Sí o no

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—¿Podemos hablar unos minutos antes de salir a correr? —preguntó Neil. Acababan de terminar de desayunar y todavía estaban sentados a la mesa. Dan volvió la mirada hacia Andrew. La seriedad de Neil lo había puesto en guardia.

—¿Me he portado mal? —dijo de inmediato.

—Claro que no. Y ya sabes que si hubiese sido así no habría más que hablarlo y ver qué ha ocurrido.

—¿Entonces? —Fue el turno de Neil de mirar a Andrew. Se lamió los labios antes de empezar.

—Anoche llamó la señora White. Ha encontrado una familia para ti. —Dan palideció.

—Lo sabía —dijo en un susurro que llenó la sala.

—Espera, Dan. Eso no es t...

—¡Lo sabía! —repitió Dan con un grito traicionado. Neil no tuvo tiempo de interrumpirlo antes de que estallase—. ¡Sabía que acabarías dándome la patada, como han hecho todos los demás! ¡Sabía que me ibas a abandonar! —La última frase sonó más dolida que enfadada y se clavó dentro de Neil, que se incorporó para acercarse a él, pero Dan empujó la silla hacia atrás para quedar fuera de su alcance y azotó con la mano en el aire, golpeando la que Neil le estaba tendiendo.

—Es...

—Por eso —masculló Dan entre dientes, levantándose con brusquedad—. Por eso no quería fiarme de ti. La gente siempre es muy cariñosa de primeras, pero luego te acaban abandonando igualmente. ¡Por eso quería odiarte y que me cayeses mal! Porque cuando os vais, esto —Dan se golpeó el pecho con rabia. Las lágrimas inundaban sus ojos— se queda aquí. Y duele.

—Dan, nosotros sí queremos que te...

—¡Cállate! ¡Te odio! —Con furia, Dan tiró una silla al suelo. Luego golpeó la pared, ahogando un gemido de dolor y salió corriendo por la puerta. Neil apenas había llegado al pasillo cuando la puerta del vestíbulo se cerró de un portazo.

Las zapatillas deportivas de Dan se quedaron en el vestíbulo, alineadas con las suyas y las de Andrew.

—Dale unos minutos de ventaja. —La mano de Andrew se posó en su hombro.

—Debí haber empezado por decirle que nos gustaría que se quedase, ¿verdad?

—Tenía que decir sí sin sentirse condicionado —dijo Andrew con sencillez.

La puerta del vestíbulo se abrió. Por una vez, era Jean quien encabezaba la marcha y había preocupación en su habitualmente fría mirada. Kevin venía tras él y Jeremy estaba en la entrada al jardín, mirando con el ceño fruncido hacia el lugar por donde, dedujo Neil, había salido corriendo Dan.

—¿Qué ha pasado? —Neil y Andrew se miraron. Jean entrecerró los ojos, suspicaz—. Se ha chocado con nosotros e iba llorando, pero no nos ha querido escuchar cuando le hemos llamado.

Neil suspiró y dirigió al resto a la cocina para hacer café mientras les ponía al día. La discusión con Kevin, que ambos ya habían imaginado, empezó antes de que terminase de contárselo.

—Dijiste que era algo temporal.

—Bueno, pues he cambiado de opinión.

—Y una polla. No podéis hacer eso.

—¿Eres tú quién da las órdenes aquí ahora? Porque no se me había informado —gruñó Andrew—. Claro que podemos, Kevin y querría verte intentando impedírnoslo.

—No por vosotros. Por él —insistió este, impertérrito ante la expresión amenazante del rubio al estar convencido de que tenía razón—. ¿En serio estáis dispuestos a arriesgar su vida?

Hasta que sea no [ANDREIL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora