-𝐿𝑜𝑠 𝐷𝑖𝑎𝑠 𝑠𝑖𝑛 𝐿𝑢𝑐𝑖𝑓𝑒𝑟-

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Tiempo... El tiempo es relativo, o eso dicen... Y yo llevo bastante tiempo sin ver aquella sonrisa que tanto me encantaba, ese semblante tan perfecto y puro, el de aquel angel tan precioso que llegó a mi no/vida como un huracán de sentimientos, para poner mi mundo de cabeza y alterar todo lo que alguna vez conocí.

A pesar de ser tan solicitado y buscado por omegas de todas las clases, ninguno de ellos... Podía hacerme sentir lo que Lucifer me hacia sentir con tan solo una mirada de el. Ninguno podía igualar su belleza y perfección, ninguno podía hacerme sentir ese sentimiento de amor como lo hacía el, el primero en todo tipo de cosas que descubrí... Era Lucifer.

¿Que fue lo que pasó?

Después de que Lucifer desapareciera luego de darle aquel anillo de plata, pasaron los días... Espere paciente, pasó la semana... Creció la preocupación, pasaron los meses... Y entendí que había fallado en mi misión de enamorarlo, me había abandonado sin darme explicación alguna, lo peor de todo, es que Charlie parecía saber dónde estaba y por más que le implore que me lo dijera, nunca lo hizo.

Seguí trabajando para ella, pero no era igual sin la luz que alegraba mis días, nada era igual sin el. Finalmente, pasaron tres años, si... Tres años. Yo caí en una depresión silenciosa, sin poder olvidarlo, cada noche iba a su habitación, e intentaba encontrar consuelo en la fría cama en la que alguna vez el durmió, en la fría y solitaria habitación en la que ese precioso angel se sentaba horas y horas a ver por la ventana, en la que siempre me enamoraba con cada una de sus simples acciones.

Solo, triste y enojado preguntándome por que me habías dejado, por que después de todo lo que me esforce, decidiste irte sin darme explicación alguna.
Aun recostado sobre la solitaria cama, me encontraba mirando a la nada, la mirada nublada por las silenciosas lágrimas que caían suavemente, y apenas la tenue luz de la Luna que se colaba por la ventana alumbrada la habitación. De la nada, pude visualizar una tenue luz morada que se hacía cada vez más grande, en ese momento me senté sobre la cama, limpiando las lágrimas en mi rostro e intentando enfocar de donde venía esa luz.

Asimismo, luego de unos segundos, un humo morado comenzo a rodearme, y aquella cadena verde que solo era visible en mi cuello cuando Lilith así lo quería, se rompió sin más, devolviendome nuevamente mi alma. Así que, solo y confundido por lo que acababa de pasar, entendí que mi trato con ella había terminado. ¿Pero por que?
Me quedé unos minutos en silencio tratando de procesar que era dueño de mi alma y mi poder nuevamente, sin más, sin pedírselo directamente a Lilith, sin ofrecerle otra cosa para que me liberara, simplemente era libre nuevamente.

Luego de eso, a pesar de lo bien que se sentía ser dueño de mi alma nuevamente, volví a sumirme en la depresión, pensando en lo patético que era por haberme enamorado de Lucifer y dejar que su sola ausencia me estuviera afectando de esta manera. ¿Pero que más podía hacer? Nunca había amado con la intensidad con la que ame a Lucifer.

Error.

Con la que todavía lo amo...

Luego de saber que era dueño de mi alma, nuevamente, decidí quedarme con Charlie... Ya que de algún modo, se que ella sabe dónde está mi amado Lucifer.

Finalmente un día tranquilo en el hotel llegó, nuevos pecadores se alojaron en el hotel y eso hacia que los días fueran intranquilos, pero ese día era diferente, ya que Charlie me había invitado a una tranquila sesion de té en el nuevo jardín del hotel, una idea mía que secretamente quería como obsequio para el monarca.

Así que, dirigiéndome a paso tranquilo, llegue a la entrada del jardín, admirando las rosas rojas y blancas que adornaban los caminos del mismo. A lo lejos vi a Charlie, quien se encontraba sentada en la pequeña mesa de metal, saludando alegremente. Camine hacia ella y la salude con alegría, Charlie habia sido de algún modo... Mi consuelo. --Buenos días mi querida Charlie!-- Dije en tono alegre mientras me sentaba en la mesa. --Buenos días Al!--
Dijo la princesa mientras tomaba asiento de igual forma.

--Esta mañana es más tranquila de lo normal, ¿no crees querida?-- Mencione con voz tranquila mientras miraba el jardín. --Si, es una mañana muy linda...-- Sigilosamente note como el semblante de la princesa pasaba a uno más serio y un tanto nervioso, luego me miro y con voz tranquilo hablo. --Alastor... Necesito confirmar algo...-- Dijo mientras frotaba sus manos de manera ansiosa, en ese momento la mire atento, ya que no tenía las ataduras que me hacían sonreír, mi semblante por primera vez denotó mi preocupación. Dado esto, el que dejará de sonreír no fue pasado por alto por la princesa; quien me miraba con un semblante asombrado. --¿Que quieres saber querida?--

Charlie en ese momento me miro a los ojos, como si ya supiera la verdad y solo esperará que yo sé la confirmará. --¿Estas enamorado de mi papá?-- Dijo con voz temblorosa mientras me miraba a los ojos. --Oh querida... Supongo que no te puedo mentir...-- Mencione para luego agregar. --Lo estoy y parece que siempre lo estaré...-- Al escuchar mi confirmación, Charlie se quedó callada, mirándome ahora con un semblante bastante triste, como si sintiera lastima por mi.

No necesito de su lastima...

--Alastor... Lo siento tanto...-- ¿Sentir? ¿Por que lo sentía? --No tienes por que sentir lastima... Más bien me sorprende que no estés enojada conmigo...-- Dije mientras de alguna manera me ponía nervioso. --No Al, no estas entendiendo... Se que has estado sufriendo la desaparición de mi padre, se que lo extrañas, y que te duele no tener una explicación de el o saber dónde está...-- Al escuchar sus palabras no pude evitar que mi semblante pasará a uno más serio y triste, mientras la impotencia y enojo se apoderaban de mi ser al estar recibiendo "compasión" de alguien más. --Tu no sabes nada, Charlie...-- Dije en tono serio mientras la miraba a los ojos.

--Se más que tu, Alastor... Y lamento no poder decirte lo que quieres escuchar.-- Mencionó la princesa de forma sería e imponente. --Si solo querias ofrecerme tu lastima no te hubieras molestado, querida.-- Dije para luego levantarme e irme sin escuchar palabra alguna de la princesa. Y mientras tanto, ella se lamentaba de no poder decirme donde estaba Lucifer, pero como siempre ya me había acostumbrado a que nunca me lo dijera.

Finalmente volví a la habitación de Lucifer, para quedarme todo el día que tenía libre, recostado en la solitaria cama.

Y así, los días comenzaron a pasar nuevamente; gracias a arreglar las cosas con Charlie y que ella me explicara la razón de por qué no me podía decir donde estaba Lucifer, pude salir adelante, siendo de algún modo, el demonio que siempre había sido.

Aún así, nunca lo deje de amar.

Y finalmente, luego de cinco años, el frío invierno llegó al infierno, específicamente, la fecha en la que el se fue... La fecha en la que pasó todo.

Me encontraba en la sala de estar del hotel, mirando por una de las nuevas ventanas como el anillo del orgullo se volvía nuevamente un lugar gélido y apagado. Sumido en mis pensamientos, recordé el día en el que el desapareció sin más, recordé como salió de esa habitación sin despedirse y como no volvió a comunicarse conmigo.

Cuando de repente, una suave mano se poso sobre mi hombro, llamando mi atención y haciéndome olvidar lo que hace segundos estaba pensando; con una voz suave y tranquila, habló. --¿Estas bien Al?-- Pregunto la princesa mientras me sonreía de forma tranquilizante. --Lo estoy querida...-- Dije en tono bajo mientras le devolvía una calida sonrisa. Luego ella me miro y con una sonrisa feliz me preguntó. --Alastor, ¿Podrías hacerme un favor?-- Al escuchar sus palabras me gire hacia ella y respondí. --Claro mi querida Charlie.--

Finalmente luego de varios minutos me dijo que había hecho un encargo en el barrio caníbal, y que yo era el indicado para ir por ese encargó, luego me explico donde me lo entregarían, así que, al final accedi y me dirigí hacia el barrio caníbal.

Tome un abrigo diferente al que portaba habitualmente, era negro y largo, llevaba una preciosa piel afelpada y que me cubría de la fría nieve.
Camine tranquilo por las ciudad, admirando las calles y la arquitectura de estas, en invierno no parecía tan desagradable el infierno, incluso era algo tranquilo. Dirigiéndome hacia mi destinó note que...

Definitivamente ese día no se parecía en lo más mínimo al día en el que Lucifer se fue.

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