Las manos le temblaban con la carta en la mano. Estaba aterrorizado.
No sabía si eso era una declaración de amor o una despedida.
Martin le había dicho que escribió eso al mes de irse, es decir, hacía ya tres meses, y en eso tres meses no había tratado de buscarle. Si después de esas palabras escritas con tinta corrida sobre un papel arrugado Martin había sido capaz de seguir su vida sin él durante otros tres meses, igual es que no habían significado tanto para él como lo estaban significando para Juanjo en ese momento.
Pero, aún así, siempre quedaba la esperanza taladrando en algún rincón remoto de su mente. Diciendo que si Martin se había decidido a darle la carta había sido por algo. Que si Martin hubiera querido evitarle esos días lo habría hecho. No tenía confirmación de que Martin le quisiera, nunca se lo había dicho. Pero, en el fondo de su corazón, sentía que era así. Que Martin tenía que quererle porque nadie puede escribir algo así sobre alguien a quien no quiere.
Ahora solo quedaba comprobar si ese amor era suficiente, o si realmente esa carta era una de despedida.
Se vistió casi atropelladamente, con los ojos aún empañados en lágrimas y el pulso acelerado. Tenía que verle en ese momento, hablar con él ya. Esperar al día siguiente iba a ser una tortura.
Quería gritarle por decirle todas esas cosas y pretender que no se enamorara más de él. Agitarle y recordarle que no podían estar juntos, que no podía decirle eso y luego irse. Y en su interior, egoístamente, rezaba porque Martin le contestara que se iba a quedar con él.
De camino de vuelta al banquete, de pronto sintió miedo de que Martin le pidiera que se fuera con él a vagar sin rumbo. Que esa carta fuera una última baza para convencerle de que aceptara a renunciar a todo por él.
Le tendría que decir que no. Porque Denna estaba embarazada, porque Juanjo había aceptado heredar el marquesado y porque si renunciara a todo eso por Martin podría acabar odiándolo. Y eso le daba terror.
Se repitió ese discurso en su cabeza varias veces. Aprendiéndose sus argumentos de memoria para mantenerse firme si pasaba, para no tambalearse al tener a Martin delante. Porque le daba miedo que sus ojitos de cordero pudieran convencerle de cualquier cosa. Que al tenerle enfrente no fuera capaz de acordarse de por qué no podría renunciar a todo por él. Se sorprendió pensando que el argumento más fuerte que tenía era el miedo que le daba acabar resintiendo a Martin.
Se lo repitió tantas veces en su cabeza que llegó a Palacio casi sin darse cuenta y se encontró con una figura tendida en el césped. Mirando fijamente al cielo.
- ¿Martin?- el nombrado se sobresaltó, incorporándose para mirar a Juanjo.
- ¿Has vuelto?- Parecía sorprendido, como si no se esperara tener que enfrentar esa conversación hasta el día siguiente.
- ¿Llevas aquí todo este rato?
- Yo... No me apetecía mucho volver dentro con todos. No estaba de humor para bailes.
- Ya...
- ¿Has leído la carta?
- Sí.
- Juanjo yo...
- No. Antes de que empieces. Denna está embarazada. Voy a ser marqués. Tío y marqués. No me puedo ir a dar vueltas por el mundo como si no tuviera nada importante aquí.
- Juanjo...
- Y tampoco me parece justo que me hayas dicho todas esas cosas. Que me hayas dado esa carta, sabiendo que te vas mañana.- Hizo una pequeña pausa, temeroso por la respuesta a la pregunta que iba a formular a continuación.- Porque te vas mañana, ¿verdad?- Le miró con los labios apretados, intentando ahogar la tensión. Martin soltó un suspiro antes de contestar.
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La joya de la corona
RomanceLa mayoría de edad de la princesa implica un montón de cosas. Para Juanjo, concretamente, la oportunidad de convertirse en rey. Pero todo cambia cuando el hermano mayor de la princesa vuelve de su "retiro espiritual" para ponerlo todo patas arriba...