Capítulo 20

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Cuando mis padres me preguntaban cómo iba todo con José, siempre les decía que todo estaba bien. Pero en mis adentros, estaba sufriendo. Ellos no podían ver el dolor que me consumía, a pesar de que mi apariencia lo decía todo. Me veían más pálida y delgada, con el cabello cayéndose a mechones, y aun así, no lograban entender la gravedad de mi situación. La alegría que me caracterizaba se estaba apagando, y una chispa dentro de mí se estaba desvaneciendo.

Pasábamos mucho tiempo junto José y yo, y aunque no vivíamos bajo el mismo techo, su presencia era constante en mi vida. A medida que lo conocía más, me di cuenta de que quería llevarme a los lugares que frecuentaba, donde sus amigos, que no eran precisamente la mejor influencia, lo esperaban. Cada vez que me negaba a acompañarlo, nuestras discusiones se volvían más intensas, y la indiferencia se instalaba entre nosotros como una sombra.

José, no quiero ir a esos lugares, le decía con frecuencia, no me siento cómoda con tus amigos, sabes que yo soy de otro tipo de ambiente. ¿Por qué no puedes simplemente confiar en mí? Solo quiero que conozcas a la gente que es parte de mi vida."La presión de sus palabras me hacía sentir culpable, como si estuviera obstaculizando su felicidad. Pero en el fondo, sabía que esos lugares no eran buenos para él, ni para mí. Sin embargo, mi ingenuidad me llevó a ignorar las señales de alarma.

 Con el tiempo, me di cuenta de que muchas veces que estaba a mi lado, él estaba drogado. Nunca lo había notado, y eso me sorprendió. Me sentía tan inocente, tan ajena a lo que realmente sucedía a su alrededor. El dolor de esa revelación era abrumador. La falta de malicia que había tenido al confiar en él me hacía sentir vulnerable en un mundo que se sentía cada vez más hostil. La vida estaba llena de personas malas, y yo había estado tan concentrada en el amor que creía que compartíamos, que ignoré las advertencias.

La tristeza se mezclaba con la frustración. La chispa que una vez iluminó mi vida ahora estaba en peligro de extinción, y la lucha por mantenerla viva se volvía cada vez más difícil. Era hora de enfrentar la realidad y decidir si podía seguir en esta relación que me estaba consumiendo.

Recuerdo un día que llamé a un amigo de José para pedirle ayuda. Lo que me dijo me dejó helada. Le envié un mensaje a este amigo, que conocía a José desde la infancia, con la esperanza de entender mejor su situación. Su respuesta fue devastadora.

Emily, él es raro, muy inestable. Un día anda feliz y al siguiente está llorando. Dice cosas que no tienen sentido. Si quieres, pregúntale a su hermana. En ese momento, sentí que se me helaba la sangre. No sabía nada de él. No tenía idea de que José tenía una hermana. Siempre me había dicho que no tenía familia, que apenas contaba con algunos amigos de la infancia, y uno de esos era el que estaba hablando conmigo.

A medida que continuaba la conversación, el amigo de José me reveló algo aún más impactante. Me contó que cuando José tenía 18 años, se metió en una droga tan fuerte que nunca más volvió a ser el mismo. Esa información me golpeó con fuerza. Me di cuenta de que la persona que amaba no solo estaba luchando con problemas actuales, sino que también llevaba consigo un pasado lleno de traumas y adicciones.

La revelación de que José había cambiado por completo a raíz de esa experiencia me hizo cuestionar todo lo que sabía sobre él. La imagen que tenía de él como un hombre fuerte y amoroso se desmoronaba ante mis ojos. En lugar de ser el compañero que necesitaba, me di cuenta de que estaba lidiando con un hombre que había estado ocultando su verdadero yo, atrapado en un ciclo de dolor y desesperación.

La tristeza y la confusión me invadieron. Me sentí traicionada, pero también llena de compasión. No podía seguir ignorando la realidad de su situación. La lucha de José no solo era suya, sino que también estaba afectando mi vida de maneras que nunca imaginé. José nunca se dio cuenta de esa conversación. 

Recuerdo un día que María me escribió para decirme que quería verme. Le respondí que estaba con José, pero que podríamos encontrarnos en el restaurante para cenar. Ella iba a ir con su esposo, y aunque me alegraba la idea de ver a una amiga, también sentía una punzada de ansiedad. La preocupación me invadía porque no sabía cómo se iba a comportar José esa noche. Podía ser cariñoso y encantador, como en los buenos tiempos, o podría estar frío y distante, sumido en sus propios problemas. Esa incertidumbre era agotadora.

La cena comenzó y, aunque intenté mantener una conversación ligera, la inquietud en mi interior no desaparecía. José alternaba entre momentos de risas y momentos de silencio, y yo me preguntaba si estaba realmente presente o si su mente estaba en otro lugar.

La noche avanzaba y la incertidumbre seguía acechándome. La lucha interna entre querer protegerme y desear que todo fuera perfecto era agotadora. Sabía que debía encontrar una manera de lidiar con esta situación, pero en ese momento, solo quería que la cena terminara sin incidentes.

María, mi querida amiga, siempre ha sido una persona en la que puedo confiar. Esa noche, cuando acepté conversar con ella en privado, no tenía idea de lo que me esperaba. Sus palabras, cargadas de sinceridad y preocupación, me golpearon con fuerza.

Emily, no sé nada de José, pero he visto actitudes que no me gustaron. No lo veo nada caballeroso. Cuando necesitabas ayuda para abrir tu bolso y lo único que hizo fue burlarse de ti. Lo que tú nos contaste a mi esposo y a mí nos asustó. Ni siquiera se preocupa por ti. Cuando dijiste que no iba a recogerte después de la universidad, teniendo todos los medios para hacerlo, me preocupó aún más. Si te pasara algo, no lo veo capaz de cuidar de ti, ni siquiera de hacerte una rica comida. Mejor déjalo y búscate a alguien mejor. Tú vales mucho, amiga, y quiero lo mejor para ti. Las palabras de María resonaron en mi mente. Sentí una mezcla de tristeza y alivio. 

Ella tenía razón. Había estado ignorando las señales, aferrándome a la esperanza de que José cambiaría, pero la realidad era que su comportamiento era inaceptable. La preocupación que había sentido por él se transformó en una preocupación por mí misma.

En ese momento, comprendí que debía tomar en serio las palabras de María. La relación con José no solo me estaba afectando emocionalmente, sino que también estaba poniendo en peligro mi salud mental y mi felicidad.

Secuestrada por un conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora