Capítulo 35

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El día siguiente amaneció soleado, y José estaba particularmente animado. Decidió preparar un desayuno especial, y mientras lo hacía, yo aproveché el momento para planear mi siguiente intento de convencerlo de que me dejara salir.

Cuando José volvió a la cocina con una bandeja llena de deliciosos bocados, me senté a la mesa con una sonrisa forzada, tratando de parecer entusiasta y agradecida.

—¡Esto se ve increíble, José! —dije, intentando mostrar un entusiasmo genuino—. Gracias por siempre hacerme sentir tan especial.

Él sonrió y colocó la bandeja frente a mí, ajustando los platos con cuidado.

—Me alegra que te guste, Emily. Quiero que te sientas lo mejor posible.

Aproveché el momento para sacar a relucir mi petición.

—José, he estado pensando... Sé que hemos hablado de esto antes, pero realmente siento que me vendría bien un cambio de ambiente. ¿Podríamos dar un paseo corto, solo por el vecindario?

José me miró con un semblante serio, pero esta vez su expresión era menos dura.

—Emily, ya hemos hablado de esto. No es seguro. Y además, estás aquí para recuperarte, no para salir y arriesgarte. —su voz era firme, pero había una ligera vacilación en su tono.

—Lo entiendo, pero creo que un poco de aire fresco podría ayudarme a sentirme mejor. —dije, intentando mantener un tono persuasivo—. Solo un pequeño paseo, por favor.

José suspiró, claramente conflictuado. Pareció pensar en ello durante unos momentos, y luego me miró con una mezcla de preocupación y resignación.

—Está bien, podemos dar un paseo corto. Pero solo por el vecindario y solo si me prometes que no te alejarás de mí.

Me sentí aliviada, pero también ansiosa. Sabía que esta era mi oportunidad para hacer la señal internacional de emergencia si lograba estar cerca de alguien que pudiera ayudarme.

Esa tarde, José y yo salimos a caminar por el vecindario. Mientras él se mantenía a mi lado, observando cada uno de mis movimientos, yo traté de mantenerme relajada y natural. 

Decidí no hacer ningún movimiento precipitado y concentrarme en ganarme la confianza de José, mientras observaba detenidamente el entorno que me rodeaba. Cada día, cuando él salía para sus ocupaciones diarias, aprovechaba el tiempo para familiarizarme con la vecindad y las personas que la habitaban.

El vecindario en el que estábamos era tranquilo y agradable, aunque el sentimiento de estar atrapada lo opacaba todo. A lo largo de mis observaciones, empecé a notar las rutinas y costumbres de los vecinos. Vi a una señora mayor que paseaba a su perro todas las mañanas. Siempre saludaba amablemente con una sonrisa, y a menudo intercambiaba algunas palabras con las personas que encontraba en su camino. Su amabilidad era un pequeño consuelo en mi situación.

También había un señor que se encargaba de regar las plantas en su jardín. Llevaba una gorra y usaba una regadera antigua, dedicando tiempo y cuidado a su jardín. Cada vez que pasaba cerca de nuestra casa, me fijaba en él con atención, preguntándome si habría alguna manera de aprovechar su presencia para enviar un mensaje de ayuda.

Durante mis caminatas diarias por la casa, ocasionalmente escuchaba risas y juegos de niños en las casas cercanas. Parecía ser un vecindario con una comunidad unida y activa. Había algo reconfortante en ver a las familias disfrutar del tiempo juntos, aunque el contraste con mi situación era doloroso.

Cuando llegamos de vuelta a la casa, José parecía satisfecho y me dirigió hacia el interior con una sonrisa.

—¿Cómo te sientes? —preguntó con un tono amable.

—Me siento un poco mejor, gracias. —respondí, tratando de sonar agradecida y relajada—. Realmente aprecio que hayas accedido a darme un paseo.

José asintió y continuó con su rutina, aparentemente contento con el resultado de nuestro paseo. Yo, por otro lado, me sentía aún más determinada a encontrar una manera de escapar y buscar ayuda.

Decidí que mi mejor estrategia era observar, aprender y esperar el momento adecuado para actuar. Cada día, los pequeños detalles de la vida en el vecindario se convertían en pistas sobre cómo podría escapar. Aunque la esperanza parecía lejana, mi determinación seguía intacta.

Secuestrada por un conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora