NOCHE 17

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-Ya no tengo quince años.- murmuró su hermana con un puchero mientras bebía su té. -Puedo guardar secretos.

-Eres demasiado ruidosa, hiciste un escándalo en el pasillo.- Regañó intentando razonar con la chica, pudiera ser que ella ya no era una adolescente, pero Mikoto dudaba que ella pudiera mantener un secreto incluso a esa edad. -Apuesto que le contaras a tus amigas.

-¡No lo haré! Si me pides que no se lo cuente a nadie entonces me quedaré callada.- Ella hizo un puchero. -Minato ¿Cómo puedes vivir solo con él? Es un dolor de cabeza, mis padres siempre me ayudaban a lidiar con su estúpida cabeza terca.

Minato se encogió en hombros.

Su hermana había actuado con tranquilidad durante todo ese tiempo, ella escuchó las razones y las explicaciones de Mikoto y bajó la cabeza pidiendo perdón por el escándalo, y por un segundo Mikoto confió en ella y olvidó a la chiquilla molesta que le contaba cada secretos a todos en el mundo. Ella de pronto no pareció solo una niña y su mirada se llenó de seguridad.

Y Minato parecía feliz de hablar con alguien que no fuera solo Mikoto, aunque no mostrara una sonrisa y saltara de un lado a otro su misma tranquilidad dictaban que estaba bien con ella, que estaba cómodo y feliz de conocer a alguien, Mikoto no tenía cara para separarlos mientras que los dos hablaban de cosas triviales como la estúpida cabeza hueca de Mikoto.

Bien, ahora sí que podía separarlos.

-Debe ser difícil estar encerrado todos los días a toda horas- murmuró su hermana. —¿no te sientes solo?

-Estoy bien.- Dijo Minato. -La gata y patricio son buena compañía.

-Tonterías, los lobos viven en manada, como los monos.- susurró su hermana mientras miraba a otro lado, su rostro oculto de ellos. -independientemente de lo que te lleve a esconderte del mundo no deberías estar solo.

Mikoto estuvo a punto de decirle a su hermana que dejara de hablar, ella era demasiado joven como para comprender la situación y no estaba enterada del todo, no necesitaban su opinión, pero cuando estuvo a punto de hablar y elevó el rostro para encararla la suave risa de Minato lo detuvo, el omega la miraba con cierto cariño y paciencia que quizás nadie tendría en esa situación, pero Minato sí, y ese detalle hizo que Mikoto suspirara y comprendiera un poco a lo que su hermana se refería.

Nadie quería estar solo.

-No hay mucho que pueda hacer al respecto. -Respondió Minato. -Entre menos gente se entere de que estoy aquí es mejor. No quiero meter a nadie más en problemas.

La chica asintió mirándose triste.

Claro, su hermana era ruidosa, berrinchuda y demasiado vegana para el gusto de Mikoto, pero ella tenía un corazón blando que mostraba a cada persona, siempre se preocupaba por aquellos que apenas conocía y si podía ofrecer su ayuda ella estaría dispuesta, su hermana era una persona que se preocupaba por los demás independientemente de si estos comían gatos o no.

Sonrió un poco sintiéndose enternecido por ella y esa actitud con la que siempre había vivido.

-¿Qué harán despues?— preguntó ella. — No puedes esconderte toda la vida, apuesto a que mi hermano no ha puesto ningún plan y su idea es solo mantenerse así hasta que sea inevitable.

Mikoto quería a su hermana..... lo suficiente como para no sacarla a patadas de su departamento.

Cuando su hermana se fue todo se quedó en silencio, la luz del departamento iluminaba cada parte de este mientras que el frio y la oscuridad de la noche entraban por la ventana, el sonido de las sirenas y de los autos les decían que la ciudad estaba más despierta que hace unas horas.

Y ellos no sabían que hacer, tenían un jarrón con dinero para pagar un futuro parto y hasta ahí, no sabían que iban a hacer despues... decidir tener a un bebé era más fácil decirlo que hacerlo.

-Tu hermana es más responsable que tú.- Reclamó Minato como si fuera la culpa de Mikoto, era una broma, pero no sonó como tal. -No tengo dinero, ni un lugar... debí abortarlo.

Mikoto giró a punto de decirle que aun podía decidir, por más difícil que fuera si la decisión de Minato había cambiado aun podían solucionar ese problema.

Pero no se atrevió, porque la mirada del omega y el hecho de que este mantuviera sus manos sobre el pequeño bulto le decían que aquella frase no era más que un arrepentimiento a medias.

Y cuando el omega sonrió resignado la respuesta era clara; no, su decisión no había cambiado en realidad.

-Solucionemos un problema a la vez.— Suspiró Mikoto sentado en la ventana que daba a la ciudad nocturna. —Si decidiste tener al bebé entonces hay que cuidarlo.

Minato apenas lo miró.

RELEASE [MikoMina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora