«Me recuerdan a los tuyos cuando fuimos a buscarte a Millport», había dicho Andrew. Neil lo había creído, por supuesto, pero querría haberlo percibido por sí mismo. No tuvo suerte, pues, aunque compró un silbato y bajó puntual a los entrenamientos de Jeremy, dispuesto a corregir la excesiva agresividad de Dan en el juego, el chico no apareció por allí durante el resto de la semana.
En sus salidas a correr por las mañanas, eligió de forma deliberada pasar hasta dos y tres veces por la calle donde dejaron a Dan cuando lo acompañaron a casa, con la esperanza de encontrarse por casualidad con él y poder preguntarle por qué no estaba asistiendo a los entrenamientos, pero no llegó a cruzárselo. Andrew lo acompañaba, como siempre, sin decir una palabra cuando Neil sugería dar otra vuelta por aquella calle. Le habría gustado creer que no había nadie en la casa, quizá por estar de vacaciones, pero las cortinas cambiaban de posición y alguien recogía el correo a diario.
—Eh, Neil. ¿Apuestas? —Neil parpadeó para regresar de sus preocupados pensamientos, desvió la mirada de las gradas de la cancha y la fijó en Nicky, que se acercaba a él con una enorme sonrisa en el rostro.
—¿Qué se juega?
—Cuántos goles le van a meter a Andrew.
—Me gustaría sobrevivir al partido, muchas gracias.
—Él ha apostado que le va a cerrar la portería al quinto —señaló Nicky, ampliando su sonrisa.
—100 dólares entonces.
—¿A cinco goles?
—Si Andrew ha dicho que va a cerrar la portería, es que la va a cerrar. ¿A cuánto se juega la portería de Renee?
—Esa es una apuesta aburrida —dijo Nicky, adoptando su sonrisa más falsa. Neil alzó las cejas—. Es más interesante saber quién va a meter más goles, si tú contra Renee o Kevin contra Andrew.
—¿Quién ha apostado por mí?
—Oh, Neil, ya sabes que eso no te lo puedo decir. No, no me pongas esa mirada ni esa sonrisa, sabes que no puedo resistirme. —Neil hizo el gesto de mirar a alguien detrás de Nicky, que se sobresaltó y miró por encima de su hombro al creer que Andrew estaría ahí—. Eso es juego sucio. Sólo Andrew ha apostado por ti. Si consigue cerrar la portería a cinco goles y tú metes al menos seis, se va a llevar una buena pasta.
—Entiendo...
—Lo siento, tío, pero es que Kevin tiene hoy ojos de asesino. ¿Lo has visto? ¿Crees que es porque nadie ha traído whisky?
—Otros cien dólares a que le meto seis goles a Renee —dijo Neil, ignorándolo.
—¡No puedes apostar sobre ti mismo! —protestó Nicky,
—Has dicho que Andrew ha metido dinero a sus cinco goles.
—Ya, pero él...
—¿Crees en serio que yo soy menos amenazante que Andrew? —Neil esbozó una amplia sonrisa, recordando los tiempos en los que Andrew lo llamaba precisamente así: amenaza. Aunque no era a violencia a lo que se refería.
—Sois los dos unos monstruos —gruñó Nicky. Neil ladeó la cabeza con interés, pero no dijo nada—. Te anoto, pero Allison no va a estar contenta.
—Estoy seguro de que la convencerás. —Con una carcajada, Neil se dio media vuelta. Andrew estaba detrás de él, con todas las protecciones ya puestas y la enorme y pesada raqueta en la mano.
—Sigues siendo una puta amenaza, Abram.
—Pero te gusto.
—Más vale que metas seis goles —dijo Andrew, alejándose en dirección a la portería.
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Hasta que sea no [ANDREIL]
أدب الهواةNeil Josten y Andrew Minyard son adultos, juegan en la selección y se han comprado una casa en una urbanización de clase media para estar cerca de Kevin Day, Jeremy Knox y Jean Moreau. En la pequeña cancha de exy que hay a disposición de los niños y...