Capitulo 16

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—¡No tenemos más tiempo! —Grita Alexander de forma exasperada, moviéndose de un lado en la Cueva de la vida

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—¡No tenemos más tiempo! —Grita Alexander de forma exasperada, moviéndose de un lado en la Cueva de la vida. Camila, Alador y Odalia se habían retirado para para tener una reunión urgente después de lo qué pasó con Luz y Amity.

—¿Viste cómo bailaron?

—Oh, se vieron absolutamente hermosas. —Le respondió Camila a Odalia, totalmente encantada.

—¿Le parece esto hermoso, Lideresa Camila? ¿Acaso no vio cómo se miraban? Cómo si estuvieran...

—Enamoradas —Suspiro Alador, aún en shock, haciendo callar a todo el mundo para verlo—... Se miraban totalmente enamoradas...

—Mí amor —Odalia se levantó de su puesto para abrazar a su esposo por la espalda, mientras acariciaba su pecho para calmarlo—, no podemos negarlo más, menos si la Diosa Luna ya lo decidió así. ¿Acaso no recuerdas nuestro primer baile de Luna Roja? Nunca nos eligió. Pero ahí nos conocimos. Nuestro primer baile fue, y siempre será el más hermoso de esa noche...

—Sí, Reina mía —El alfa se volteó para tomar su mano y mirarla a los ojos con un amor intenso, mezclado con miedo—. Cómo la primera vez... Y eso es lo que más me preocupa.

—La Diosa Luna ya habló —Dijo Camila, de igual forma dejando su asiento para caminar hacía los 2 líderes —. Creó qué la decisión es la misma está vez, ¿No?

—Estoy de acuerdo —Asintió la Omega para mirar a su esposo—. ¿Cariño?

—Déjenme que pasé, por favor.

El joven alfa no podía creer esto. ¿En serio iban a aprobarlo? ¿Después de todo lo qué hizo por esa caprichosa malcriada? ¿Iban a tirar todo lo qué le prometieron a la basura?

No.

—¡Esto aún no acaba! —Declaro a voz alzada, acercándose a sus líderes—. Lo respetó mucho, Alpha Alador. Pero existe una ley, y cómo Guardia de la manada, la cumpliré. Sí esa alfa quiere la mano de la princesa, entonces tendrá qué pasar por mi primero. Y sí no piensa hacerlo por su mano, lo haré por la mía.

Su frustración era clara. Jamás le había hablado de esa forma a sus líderes, pues había llegado al punto de quiebre de su paciencia. La princesa iba a ser suya. Y nadie, ni siquiera Alador, lo iba a detener.

 Y nadie, ni siquiera Alador, lo iba a detener

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