Algunas verdades

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El jaleo de voces en el salón llenaba toda la planta baja cuando Neil salió de la cocina llevando consigo una bandeja con varios platos, subió las escaleras y dejó atrás el bullicio que comenzaba con la llegada de Laila y Cat y el grito de entusiasta alegría con el que las recibió Jeremy.

—¿Puedo pasar? —La puerta del cuarto de Dan estaba abierta. Este dormitaba, arropado hasta el cuello a pesar del calor—. He pensado que un poco de pizza te apetecería más que el caldo.

—¡Sí! —Los ojos de Dan se iluminaron al ver la comida, despejándose al instante del sueño que los impregnaba unos segundos antes, y se incorporó, sentándose contra el cabecero de la cama, todavía arropado hasta las rodillas. Calcetines, excitado por el movimiento, jugó a cazar sus pies, protegidos por la sábana, y sólo algún rictus repentino de Dan reveló lo afilado de sus dientes al clavarse. Su rostro estaba pálido y ojeroso y delataba que la fiebre apenas le había dejado descansar la noche anterior.

—Todavía no han llegado todos, así que, si quieres algún trozo más, puedo bajar a buscarlo. —Renee y Allison, prácticas hasta decir basta, habían tomado la iniciativa de acampar en su salón y pedir pizzas para comer después de que Andrew y Neil les contasen que Dan estaba durmiendo en su cuarto, enfermo, tras haber pasado ambos la noche en vela, preocupados por él y que habían olvidado por completo que era el día establecido para su siguiente pachanga de exy hasta que Jean, Jeremy y Kevin se habían presentado a desayunar.

Por suerte, ahora Dan parecía estar mucho mejor. Neil dudó unos segundos al extender la mano, pero el chico alzó la cabeza mientras se servía un trozo de pizza en su plato, permitiendo que le tocase la frente. Estaba caliente, pero la fiebre ya no era tan alta como durante la noche. Una nueva dosis de paracetamol y una buena siesta tras comer serían suficientes esta vez.

—No tienes por qué quedarte conmigo —dijo Dan cuando Neil se sentó cerca de la cama, tomó el otro plato que había subido y se sirvió un trozo de pizza.

—Pero es mucho más agradable comer en compañía que solo. —Dan lo evaluó con la mirada un rato, pensativo.

—Pero... —Por la puerta entreabierta, se colaban los sonidos amortiguados del resto del grupo hablando en voz alta y de alguien arrastrando algún mueble, quizá un sofá, para hacer sitio a todo el mundo.

—No importa. Son familia. Entienden que quieras quedarte aquí. Y Andrew les ha dicho que si te apetecía bajar lo harías, pero que, si querías descansar, les enmudecerá si osan levantar la voz. —Dan se rio entre dientes, no muy seguro de si era una broma o una amenaza—. Pero puedo marcharme, si prefieres estar solo.

—¿Tú no quieres ir con tus amigos?

—Claro. Pero también quiero quedarme aquí, contigo.

Dan dudó unos segundos más, observando cómo Neil se hacía con otro trozo de pizza y le pegaba un buen bocado. Luego sonrió con timidez y, creyendo que este no lo miraba, le dio un poco de jamón de su porción a Calcetines, que la devoró con entusiasmo y maulló pidiendo más.

—¿Por qué haces siempre esto? —preguntó Dan, bajando la vista hacia su plato y dándole otro trozo de jamón a Calcetines.

—¿El qué?

—Esto. Ser así. Estás encima de mí todo el tiempo. Cuando lo haces, no sé cómo tengo que reaccionar.

—No creo que nadie espere que... reacciones. Y de verdad que puedo irme, si quieres. Quizá debería haberte preguntado primero, como hace Andrew.

—No. No, no quiero que te vayas —admitió Dan al cabo de unos segundos, sonrojado. Neil no estaba seguro de que fuese solo por la fiebre, así que esperó a que siguiese hablando, si lo deseaba—. Además, es un poco rarito eso que hacéis todo el tiempo de preguntar sí o no.

Hasta que sea no [ANDREIL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora