Capítulo 12

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La voz de Luz se hizo presente en la cueva, alertando a los dos Guardias a los costados de la entrada y a los líderes dentro de la cueva

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La voz de Luz se hizo presente en la cueva, alertando a los dos Guardias a los costados de la entrada y a los líderes dentro de la cueva.

—¡Alpha Alador! Necesito hablar con usted. —Al llegar a la entrada, los guardias con sus armas le bloquearon la entrada de inmediato.

—¿Tú otra vez? —Pregunto Alexander con indignación—. Ya haz traído mucha deshonra a este lugar.

—Luz... —Musito Camila por lo bajo, sorprendida por la llegada de la alfa al lugar sin avisó.

—Alpha Alador, vengo sin ninguna intención maliciosa. Por favor, necesito hablar con usted.

El Alpha la miró un momento, analizando su olor y lenguaje corporal en busca de alguna otra intensión. Pero al no encontrar nada, les hizo una seña a sus Guardias para qué la dejarán entrar. La alfa lo hizo, a pasos lentos pero firmes. Y al llegar a su presencia, mirándolo firmemente a los ojos, se arrodilló ante el en una pierna, haciendo jadear a todos los qué la veían.

—Frente a usted vengo a pedirle perdón por deshonrar el honor de Amity —Respiro hondo, con los nervios de punta. Alador la miraba con ojos llenos de sorpresa; y al mismo tiempo admiración—. Sí, fuimos a esa cueva, solas y sin alguien a nuestro alrededor. Y... Sí, nos besamos. Pero, sin qué me quede nada por dentro, le juro por mí madre que no buscaba otra intención con su hija. La admiró y la apreció mucho, y nunca trataría de hacer algo para perjudicarla. Por eso a sus pies vengo a pedirle una disculpa.

Todos en el salón, estaban en shock, por decir lo menos. Aquella alfa, de territorio enemigo, tan ruda y de pocos amigos se estaba arrodillando frente la mayor autoridad de está tierra, y más aún pidiéndole a sus pies perdón; un escenario qué en sus vidas se hubieran imaginado.

Alador, de igual forma, se encontraba ciertamente atónito. Está alfa podría ser lo qué sea. Pero en su vida abría imaginado qué tendría tal acción de honra o respeto hacía el o alguien de su familia.

—Levántate, jovencita.

La alfa hizo caso, mirando a su contrario a los ojos, está vez con sus ojos totalmente en su color marrón, sin ninguna señal a la defensiva.

—¿Aprecias a mí hija?

—Sí señor —Respondió de forma automática—. Tanto qué, si en su juicio está, aceptaré el no asistir al Baila o incluso abandonar su manada, su usted lo desea.

El Alpha, erguido y siempre rector, miró a su mate, su co-lider y su mano derecha. Y luego, finalmente a la joven frente a el qué dejó su orgullo de lado, con tal de no dejar a su hija totalmente perjudicada.

—Admitiré qué no me esperaba está muestra de devoción de tú parte, Noceda.

—Es lo menos que podría hacer por Amity.

—Podrás seguir asistiendo al Baile. Y con respecto a tú estancia aquí —Lo meditó un rato, aún manteniendo su mirada furtiva sobre ella—... Dependiendo de tus siguientes acciones juzgare si aún eres digna de seguir en la manada. Es todo por hoy.

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