~ 𝐸𝑙 𝐶𝑎𝑚𝑖𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑅𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑜 ~

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Caminando por las gélidas calles, finalmente el demonio radio llegó al barrio caníbal, donde antes de recoger su encargo, decidió pasar a visitar a su vieja amiga, Rosie, ya que desde que Lucifer se fue no la había ido a visitar, así que, con una sonrisa tranquila se dirigió a su emporio. Camino unos minutos más y al estar frente a la puerta; entró sin más.

Busco a la bella dama entre la multitud, y cuando la encontró, ambos cruzaron miradas, luego se dieron una cálida sonrisa y con un alegre abrazo se recibieron felizmente.
─Alastor! Querido que alegría tenerte aquí de vuelta!─ dijo la Overlord con total carisma y alegría en cada una de sus palabras. ─Mi querida Rosie! Igual me alegra tanto verte!─ dijo Alastor mientras le sonreía a Rosie, asimismo, ambos se dirigieron a tomar el té y tener una pequeña charla entre buenos amigos.

Sentados en la mesa y bebiendo el té plácidamente, Rosie preguntó con total entusiasmo. ─Alastor cuéntame, que fue de ti y ese sexy rey ¿Hmh?─ el demonio radio en ese momento la miro con semblante triste, luego le dio una suave sonrisa y respondió. ─Bueno... Realmente lo amo. Pero se fue hace 5 años y no he sabido nada de el.─ menciono, Rosie en ese momento se quedó callada, sintiéndose mal por preguntar.

─Oh querido... Realmente lo siento...─ dijo para luego tomar las manos de Alastor y ofrecerle una sonrisa de apoyo. ─No té preocupes querida... No lo culpó por nada.─ mencionó con voz tranquila para luego volver a tomar su té.

Luego de una plática más larga y breves risas, Alastor se despidió de su querida Rosie, dandole un fuerte abrazo prometiéndole que le vería más seguido. Finalmente, Rosie lo acompaño hasta la salida y Alastor, continuó su camino.

Asimismo luego de varios minutos caminando por el barrio caníbal nuevamente, llegó a la dirección que le dio Charlie, lo que parecía ser una pastelería, un poco confundido entró en la misma; un demonio bastante agradable lo saludó amablemente. ─Buenas tardes! ¿Necesita algo?─ preguntó. ─Oh... Si, la princesa me dio esta nota dijo que aquí me darían su encargó.─ respondió Alastor mientras entregaba la nota y volvía a guardar sus manos en los bolsillos de su abrigo.

─Bien, enseguida se lo traigo.─ dijo el demonio mientras se iba a la parte de atrás del establecimiento, Alastor espero paciente admirando al rededor. ¿Por que lo mandaría a una simple pastelería? ¿No podía hacer alguien más algo tan simple como esto?

─¿Señor Overlord? Aquí esta su encargó ─ la voz del demonio lo sacó de sus pensamientos, tomó el pedido rápidamente, y notó que solo era una canasta con lo que parecían ser panecillos. ─Oh eh... Gracias ─ respondió. ─De nada, que tenga buen día.─

Después, salió del establecimiento y siguió con su camino hacia el hotel, tomó un pequeño atajo por varias de las calles del barrio, y siguió caminando tranquilo mientras entonaba una suave melodía, pensando que le habían hecho perder el tiempo al solo ir por unos simples panecillos.

Alzó su vista mientras caminaba sobre aquel callejón, que a pesar de estar completamente solo no emanaba una mala energía, al contrario le generaba cierta paz al caminar por ahí. Admirando tranquilamente el largo callejón, noto como habían infinitos rosales de rosas rojas, que crecían como enredaderas sobre las altas paredes de ladrillos rojos.

Se detuvo unos momentos para admirar las bellas rosas, y noto como la suave nieve caía lentamente sobre estas, manchando su perfecto color rojizo con tonalidades en blanco. En un movimiento suave, saco su mano derecha del bolsillo de su abrigo y enseguida la llevo lentamente hacia la pequeña rosa que sobresalía de entre todas las demás. Tocó con delicadeza los suaves pétalos mientras una sonrisa genuina se formaba en su rostro, denotando en esta su profunda tristeza.

─ Estas son sus favoritas... ─ dijo para si mismo en un suave murmullo mientras mantenía su vista en el rosal, e inevitablemente el recuerdo de su amado Lucifer llego a su mente como un susurro del viento, trayendo consigo la fragancia de los rosales en cada flor. Cada pétalo carmesí era un eco de su pasión, cada espina una dulce agonía que mantenía su corazón prisionero de aquel amor no correspondido. ─ Que irónico, antes, tu sufrías por un amor que te abandonó, y ahora el destino me ha condenado a sufrir lo mismo, por ti. ─

¿Tenemos un trato? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora