La Cena.
Charlotte.
Charlotte fijó su vista en su mejor amiga con los ojos entrecerrados.
—¿Desvarías? —le preguntó lentamente.
Mais soltó una risa, calculadora, peor relajada.
—Son sesenta días, Maia. —le recordé, intentando hacerla entrar en razón.
Suspiró y dejó de empacar la maleta para mirarme.
—Lo sé, Baker, pero solo quiero un respiro. —dijo, haciéndome entrecerrar los ojos.
—Que casualidad qué necesites un respiro cuando vas a irte a Paris por dos meses.
—¿Qué insinúas?
—Estas hablando con la chica que tiene intereses de una noche por diversión—le recordé—. Además, no se necesita ser muy inteligente para saber que lo que quieres es hacer todo tipo de desastre en Paris.
Sonrió sin negar nada, siendo consciente de lo mucho que sabía de ese tipo de temas y no lograría engañarme.
—Estaré soltera ¿no?
—No entiendo para que tienes pareja si quieres estar con otras personas —le dije —. Simplemente acabalo y ya. O proponle una relación abierta.
—¿Y qué el se acueste con otras personas? Ni loca.
—Podrá hacerlo en el tiempo de sesenta días que le vas a pedir. Realmente creo que no piensas con claridad.
—Me quiere, Baker, y no se imagina con otra que no sea yo. No lo hará.
—¿Y tú lo quieres?
—Si, y no dejaré de hacerlo por un par de polvos.
Enarqué una ceja, no muy segura.
—¿Cuando se lo propondrás?
—Esta noche, luego de la cena.
Oh si, la dichosa cena. Resultaba que el novio de Maia no solo era su novio, sino que también el hijo de la fotógrafa famosa con la que iba a trabajar en distintas galerías por varias ciudades del país en dos días.
Casualidades irritantes de la vida.
Maia reservó una cena en un restaurante asquerosamente caro solo para presentarme con su novio y la hermana de su novio, quien iría con su pareja.
Si, sería el mal tercio. Pero para ser sincera, quería conocer a la que sería mi compañía por sesenta días. Posiblemente serían un trío de chicos millonarios, delicados y engreídos. Y si era así, mejor salía corriendo de una buena vez.
—¿Y si dice que no?
—No dirá que no.
Se me olvidaba que Maia era una manipuladora eficiente. A veces hasta lograba persuadirme.
—El tiempo empezaría en lo que me vaya del país y ustedes también. —sonrió.
—No te ves ni un poco afectada.
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60 Días Para Enamorarse.
RomanceTener lo que necesitas, no es tener lo que quieres. Decir que no necesitas algo, a veces, es decir que lo quieres.