Día 40Charlotte.
Había pasado tiempo desde la última vez que sufría un ataque extendido a días.
Hace ocho días habíamos vuelto de Miami. Después del drama con los padres de Maia, todo iba bien. Pasamos dos noches más allá, y regresamos a Phoenix. Todo lo que sentí en el avión fue cansancio, y desde que caí en la cama, no quise volver a levantarme. A penas y había comido. Mi celular no paraba de sonar y lo apagué. Tenía la pequeña impresión de que habían estado tocando mi puerta los últimos tres días, pero ni me inmuté. Las pastillas para dormir que estaba tomando hicieron el efecto requerido.
En ese momento, me encontraba mirando el techo de mi habitación con pesadez en los ojos. Mi estómago empezó a rugir en protesta por no haberlo alimentado en dos días. Tenía que salir.
De mala gana, me levanté de la cama. Tuve que sentarme unos segundos para recuperarme del mareo que me atacó. Aproveché para ponerme las gafas y esta vez si me levanté con más equilibrio físico y mental. Del segundo solo un poco.
Salí de la habitación. No se escuchaba ruido en el departamento. Cuando bajé las escaleras, y verifiqué la sala, tampoco había nadie. En la cocina igual.
Genial. Cuando volvieran, yo estaría tranquila en mi habitación.
Me preparé un sándwich de jamón y queso el cual me devoré en cuestión de segundos. No quedé satisfecha, mi estómago quería más. En cinco minutos ya no era un solo sándwich, sino tres y dos vasos de jugo. Y aún así, mi estómago estaba llevado por la ansiedad. Me pasé una mano por la cara, revisando los estantes. No había nada dulce que me apeteciera.
Volví a subir a la habitación a buscar mi encendedor y mis cigarrillos. Luego fui directa hacia el balcón. Fumar me despejó un poco, al menos. Me sentí lista para salir y comprar algunos dulces. Además, ya casi se hacía de noche.
Subí de nuevo a mi habitación y me cambié el pijama. Me coloqué los lentes de contacto y llamé a un uber. Decidí ver que faltaba en la cocina e hice una lista en mi celular, para luego salir del departamento.
El viaje en el auto fue de diez minutos. No había mucho tráfico, y el súper mercado quedaba bastante cerca.
Fumé otro cigarrillo antes de entrar.
Tomé un carrito de compras y primero me dirigí a tomar algunos chocolates, pudines y galletas de chocolate.
Primero lo primero.
Luego de coger algunos víveres y refrigerados, me dirigí hacia la parte de las verduras. En mi lista decía que faltaban manzanas, papas, zanahorias, tomates, fresas...
Bostecé. Tenía más sueño que vida en ese momento.
—Alguien parece no tener ganas de vivir.
Giré la cabeza con el ceño fruncido. Levanté ambas cejas cuando vi quien me hablaba.
—Trent.
—¿Qué tal? —me sonrió.
—Fatal.
—Se nota. —asintió y yo rodé los ojos.
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60 Días Para Enamorarse.
RomanceTener lo que necesitas, no es tener lo que quieres. Decir que no necesitas algo, a veces, es decir que lo quieres.