Estrella

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pequeño aviso de que hay una escena explícita al principio del capítulo por si alguien se siente incómodx! 

pequeño aviso también de que esta es mi canción favorita de este chico y la que ha inspirado toda esta historia así que os recomiendo encarecidamente que la escuchéis:)

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Le hubiera gustado hacer caso a su madre, de verdad que sí.

Tomarse unos días para reflexionar, para convencerse a sí mismo de que eso que estaban haciendo iba a acabar mal. Que iba a ser difícil, que Martin se iba a convertir en el peor desamor de su vida el día que decidiera marcharse. Le hubiera gustado pensar con claridad, alegrarse ante el pronóstico de llegar a ser Rey pronto.

Convencerse de que Ruslana podría ser una buena compañera de vida.

Le hubiera gustado tomar distancia, en definitiva. Porque esa conversación con su madre solo le había obligado a enfrentarse a algo que ya sabía de antes pero que no se había atrevido a confesarse ni a sí mismo. Martin le gustaba. Le gustaba mucho.

Le gustaba cuando cabía perfectamente en el hueco de sus brazos, cuando ponía pucheros porque Juanjo le anunciaba que tenía que irse, cuando charlaba con Paul y hacía que su mejor amigo se riera tanto, cuando le tentaba con la mirada en una sala llena de gente. Le gustaba hasta cuando le obligaba a bajar al bar del pueblo y se ponían hasta arriba de chupitos de todos los sabores que a Juanjo le harían vomitar al día siguiente.

Porque eso era lo que llevaban haciendo dos semanas. Pasar más horas juntos de las que a Juanjo le parecían buenas para su salud mental y cardíaca.

"Quiero que disfrutemos al máximo del tiempo que nos quede antes de que me vaya"

Había sido la excusa que Martin le había repetido todos esos días para mantenerle prácticamente secuestrado entre su casa, el Palacio y el bar. Siendo la situación más fácil ahora que Ruslana estaba enterada y que su madre había decidido que Juanjo era lo suficientemente mayorcito como para tomar sus propias decisiones.

Juanjo no estaba de acuerdo, le hubiera gustado que su madre tomara decisiones adultas por él. No se le daba bien pensar cuando Martin le arrastraba con tanta convicción dentro de su habitación y cerraba la puerta con pestillo.

- Hazme el amor.- Los labios del del bigote le emborrachaban tanto que a Juanjo le costaba a veces concentrarse en lo que le decía.

- ¿Qué?- La voz le salió más afectada de lo que le hubiera gustado. Martin lo notó, porque sonrió en medio del beso para llevar sus labios al lóbulo del mayor, mordisqueándolo. Borrando cualquier rastro de cordura.

- Quiero que me folles, marquesito.- Se quitó la camiseta, su piel blanca era una invitación a perder la cabeza por completo. Juanjo carraspeó, luchando por que sus manos no se lanzaran directas a recorrer su cuerpo entero. Quería desnudarlo.

- ¿Sí? Estamos en tu cuarto... ¿Seguro? Sé que te daba un poco de cosa y...- Había conseguido tomar algo de distancia. Sus ojos eran más difíciles de controlar que sus manos, repasaban el torso del menor como si quisieran guardar el recuerdo para siempre.

- Seguro. Llevas dos semanas portando muy bien, y te agradezco que me hayas dado mi tiempo, pero sé que te estabas volviendo un poco loco.

No mentía. Martin había decidido llevarlo hasta el límite tantas veces esas dos semanas que Juanjo no sabía cuánto más iba a soportarlo sin volverse loco. Soñaba todas las noches con sus bailes demasiado pegados, con sus besos en el cuello y con los roces que el menor dejaba de vez en cuando en su entrepierna cuando se besaban, que era imposible que fueran sin querer. Juanjo sin embargo era todo palabras bonitas, y morderse la lengua para evitar soltar todas las cosas que se le pasaban por la cabeza cada vez que le tentaba así. Martin, claro, se había dado cuenta. Un día incluso le dio una mamada en el baño del bar "para recordar los inicios" y para premiarle por haber aguantado tanto sin poner la primera excusa mala para irse a casa y darse una ducha fría como había tenido que hacer otros días. Juanjo nunca se había sentido tan avergonzado. Realmente Martin le convertía en un adolescente pasado de hormonas cada vez que le bailaba un poco más cerca de lo estipulado. Esa mamada, como era de esperar, no había mejorado para nada el asunto. Solo había aumentado el porcentaje de la noche que Juanjo se pasaba soñando con el príncipe, que ya rondaba el 90%.

La joya de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora