Abrazos

119 15 5
                                    

Trigger warning: Sexo explícito. Sexo oral y masturbación. Referencia a cum eating.

-----                                                  ------                                           ------

—Un beso en la mejilla. ¿Sí o no? —preguntó Neil. Andrew estaba de pie junto a la encimera, amontonando unas pocas tostadas que todavía quemaban en un plato para llevarlas a la mesa de la cocina donde solían desayunar los tres desde que Dan estaba en la casa. Tenía los ojos hinchados de sueño, pero asintió y permitió que los labios de Neil no sólo se posasen delicadamente en su mejilla recién afeitada, sino que bajasen por la línea de su mandíbula hasta rozar el cuello.

Los días después del colapso emocional de Dan habían sido un remanso de paz en la nueva rutina adoptada. El pelo corto de este ya no era una novedad para ninguno de sus compañeros de entrenamiento y después de surtir sus cajones por ropa elegida por él, las antiguas bragas y calcetines, que para horror de Neil llegaban a tener incluso algún volante, habían terminado en el cubo de la basura.

Sin embargo, había tenido que caminar con delicadeza alrededor de Andrew. Este nunca había sido, incluso tras tantos años, un fan del contacto físico, pero consolar a Dan parecía haberlo saturado. Tras un par de días sin que apenas le tocase y donde el sexo había retrocedido a aquellos tiempos en los que Neil tenía que apartar las manos, dejándolas en un lugar visible, y cerrar los ojos, todavía no estaba seguro de si Andrew estaba preparado para regresar a la normalidad habitual entre ellos.

—Pervertido fetichista...

—¿No te sabes otra cantinela?

—Bocazas...

—Cierto, tienes dos y cuando se te acaba una empiezas con la o... —Andrew lo silenció sujetándolo de la nuca y estampándole un beso en los labios. Neil se sonrojó cuando este se separó para seguir preparando las tostadas. Le robó una, lo cual le ganó un golpe en el dorso de la mano con una paleta por parte de Andrew y se giró, sorprendido al encontrar a Dan ya sentado en la mesa. No lo había escuchado entrar, pero sonrió al verlo.

—Buenos días. —Sospechando, por el sonrojo del chico, que los había sorprendido en su pequeño momento, extendió la mano hacia él sin llegar a tocarle—. Revolverte el pelo, ¿sí o no?

—¡No! ¡Acabo de peinarme!

—Ha dicho no —dijo Andrew, apartando a Neil con un golpe de cadera para dejar el plato con las tostadas en el centro y sentarse enfrente de Dan con una taza de café entre las manos.

—¿Sabéis que sonáis como unos raritos?

—No creo que haya alguien dispuesto a defender que yo no sea un rarito —respondió Neil, encogiéndose de hombros y sacando un bote de mantequilla de cacahuete para embadurnar su tostada. Luego tiró una manzana a Andrew, que la atrapó al vuelo con una admirable muestra de sus reflejos de portero y la dejó encima de la mesa sin probarla.

—¿Puedo ir hoy a la piscina? Unos chicos del entrenamiento me invitaron ayer a ir con ellos.

—Claro. Espera, ¿tienes bañador?

—No —dijo Dan—. Pero no os preocupéis, no voy a bañarme. Dijeron que van a jugar a las cartas y juegos de mesa, que se está más fresco allí que en casa.

—Deberías tener bañador y toalla igualmente. Vas a necesitar una toalla para sentarte en ella y tumbarte.

—Cállate, Abram —intervino Andrew, fulminándolo con la mirada—. Sí, claro que puedes ir. Ahora buscaremos una toalla que puedas usar. Llévate el teléfono y avísanos si necesitas algo o si quieres que pase a recogerte con el coche.

Hasta que sea no [ANDREIL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora