Dash
No estaba nervioso. Por absurdo que fuese, no lo estaba. Tal vez una parte de mi estaba tomando el control sobre mi cuerpo y mente. La frase de «esto lo has hecho antes» se repetía en mi cabeza y yo me aferraba a ella como la única cuerda para no caer en el pozo. Pero esta vez, comparada a las anteriores, era diferente. Completamente diferente.
De estar entre la fila de cinco personas, como máximo, para un casting de una obra teatral, a encontrarme en una fila de unas cuarenta, delante de mí, esperando su turno para improvisar frente al casting associate.
Hace unas semanas atrás, luego de terminar la obra de Un susurro sin voz, envíe mi portafolio al director de casting, que es amigo del director de la obra en la que estaba trabajando. La idea principal era calificar en la preselección de la audición. No esperaba más. Porque pensé que sería un correo más en la bandeja de entrada, ya que la película es la adopción cinematográfica de una novela de romance. Y la demanda entre actores, es bastante alta.
Decirlo de esa manera se escucha sencillo, «una novela más que ha sido adaptada como una versión cinematográfica». Pero no lo era. La novela es la más famosa de la escritora y la más esperada por los lectores. Las expectativas que tienen puestas sobre esta adaptación son tan altas, que una mal elección por parte del director y los asistentes de la audición en el reparto, podría costarle una decepción masiva.
E aquí mi mayor dilema en este momento ¿por qué no estoy nervioso? Debería de temblarme hasta los huevos, pero no. No sé si estoy confiado porque encajo en todas las características físicas del personaje principal o porque una parte de mí reconoce que no seré seleccionado. Cuál sea el resultado, estoy teniendo todo el control de mi cuerpo y mente para afrontarlo.
—¿Es normal que me tiemblen las patas? — preguntó el chico que estaba delante mí.
Miré de soslayo como las piernas le temblaban y el tragaba saliva sin parar.
—¿Es tu primera audición? —pregunté hojeando el pequeño guion que estuve ensayando desde que recibí respuesta de la preselección.
—Si, pero estoy estudiando actuación, así que no soy tan nuevo en el campo— su semblante se estaba fusionando con el color de la hoja que apretaba con fuerza entre sus manos.
—Un estudiante de actuación—repetí asintiendo sin despegar mis ojos de los papeles.
—¿Y tú? —me miró con el ceño fruncido—. ¿Por qué no estás como perro asustado?
—He hecho esto desde que tengo siete años—me encogí de hombros—. Una audición más, una audición menos. No me quita el sueño, ni me hace temblar—alcé la cabeza para mirarlo con una sonrisa un poco arrogante.
Mi expresión le hizo alzar una ceja y observarme de arriba hacia abajo.
—No tengo duda que ese papel es tuyo—esbozó una sonrisa.
—No me asombraría si me quedo con el papel—la sonrisa se ensanchó en su cara al tiempo que yo también sonreía.
—¿Te gusta presumir?
—Aunque no lo creas—lo miré—. Soy muy humilde.
—Ya veo—me volvió a analizar de arriba abajo para luego extender su mano—. Dexter.
Observé su mano, preguntándome cuando fue la última vez que se las lavó. No soy fanático de tocar por sentir el tacto. No me gusta tocar las cosas y menos el cuerpo de los demás. Todo se siente pegajoso. Irónico porque soy un actor, pero no es lo mismo relacionarte con el elenco, que tocar a desconocidos.

ESTÁS LEYENDO
La escritora, el actor y los miedos
RomanceReissel Oviedo es una chica que ve todos los días el lado positivo de lo que pasa a su alrededor. Tiene una mente brillante, un corazón grande y siempre está dispuesta a ayudar. Pero esconde en ella un peso que la hunde todas las noches. La carga so...