Capítulo 2

2 0 0
                                    

Estábamos ya enero, nos había falta todo el año para graduarnos, pero a medida que pasaban los días, la atmosfera con mis amigas se volvía más tensa. Mis amigas pasaban hablando sin cecear de sus enamorados, compartiendo cada pequeño detalle sobre los chicos que les gustaban. Sus corazones latían con fuerza y sus ojos brillaban con emoción, yo no podía evitar sentirme excluida, aunque sí me sentía igual por José, pero no me gustaba expresarlo tan abiertamente, además que ya lo que sentían ellas por esos chicos iban tornándose a una obsesión y tóxica, la cual eso me hacía sentir incómoda. 

Un día, mientras estábamos sentadas en nuestra cafetería del colegio, escuché a María, la más apasionada del grupo, describir como había visto a su chico rubio en el gimnasio con sus ojos lujuriosos, más parecer una chica de 17 parecía una mujer del bar de la esquina. Las otras chicas la animaban, riendo y compartiendo sus propias historias. Yo, en cambio, me mantenía callada y un poco asqueada, trataba de no prestarles atención.  Hasta que una María dijo mi nombre. 

 - Oye Emy, ¿por qué nunca nos has dicho el chico que te gusta?, siempre te mantienes al margen cuando hablamos de chicos. ¿Acaso eres rara o qué?

- No soy rara María, lo que pasa es que hablar de mis sentimientos no me hace sentir cómoda. Prefiero mantener mi vida privada, ya sabes. 

- Vamos, Lucía, al único que chico que nos dijiste que te había gustado había sido cuando tenías 14, es imposible que no te volviera a gustar otros chichos, y tienes 17. Puedes confiar en nosotras, somos tus amigas. ¿O acaso ya no te gustan los chicos? -lo dijo guiñándome el ojo de manera divertida. 

-Claro que me gustan los chicos, María. Pero no me parece apropiado hablar de ellos como si fueran un objeto y  mucho menos hablar como si estuviéramos viviendo en una película de mayores de 18. Somos mujeres para hacer que nos respeten, no para andar casi que lanzándose en los brazos de cualquier hombre que nos parezca atractivo. 

-¡Ay, Emy! Eres demasiado seria. Deberías relajarte un poco y disfrutar de la vida. ¿Qué tiene de malo hablar de chicos? Es algo natural.

- Lo sé, María. Pero creo que hay otras cosas importantes de las que hablar. Como nuestros sueños, nuestras metas, nuestros intereses, nuestro futuro. ¿No todo gira alrededor de los chicos, ¿sabes?

-Emy tiene razón. -dijo Cecilia y Claudia, la cual, desde entonces, se habían mantenido calladas. 

-Bueno, supongo que tienes razón. Pero, ¿al menos podrías decirnos si te gusta alguien en secreto? ¡Prometo no decírselo a nadie!

- La última vez que recuerdo haberte dicho que un chico me parecía bonito, pero que no me gustaba, solo que me parecía un poco atractivo, corriste hacia él para decírselo María. 

-Es verdad. -dijo Cecilia. -Todas salimos corriendo, de hecho, las tres. 

- Lo siento chicas, pero prefiero mantener ese tema para mí. Espero que lo entiendan. 

-Está bien, Emy. Respeto tu decisión. Pero recuerda que siempre estaremos aquí para ti, pase lo que pase.

-Gracias, chicas. Son grandes amigas.

 De repente, el chico con ojos marrones, al que María estaba tan obsesionada, entró en la cafetería, su presencia llenó el lugar, y mis amigas se quedaron en silencio, observándolo con admiración. Sin pensarlo, me levanté y fui a la barra a pedir algo más. No quería ser parte de esa escena, y necesitaba un respiro.

Mientras esperaba mi bebida, noté que el chico de ojos marrones se acercaba. Me miró y sonrió, y mi corazón dio un vuelco. Era la primera vez que me fijaba en él de esa manera. Había algo en su mirada que me intrigaba, una chispa de diversión que me hizo sentir curiosa. Pero me sentía incómoda no solamente porque no tenía experiencia hablando con chicos atractivos, sino porque mis amigas no nos quitaban los ojos de encima y conociendo a María debe de estar furiosa, llena de celos. 

—Hola —dijo, con un tono amigable—. ¿Eres amiga de María? 

Asentí, sintiendo que mi rostro se sonrojaba. —Sí, somos un grupo. ¿Y tú? ¿Eres amigo de ella? 

Él se rió suavemente, y esa risa me hizo sentir más cómoda. —No exactamente, pero la he visto por ahí. Me llamo Lucas, por cierto.

—Mucho gusto, mi nombre es Emily, pero mis amigas me dicen Emy. 

—Algún día deberíamos salir, por cierto te invito a mi fiesta, puedes ir con tus amigas, si gustan. Todos van el colegio, va a estar ahí. 

— Gracias, pero yo no frecuento esos lugares, pero mis amigas creo que encantadas aceptarían, si gusta ve e invítalas. 

— Sería una lástima que no fueras, me encantaría conocerte mejor y creo que mejor inicio que una fiesta de amigos. 

—Gracias, pero no creo que sea una buena idea. Además, mis gustos son diferentes, no soy de fiestas. 

— Oh, me agradas, cuéntame, ¿qué te gusta? Lo dijo con una sonrisa y una cierta picardía en su voz. 

— Me gusta quedarme en casa y leer, leo mucho la biblia, e ir a la iglesia, mi momento favorito es ir a la iglesia. Me gusta la montaña, bordar y ver animes. 

Su expresión cambió de sorpresa a una sonrisa tímida. — Con que eres una chica religiosa. 

— Más que religiosa, yo diría que soy una hija de Dios. 

— Eso me gusta de ti —respondió, su mirada sincera—. Eres diferente.

—Bueno, me tengo que ir, dije de un tono nervioso.  

Cuando regresé a la mesa, mis amigas no tardaron en notar que algo había cambiado. María me miró con curiosidad, y las otras chicas se inclinaron hacia mí, ansiosas por escuchar lo que había pasado.

—¿Qué hiciste? —preguntó Emy, con un brillo en los ojos.

—Nada en especial —respondí, tratando de mantener la calma—. Solo hablé con Lucas.

Secuestrada por un conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora