Siempre Nada

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Juanjo era incapaz de estarse quieto. Dando vueltas por el salón como si así pudiera encontrar una solución a un problema que no parecía tenerla. O por lo menos no una que le gustara.

- ¿Estás segura de que os han visto?

- Sí. Juanjo de verdad que yo lo siento...

- ¿Cómo habéis sido tan descuidados?- Era hipócrita por su parte, lo sabía, a él y a Martin los habían pillado también de la mano saliendo de Palacio hacía apenas unas semanas. Pero había sido su madre. No la prensa.

El caos que se iba a desatar cuando saliera la noticia de la princesa, que debía estar buscando marido, escabulléndose de un pub con un músico americano "muy acaramelados" (en las propias palabras de la pelirroja) iba a remover todo el país. Iba a causar un revuelo. Iba a hacer que Naiara ahogase a su hija con sus propias manos (también palabras textuales de la pelirroja).

La princesa había llegado desesperada. Desesperada y asustada. Desesperada y asustada, pero con un plan claro. Plan que incluía a Juanjo.

"Vamos a anunciar que nos casamos".

Ese era el plan maestro. Dar la noticia por todo lo alto en el último baile que se celebraría el viernes. Convencer a todo el mundo de que estaban tan enamorados que no podían pasarse un día más sin prometerse.

Esa noticia, la del matrimonio de la princesa, opacaría cualquier otra cosa. Daba igual que saliera a la luz el asunto de Marcos, todo el mundo se olvidaría en cuanto anunciaran que la princesa había encontrado marido. Que habría un nuevo Rey.

No era mala idea. Podría hasta funcionar. Pero eso no hizo que a Juanjo se le pasara la angustia de la boca del estómago.

Habría que organizar bien el teatro, claro estaba. Una cena al día siguiente en Palacio para pedirle la mano de Ruslana a Naiara y, al día siguiente, el viernes, el anuncio por todo lo alto en el baile.

Juanjo no era mal actor (nada en comparación con los hermanos Reales que parecía que habían nacido actuando) pero aún así le parecía casi imposible jurarle amor eterno a alguien y convencer a tanta gente de su devoción por Ruslana, sabiendo que martin estaría en algún lado de esa sala, mirando.

- ¿Has hablado con Martin?- Era imposible, claro, él mismo se había pasado toda la tarde con el menor hasta que había llegado a casa. Pero aún así sintió la necesidad de saber que el príncipe lo sabía.

Albergó la esperanza de que se negara, de que hiciera algo para impedirlo al enterarse.

Martin, sin embargo, se presentó voluntario para organizar la cena del primer acto de la obra de teatro que habían montado. De invitados la familia entera de Juanjo y la familia Real. Las sillas colocadas, la mesa puesta y los actores listos.

Se había puesto su mejor traje para la ocasión. Su madre le anudaba la corbata, tratando de calmar los nervios de Juanjo, que llevaba todo el día histérico.

- ¿Estás bien?

- Sí.- No fue capaz de mirarla a los ojos. No era capaz de mentir a su madre a la cara. Ella no presionó más. Hablaría cuando estuviera preparado.- Eres muy listo, Juanjo, y tienes amor de sobra para tomar decisiones con criterio.- Fue lo que dijo. No llegó a entender del todo qué quería decirle su madre con eso.- ¿Nos vamos?

Llegaron a Palacio puntuales. Los cuatro juntos. Juanjo cogió aire antes de entrar al comedor. Antes de entrar a escena.

Ruslana se le acercó enseguida. Perfecta, coqueta, risueña. Se enredó en su brazo y le dio un beso en la mejilla. Martin le inclinó la cabeza desde lejos.

La joya de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora