Ángel triste

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canción perfectísima chicas recomendada 100% sobre todo para el final jiji

Juanjo hizo una reverencia a los guardas de la puerta principal antes de salir. Debían ser sobre las siete porque los jardines de Palacio se iluminaban por esa luz que anunciaba el comienzo de la caída del sol. Se sentía curiosamente feliz. El príncipe insoportable le hacía sentir eso últimamente. En la cima del mundo.

Todo su mundo se desmoronaba, su sueño de niño parecía ahora imposible y él solo se veía capaz de pensar en llenar a Martin de marcas que borraran el recuerdo de esas cicatrices invisibles que poco a poco había descubierto que le atormentaban. Que supiera lo bien que podía llegar a sentirse. Ver al menor deshacerse de tal forma en sus brazos la noche anterior, después de lo incómodo que había sido su primer encuentro se había sentido como una victoria personal. Y Juanjo siempre había sido muy competitivo. Por eso había sido incapaz de contenerse ante la oportunidad de ir más allá.

Se podría haber hecho adicto a esa sensación que sintió cuando vio la arruga de placer en el ceño del menor. Los labios entreabiertos, los ojos entrecerrados y los ruidos que se le escapaban irremediablemente de la garganta, las mejillas sonrojadas, la espalda arqueada y la gota de sudor que le recorrió la frente. Todo eso había sido por y para él. Y Juanjo sabía que podía hacerle sentir mejor. Mucho mejor. Que si había conseguido eso usando solo su mano, aún podía ir mucho más lejos.

Y quizá fue ese objetivo tan fijado en su cabeza el que le hizo llegar hasta la puerta del despacho del primer ministro del reino sin plantearse apenas qué era lo que estaba haciendo y el riesgo que estaba corriendo. Porque el Juanjo Bona de hacía unas semanas jamás se hubiera planteado meterse en el Palacio Real, plagado de guardas de seguridad, para colarse entre las sábanas del ex príncipe.

Martin le abrió la puerta como si llevara tiempo esperando. El despacho del que era la mano derecha de la reina tenía unas escaleras directas al piso de arriba. Juanjo no pudo evitar que le picara la curiosidad al constatar que el primer ministro tenía acceso directo a la planta de habitaciones de la familia, pero le costó concentrarse en preguntar mientras la mano de Martin le arrastraba decididamente escaleras arriba. Además que no estaba seguro de querer meterse más de lleno en los asuntos de la familia Real, que cada vez le parecían más enrevesados y alejados de la percepción que se tenía desde fuera. Si no hubiera estado tan sumamente cegado por la idea de pertenecer a ellos igual habría vendido todas las historias a la prensa y se habría hecho de oro. Eso habría sida opción inteligente, desde luego.

En cambio se encontraba metiéndose de lleno en la boca del lobo que era la habitación del expríncipe. Estaba tan metido en su propia cabeza que ni siquiera se dio cuenta de lo mucho que le sudaba la mano al príncipe. Cuando entraron en la habitación y Martin le soltó de su agarre se dio cuenta de que tenía la mano ligeramente húmeda.

- Nunca había traído a nadie aquí.

Juanjo no entendió por qué se lo decía. No sabía si esperaba que le diera las gracias por llevarle a él, si le estaba pidiendo indirectamente que se fuera, o si simplemente estaba intentando romper un silencio que habían pactado sin verbalizarlo desde que Juanjo había entrado a escondidas.

- Me gusta. Es muy tú.- Tampoco supo si esa era la respuesta que estaba esperando el menor, ni cuál había sido el momento en el que había llegado a conocer tanto al príncipe como para poder afirmar con tanta convicción que esa habitación le pegaba. Que cuadraba con la imagen mental que Juanjo había construido en su cabeza de Martin. No sabía que ahora su cerebro podía discernir entre lo que le pegaba y lo que no le pegaba al pequeño. Como si hubiera una nueva forma de dividir las cosas en su mente. "Martin" y "no Martin". Últimamente casi todo lo que le rodeaba entraba directo a una de esas categorías.- Muy "Martin".

La joya de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora