de vino a medio vaciar salpicaban las mesitas de noche, la ropa adornaba el suelo y se veían toallas en las baldosas del baño a través de la puerta de cuando se habían duchado juntas.

Dos veces.

—Pasar todo el fin de semana así con alguien —explicó Jennie—. Acostándonos y pidiendo comida a domicilio, sin ninguna otra preocupación.

She Never Fails | Jenlisa Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora