Martin no tuvo que echarle porque Juanjo salió casi corriendo de su casa en cuanto vio la hora en el reloj de pared de Martin. El pequeño se sorprendió ante las ganas intensas que le aparecieron de arrancar el reloj de la pared y tirarlo por la ventana.
Tenía que ir a cenar en familia, dijo.
"Su madre no se lo perdonaría si no"
Se habían tumbado los dos desnudos sobre la cama después de la sesión de besos y Juanjo llevaba cerca de media hora acariciándole el cuerpo y diciéndole palabras bonitas al oído, mientras Martin se dejaba hacer.
Cuando le dijo que se tenía que ir, Martin enarcó una ceja.
Cuando le explicó el motivo a Martin casi le entra la risa.
Cuando entendió que no era una broma de mal gusto, simplemente se dio la vuelta para ponerse de lado y darle la espalda.
Juanjo se levantó de la cama, se colocó la ropa y se abotonó la camisa con dedicación frente al espejo. Martin tuvo que concentrarse mucho para no mirarle de reojo.
El mayor, totalmente vestido, dio la vuelta a la cama para colocarse en el lado hacia el que Martin miraba. El menor le apartó la mirada. De repente se sentía molesto. Enfadado. Malhumorado porque no quisiera seguir con su tarea de envolverlo en caricias y comerle la oreja un rato más. Encima por irse "a cenar con su familia". Martin estaba seguro de que eso era mentira. Seguro que iría por ahí con su amigo Paul a beber cosas de pijos y a ligar con la amiga de su hermana.
Juanjo se agachó para ponerse a su altura, y al ver que el príncipe le apartaba la mirada, con ese ceño fruncido y ese puchero infantil le agarró los mofletes con una sola mano para obligarle a centrar de nuevo sus pupilas en él.
- ¿Qué te pasa?
- Nada.- A Juanjo le costó no formar una tierna sonrisa al ver que el menor no deshacía esa expresión de pataleta infantil, agravada por sus mofletes sujetos por su mano, que obligaban a sus labios a colocarse en forma de pececillo.
- No mientas, ángel.
- No miento.- Al menor le costaba formular bien las palabras con la forma en la que se disponían sus labios, aún aplastados. Juanjo levantó una ceja, divertido
- Eres un celoso. Mi familia es lo primero.
- Vete entonces. No sé a qué esperas.
Juanjo aprovechó los morritos que hacían los labios del menor para robarle un beso.
- Eres un enfadica, ángel.- Sus labios aún contra su boca.- Vas a tener que controlarte en público. Te recuerdo que tiene que parecer que me voy a casar con tu hermana. No puedes enfadarte tan rápido cada vez que no te de atención.
Martin le apartó la mano de su cara de un manotazo y alejó su cara con un toque sobre su pecho.
- No digas gilipolleces.- Solo consiguió ensanchar la sonrisa del marqués.
- Me alegra ver que sigues siendo un niñato caprichoso.
- Se te va enfriar la cena.
- Dame otro beso.
- No te lo mereces.- Colocó una mano dramáticamente sobre su frente, su enfado infantil ya casi curado.- Me vas a dejar aquí abandonado a mi suerte mientras cenas con Dios sabe quién.
Juanjo soltó una carcajada.
- Eres un peliculero.- Pero Martin consiguió lo que quería cuando los labios de Juanjo volvieron a buscarle, inclinándose sobre la cama para repartir besos por toda su cara.- Nos vemos pronto, ángel.- Mordió el lóbulo de su oreja en un acto que puso a Martin a temblar.- Si te aburres mucho te he dejado una marca en el muslo derecho, para que te toques pensando en mí.
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La joya de la corona
RomanceLa mayoría de edad de la princesa implica un montón de cosas. Para Juanjo, concretamente, la oportunidad de convertirse en rey. Pero todo cambia cuando el hermano mayor de la princesa vuelve de su "retiro espiritual" para ponerlo todo patas arriba...