DDash
—He decidido buscar un lugar para mi —la cuchara de Meny estaba a medio camino de su boca, por suerte Mey había tragado el sorbo de café antes.
—Cariño...—comenzó. Estiró su mano sobre la mesa para tomar la mía—. No sé por qué tengo que decirte esto cuando lo sabes perfectamente, esta es tu casa. No necesitas irte a buscar otro lugar.
—Amor, déjalo que se vaya —aprovechó que mi tía me miraba para guiñarme un ojo —. Necesita privacidad para meter a alguna chica a su cuarto, pero se le hace imposible contigo todo el día acá —ella chistó y le dio una palmada en el brazo.
—No hay problema que no tenga solución —me miró a los ojos—, solo debes de decirme que vaya al parque o que vaya donde la vecina. Usa cualquier excusa para que yo salga de casa —esbozó una sonrisita que no decía nada bueno. —Comprendo que a tu edad establecer una relación seria es importante —hice una mueca con la boca y ella frunció el ceño—. Y reconozco que si tu tía esta las veinticuatro siete en tu casa te imposibilita que tengas amenas conversaciones con la chica que te gusta.
—Aunque no creo que necesite invitarla a la casa para tener esas conversaciones amenas —soltó Meny llevando la taza de café a su boca para ocultar la sonrisa—. Estoy muy seguro que sus conversaciones de provecho se llevan a cabo en un cuarto que tiene que pagar por hora.
Yo reprimí una risa.
Mey le retorció los ojos y reprendió su comentario chistando.
—Espero que este señorito no sea tan indigno para llevar a una jovencita a esos lugares.
—¿Y dónde crees que lo hará si nunca está en la casa? —inquirió él con la boca llena.
—Si Mey —la miré, divertido—. ¿Dónde crees que llevo a esas jovencitas? —pregunté solo para molestarla. Y lo logré. Me dio una palmada en el hombro y luego se la dio a su marido.
—No te he criado mal para que salgas con propuestas tan indecentes— se quejó frunciendo el ceño.
—Es algo innato, parte de la existencia del hombre—dijo Meny.
—Agradezco que tu hayas tenido la delicadeza de llevarme siempre a tu cuarto —respondió Mey.
—Bueno, yo agradezco las conversaciones en familia durante el desayuno, todo y que no sean de sus tiempos en los que pasaban metidos en el cuarto, por favor—me volví hacia Mey—. Lo que les estaba diciendo es una decisión tomada —tomé su mano con la mía—. Esta es mi casa y voy a pasarme por aquí cuantas veces quiera. Irme para buscar mi espacio no significa abandonarte, simplemente necesito un lugar propio.
—Ay, mi Dashee—los ojos se le nublaron, movió la mano que tenía tomada y la apoyó encima de la mía—. Realmente no pensé que este día llegaría porque siempre asumí que te quedarías en casa.
—Esta casa es de ustedes —aseguré con amago de sonrisa.
—Esta casa es tuya, Dashkem —afirmó Meny, sin dar oportunidad a replicar. —No lo dice tu tía o yo, lo dice el testamento.
—Un testamento que ustedes firmaron. —Un contrato que celebraron sin decírmelo antes. Me hubiese gustado saberlo antes que testaran, pero no lo hicieron.
—Y un testamento donde te cedemos lo poco que tenemos, pero es tuyo Dash. —Mey tomó mi mejilla con la palma de su mano.
Miré como sus ojos mantenían el brillo por las lágrimas que se le acumulaban.
Mi objetivo no es discutir si esta es mi casa o no, solo quería informarles, por una vez en toda mi vida, lo que iba a hacer, ya que nunca suelo decirles nada.
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La escritora, el actor y los miedos
RomanceReissel Oviedo es una chica que ve todos los días el lado positivo de lo que pasa a su alrededor. Tiene una mente brillante, un corazón grande y siempre está dispuesta a ayudar. Pero esconde en ella un peso que la hunde todas las noches. La carga so...