Tormenta de verano

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Había estallado una tormenta de verano. El cielo estaba oscuro, casi como si fuese de noche, y grandes gotas de agua caían con fuerza, golpeando los cristales de la casa y haciendo repicar el tejado en una agradable sinfonía de sonidos de naturaleza. Neil había predicho que duraría menos de media hora, pero salvo un par de momentos en los que había parecido amainar y varios relámpagos habían iluminado el salón durante un fugaz segundo, llevaba más de cuarenta minutos sin aflojar.

Esa tarde, como varias de las anteriores desde que había vuelto de California del Sur, Dan se había ido con algunos amigos del entrenamiento de exy a la piscina. De allí iba con ellos directamente a la cancha, donde se encontraba con Andrew y Neil, que acudían puntualmente, y con Jean, que había accedido a entrenar con el chico y enseñarle algunos de sus movimientos para encadenar pases con elegancia e interceptar a otros jugadores sin cometer falta.

—Estará refugiado en la cancha o en los vestuarios —dijo Neil. Andrew estaba sentado en el sofá, con expresión de aparente desinterés, pero lo delataba la forma en la que jugaba con uno de sus cuchillos, haciéndolo bailar entre sus dedos con habilidad.

—Deja de hacer eso. —Neil paró de mover la rodilla y se volvió para observar a Andrew, que le apartó el rostro presionándole la mejilla con un dedo. Los interrumpió el sonido de la puerta de la calle abriéndose y cerrándose. Neil y Andrew se levantaron al instante del sofá y salieron al pasillo.

Dan estaba en el recibidor, jadeando. Tenía el cabello empapado y pegado a la nuca y la frente. Ya le había crecido lo suficiente para rozarle las cejas y estaba tan mojado que le chorreaba toda la cara y le obligaba a entornar los ojos, pero no se la enjugaba. Vestía un bañador naranja fosforescente y una camiseta de tirantes negra y venía descalzo. Su ropa tenía un color más oscuro del habitual por estar tan empapada que goteaba en un pequeño chorreo que ya había formado un charco de agua a sus pies.

—H-he perdido las chanclas —fue lo primero que dijo Dan, con la voz entrecortada, al verlos aparecer—. En un charco. No podía pararme a recogerlas.

—Oh, dios mío, Dan. Estás completamente empapado, vas a resfriarte. ¿Cómo no has llamado...? —Andrew le apretó el brazo, porque lo había visto antes que Neil, interrumpiéndolo. Este ahogó una exclamación de sorpresa. En el regazo, protegido con ambas manos, tan pequeño como un ratón, había un gatito. Al alzar los ojos, encontró la mirada suplicante de Dan, con lágrimas mezcladas entre el agua de lluvia y una expresión temerosa impregnando toda su expresión.

—S-se lo estaba llevando el agua. Creo que el sitio donde su madre los tenía se ha inundado con la tormenta, p-pero no fui capaz de encontrarla ni a ella ni al resto de cachorros y no sabía qué hacer y al final he venido corriendo y... —Hizo una pausa para encontrar fuerzas en su voz, ahogada por un sollozo—. No podía dejar que se ahogase.

—Claro que no —dijo Neil. Andrew se giró y salió del recibidor, subiendo las escaleras—. Ven, vamos a llevarlo a la cocina. Tenemos que encontrar algo que le dé calor.

Dan siguió a Neil, temblando tanto como el pequeño cachorrito entre sus manos, no sabía bien si de frío, de miedo o ambas cosas. Andrew regresó enseguida con varias toallas secas. Dejó una en la mesa para que Dan pudiese depositar en ella al gatito y le tendió otra para que lo secase y calentase. Mientras lo hacía, empezó a frotarle el pelo con una toalla enorme. Dan, demasiado concentrado en el gato como para darse cuenta más allá de la molestia que le suponía, se dejó hacer.

—Estábamos refugiados en el soportal de la entrada de las piscinas —contó Dan. Neil observó que le temblaban los dedos y le tomó de las manos. Las tenía heladas. Se las calentó un poco antes de permitirle seguir secando al gato—. Estábamos esperando a que escampase para regresar a casa. Llovía muchísimo y de pronto lo vi, en medio de la calle. Se había formado una corriente y s-se lo estaba llevando. Yo... salí corriendo.

Hasta que sea no [ANDREIL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora