10. Sr. y Sra. Smith.

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Evan.

Cuando llegamos al aeropuerto Natalie no se despegó de mi lado en ningún momento y al subir al avión fue lo mismo, incluso miró mal a la azafata que me sonrió muy amistosamente. Después de que yo la molestara por haber hecho eso y me haya burlado ella se quedó dormida sobre mi hombro. Gracias a Dios no hubo turbulencias porque si no Natalie se hubiera vuelto loca.

Para cuando llegamos a nuestro destino el calor ya era insoportable así que nos pasamos por una tienda departamental ya que Natalie no paraba de decir lo sudada que estaba e incómoda por ello.

─Evan, me siento extraña ─dice desde el baño.

─Natalie, apúrate que tenemos que salir de aquí o tendremos que comprar algo ─digo mirando a todos lados asegurándome de que ningún guardia venga a ver qué hacemos.

─No estamos haciendo nada malo ─espeta luchando con algo, debe ser un cierre.

Me río y me asomo dentro pero no se ve nada, ella está dentro del cubículo.

─Bueno es cierto pero apresúrate por favor... ─guardo silencio cuando sale.

Realmente no sé cómo esperaba que saliera vestida pero cuando la veo con ese vestido blanco de algodón me deshago. Me quedo como idiota viéndola mientras ella camina de un lado a otro nerviosa.

─No lo sé Evan, me siento extraña... ─dice mientras toca el borde del vestido con sus delicados dedos.

Es muy corto pero se ve fenomenal.

─Te ves increíble, vamos ─carraspeo apartando la mirada.

Ella sonríe tímidamente y me da la mano, salimos de la tienda con algunos miradas sobre nosotros y cuando llegamos al hotel Natalie observa todo con fascinación, sabía que le gustaría.

─Es súper grande ─ahoga un grito.

─Así es ─digo orgulloso por mi elección.

─Es hermoso ─pasa la mirada por todos lados.

Las paredes son de un tono crema con detalles dorados, una sala de estar beige y el mostrador negro haciendo que el lugar sea formal y elegante. Candelabros cuelgan del techo dando iluminación al lugar pero lo que llama la atención de Natalie es la estatua en el centro rodeada con un listón evitando el paso a turistas.

─Es el único lugar donde tienen la réplica exacta ─digo mirándola fijamente.

─Esto es perfecto ─me mira con los ojos vidriosos y yo la abrazo demostrando lo mucho que me importa.

─Señor y señora Smith, por aquí ─nos llama una joven pelinegra.

Ambos nos miramos y cuando está a punto de decir algo hablo primero.

─Disculpa, soy Evan Smith ─explico, seguro se equivocó.

─Sí, lo sé. La persona que ya reservado ha dicho que vendrían el señor y la señora Smith, tenemos la suite de recién casados disponible y ella lo confirmó ayer mismo.

Maldita.

¿Cómo se le ocurre?

─¿Tiene dos camas? ─pregunto tontamente.

«Obviamente no»

Me mira como si fuera estúpido y niega.

─Es de recién casados ─señala nuevamente.

Asiento mientras caminamos detrás de la chica, pienso en como cambiar esto pero de pronto siento la mano de Natalie deslizándose hacia la mía y me relajo un poco. Subimos al ascensor en completo silencio, Natalie y yo sin soltar nuestras manos. La chica nos mira de reojo y puedo ver una sonrisa en sus labios pero en cuanto nota mis ojos en ella vuelve la vista al frente ignorándonos nuevamente. Nos acercamos a una habitación y la chica saca de su bolso dos tarjetas, introduce una en un aparato al lado del pomo de la puerta y está suena encendiendo una luz verde.

Mi adorable padrastro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora