Todos somos débiles a algo o alguien, incluso el chico malo de la institución, Jeon Jungkook, quien es un claro ejemplo de ello. Su debilidad tiene nombre y apellido, además de tener la sonrisa más hermosa, su nombre es Kim Taehyung, y esta es la hi...
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El sol se alzaba sobre el estadio del intercolegial, irradiando una calidez que contrastaba con la energía nerviosa y eufórica que envolvía el lugar.
Era el último día del torneo, y los equipos de Sejong y Yongsan se preparaban para la ronda final de competencias. La emoción se palpaba en el aire, cada rincón del estadio estaba saturado de gritos de aliento y colores vibrantes de las camisetas de los equipos.
Jungkook estaba en el vestuario del equipo de básquetbol de Sejong, ajustándose la camiseta y los tenis con una precisión casi ritual.
Sus compañeros de equipo conversaban animadamente, pero Jungkook estaba en silencio, concentrado en la estrategia que había revisado una y otra vez en su mente. A su lado, un par de botellas de agua y una toalla que había sido elogiada por su utilidad durante los partidos más exigentes.
Mientras tanto, Taehyung, se encontraba en la zona de espectadores, preparado para alentar a Jungkook y al resto del equipo de baloncesto. Su entusiasmo y nervios estaban reflejados en su rostro, y no podía evitar la emoción de ver a su chico en acción una vez más.
Había estado a su lado durante cada paso del camino, desde el primer entrenamiento hasta las victorias y derrotas que habían enfrentado juntos. Su apoyo era inquebrantable y su admiración, infinita.
El equipo de básquetbol de Sejong entró a la cancha con una mezcla de confianza y nerviosismo.
Jungkook, sin embargo, no podía concentrarse en el ambiente vibrante que lo rodeaba. Mientras sus compañeros se preparaban para el inicio del partido, su mirada buscaba frenéticamente entre la multitud.
Esperaba ver a Taehyung en su lugar habitual, con su sonrisa alentadora y su energía contagiosa. Pero el lugar donde Taehyung solía estar estaba vacío.
La preocupación se aferró a Jungkook como un peso invisible, y la emoción que había sentido antes se desvaneció en una oleada de ansiedad. El dolor de no ver a Taehyung allí lo abrumó, nublando su mente y drenando su entusiasmo. Sus compañeros, notando la preocupación en su rostro, intercambiaron miradas de inquietud.
—Jungkook, ¡concéctrate! —exclamó Minho, el capitán del equipo, mientras se acercaba a él durante un breve descanso en los calentamientos. —Necesitamos que estés en tu mejor forma hoy.
Otro compañero, Jihoon, le dio una palmada en la espalda con ánimo. —¿Todo bien? Vamos, sabemos que puedes hacerlo. No dejes que cualquier cosa te afecte.
Jungkook asintió lentamente, tratando de enfocar sus pensamientos en el partido.
La preocupación por la ausencia de Taehyung seguía presente, pero el aliento de sus compañeros de equipo le recordó que tenía un papel crucial que cumplir.
Con una respiración profunda, intentó bloquear la inquietud y concentrarse en la estrategia del juego.
El pitido inicial resonó y el balón se puso en juego. Jungkook se movía por la cancha con una determinación renovada, impulsado por el apoyo de sus compañeros y la necesidad de hacer honor a su equipo.
