El Malo Final

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El menor se encontraba estático. Clavando sus pupilas sobre las que le acababan de descubrir en su huida pero sin ser capaz de decir nada al respecto. Sus labios se movían como si quisieran justificarse, pero su cerebro iba a otra velocidad, completamente obnubilado por el chico que tenía delante. El chico que lucía como si le acabara de romper el corazón en mil pedazos. La sola imagen le produjo escalofríos. Miedo. No había sido consciente hasta ese momento de que tenía el poder de destrozar a alguien así.

Pensó negarlo, pero lo descartó rápido. Tenía las maletas hechas y la capucha puesta. Juanjo no era tonto.

- Yo... Ya no pintaba nada.- Y era verdad. Había cumplido su papel. Era hora de salir de escena.- Era vuestro momento.

Juanjo frunció el ceño.

Enfadado. Confundido. Desesperado.

Martin no supo distinguir exactamente qué emoción era la que había tomado por completo el rostro del marqués.

- No pensabas despedirte.- No fue una pregunta. Fue un reproche. Una acusación. Enfadado. Definitivamente enfadado.- Yo... Iba a pedirle matrimonio a tu hermana. A casarme con ella para protegerla. Yo... Dios mío soy gilipollas.- Se agarró el puente de la nariz, como si así tratara de contener su enfado. De no gritarle.- Iba a hacerlo por tí...

- Juanjo...

- ¡Y tú no pensabas despedirte!

- ¡¿Cómo cojones querías que me quedara a ver eso?!- Martin alzó la voz. Era la segunda vez desde que se conocían que Juanjo le había visto hacerlo. La segunda vez en dos días.- ¿Qué querías? ¿Que aplaudiera mientras te veía de rodillas plantándole un anillo a mi hermana? ¿Que aguantara la sonrisa orgullosa de mi madre mirándoos?

Juanjo resopló. Desesperado. Ahora estaba desesperado. No se merecían gritarse. No después de todo. Martin no parecía haber terminado. Juanjo no creía haberle visto nunca tan alterado.

- Y luego mañana en la ceremonia fingir delante de toda esa gente que me parece genial que mi hermana se vaya a casar con el chico del que estoy e...- Se cortó de repente. Consciente del peso de lo que iba a decir. Notó las mejillas húmedas. En algún momento había empezado a llorar.

- Dímelo.- La mirada de Juanjo era dura. Demandante. Otra vez enfado. Martin no fue capaz de aguantársela así que dirigió sus ojos al suelo. El mayor no se lo permitió. Dio un paso hacia delante para acercarse y enganchándole el mentón con dos dedos le volvió a obligar a mirarle.- Acaba la frase, Martin.- Vio como las cejas se contraían, como sus labios temblorosos amenazaban con formar un puchero y soltó aire fuerte por la nariz. Como se aguantaba las ganas de llorar. Como luchaba por que no se le rompiera la voz.

Martin le agarró con cuidado los dedos que se habían clavado en su barbilla para quitárselos de ahí. Se aseguró de calmarse antes de hablar.

- No voy a hacer eso, Juanjo.

- ¿Por qué?- La lucha interna por no derramar ninguna lágrima. La vuelta a la desesperación.

- Porque no es justo para ninguno.

- Eres un cobarde.- Lo escupió. Enfadado.

Martin tomó distancia. Tratando de ignorar eso que le acababa de decir. De pensar con claridad.

- ¿Qué haces fuera?- A Martin le dolía la cabeza. Llevaba toda la tarde fingiendo. Toda la velada aguantándose las ganas de llorar. Había sido un cobarde porque no estaba seguro de ser capaz de irse si se despedía de Juanjo.

- No me voy a casar con Ruslana.- Fue tajante. Frío. Frío como estaba seguro de que había sido él mismo todas esas veces que Juanjo le había buscado con los ojos durante la cena y él le había rehuído la mirada por miedo a echarse a llorar.

La joya de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora