17. Bienvenida a Boston.

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Natalie.

Caemos en la cama jadeando, ambos estamos enfadados con el otro y sobresale en cada toque, cada beso más intenso que el anterior. El deseo desbordándonos nos hace movernos con ímpetu y la ropa desaparece en segundos.

Pasa sus manos por todo mi cuerpo recorriéndolo hasta llegar a mis bragas, es ahí donde las toma en un puño y las arranca robándome un gemido muy alto. Sus ojos brillan y su miembro sobresale de sus calzoncillos demostrándome lo mucho que le pone escucharme, levanto mis piernas a la altura de su cintura envolviéndolas al tiempo que siento sus labios sobre mis pezones.

Succiona con fuerza haciéndome jadear, tomo su cabello entre mis dedos jalándolo, juega con mis pechos a su antojo y estoy a punto de rogar por su toque en otro lado cuando siento sus dedos deslizarse hacia mi abertura. Jadea al sentir lo mojada que estoy mientras yo muevo mis caderas queriendo más, siempre más. Mis gemidos suben de tono al sentir sus dedos en mi interior, cada vez más rápidos y profundos.

Se mantiene así por un rato hasta que mis piernas comienzan a temblar y mi estómago se contrae. Sus dedos son rápidamente reemplazados por su miembro, es tan grande que duele por la intrusión sin embargo no me da mucho tiempo para pensar en ello ya que se mueve dentro de mí haciéndome olvidarlo todo. Nunca creí que fuera de las personas que son ruidosas mientras hacen esto pero al sentir su rudeza rompiéndome no puedo evitar gritar, el cabecero resonando con cada golpe y Evan jadeando cada poco.

Pasa sus manos por mis tetas ralentizando el movimiento, antes de poder preguntar o pedir más lo siento derramarse en mi interior. Sigue con sus movimientos cada vez más despacio y aún puedo sentir el orgasmo a punto pero una vez que ha alcanzado su liberación sale de mí dejándome sobre la cama.

Camina al baño mientras yo me quedo en silencio como una idiota desnuda y con las piernas abiertas.

Cuando escucho la regadera abriéndose las lágrimas salen, me ha usado. Me siento como una mujerzuela, salgo de la cama rápidamente pero ni siquiera me molesto en vestirme sino que tomo toda mi ropa en un montón caminando fuera de la habitación de Evan.

No lo puedo creer.

Sé que ha estado molesto estos días pero, ¿usarme de esa manera?

Cierro la puerta con fuerza y camino enfurecida a mi habitación, ahí me encierro dejando las lágrimas aflorar sin control. Aún desnuda me recuesto en mi cama y me cubro con un edredón, imaginé miles de escenas pero Evan usándome así nunca, no lo creía capaz.

Que tonta.

· · ·

Pensé que algún momento conciliaría el sueño pero el llanto no cesó así que cuando vi el sol asomarse me levanté.

Es sábado, ¿que se supone que haga?

Por lo general no hago planes con amigos los fines de semana por qué salgo con Evan a algún lado pero ahora no veo ninguna posibilidad de eso.

Bajo las escaleras rezando por qué Evan no esté ahí pero al llegar al primer escalón puedo verlo sentado en el comedor con la vista puesta en el celular

─Preparé beicon... ─escucho a Evan hablar.

─Me prepararé algo yo misma ─lo corto.

Guarda silencio y devuelve la mirada a su celular tecleando durante un largo rato mientras preparo una deliciosa pasta italiana, siempre me había gustado cocinar así que investigué mucho y cada vez que tenía oportunidad intentaba hacer algo delicioso.

Mi adorable padrastro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora